martes, 6 de mayo de 2008

Niños de la calle




Aunque de forma genérica y quizás bastante simplista se suela relacionar la figura del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) con el mundo de las Inmaculadas y las representaciones del Niño Jesús, no fue, ni mucho menos, lo único que realizó. Es justo reconocer por tanto que, si bien destacó fundamentalmente en la pintura religiosa, encontramos en su producción un buen número de obras costumbristas que nos hablan de la Sevilla de la segunda mitad del siglo XVII desde una perspectiva bastante singular.

Murillo fue un pintor reconocido en su época. No tanto como su paisano Velázquez, eso es cierto. Murillo no trabajó para la Corte, y la mayor parte de su obra responde a encargos religiosos. Estuvo supeditado por tanto a los gustos de su época. Pero a su favor hay que decir que, desde esa posición, supo dar su propia visión de las representaciones marianas. Si popularmente se le conoce como "el pintor de las Inmaculadas", es porque supo dar con la tecla para llegar al espectador a través de sus obras. Lo cual no es poco.

Sevilla era, a mediados del siglo XVII, una ciudad fuertemente influenciada por el catolicismo, y entre sus calles se levantaban numerosos conventos. Pero también era una ciudad en crisis, un enclave comercial venido a menos. Tras el período de esplendor del siglo anterior -en el que fue una de las ciudades más prósperas de Europa a causa del monopolio que tenía su puerto con los productos que llegaban desde América- , se encontraba inmersa en una crisis económica derivada de la complicada situación política de una España que veía cómo su antiguo Imperio comenzaba a desmoronarse. Pero es en esos períodos de crisis donde afloran muchas veces los grandes genios. No en vano, este complicado siglo es, al mismo tiempo, el siglo del Barroco, el gran siglo de oro español en las artes y en las letras.

En este contexto, Murillo supo bajar a la calle para reflejar las imágenes de la crisis. Vagabundos, la mayor parte de ellos niños, aparecen jugando, comiendo o espulgándose. Todos ellos están vestidos con unos cuantos harapos, casi siempre descalzos, desvalidos. Sin embargo, la mirada del pintor no es de compasión, echando así por tierra el apelativo de cursi con el que fue tachado el pintor sevillano por algunos de sus detractores, no hace tanto tiempo. Murillo nos da una visión naturalista de estas escenas. Al ver estas obras, no es difícil encontrar en ellas un eco de la novela picaresca de la época. La obra que aparece más arriba, que lleva por título "Niño espulgándose" o "El joven mendigo", consigue un impacto rápido en el espectador. La presencia de la ventana de la izquierda hace posible que se creen unos efectos de claroscuro y configuran una composición diagonal en la que la figura del niño, absolutamente protagonista, queda iluminada. A sus pies se distribuyen restos de alimentos, una cesta y un cántaro, creando así un austero bodegón que nos habla de la carestía de la época entre las clases más desfavorecidas.

La mayor parte de estas obras, que se inscriben dentro de la denominada pintura de género, fueron compradas por coleccionistas extranjeros, fundamentalmente alemanes, ingleses y franceses, y actualmente se encuentran expuestas en museos fuera de España. Fueron en su mayor parte obras que comerciantes de la época encargaron al pintor sevillano. A buen seguro, la intención era que reflejara el ambiente popular de las calles de la ciudad.

Otros niños de Murillo: Niños comiendo melón y uvas, Niño con perro, Niño apoyado, Niños jugando a los dados, Niños comiendo pastel.

Está claro que Murillo es un pintor popular, que supo llegar la público y que aún hoy lo sigue haciendo. Uno de los grandes.

2 comentarios:

Alejandro Cañestro dijo...

Estimado/a amigo/a:

Te dejo este breve comentario para informarte de que he actualizado mi blog con un texto referido a la Reja como arte decorativa, mediante el ejemplo de la Reja de la Capilla Real de Granada.
Espero que te guste.

Un saludo.

Alejandro

http://artesdecorativasysuntuarias.blogspot.com/2008/05/la-rejera-como-arte-decorativa.html

Gonzalo González dijo...

Gracias por la visita, Alejandro

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