miércoles, 27 de septiembre de 2017

Ocaña, el pintor de Cantillana




2017. Hace 70 años que nacía en Cantillana el artista José Pérez Ocaña. Hace tan sólo unos días se cumplieron 34 años de su muerte. Y en Sevilla se está organizando una exposición retrospectiva que finalizará muy pronto, el próximo 1 de octubre. Aún tenéis unos días para disfrutar de ella y de inundaros de luz y, sobretodo, de color. 

Es complejo hablar de Ocaña porque complejo era el personaje, complejo era el artista. Nacido en 1947 en la localidad de Cantillana, desde pequeño se sintió atraido por las tradiciones de su pueblo, especialmente de las religiosas, de las que bebió incansablemente desde pequeño, abrumado por la explosión barroca que ellas representaban. Siendo muy joven, y en vista de que allí le era muy difícil desarrollar toda su personalidad sin ser señalado con el dedo, decide trasladarse a Barcelona en la década de los setenta. Es entonces cuando eclosiona su talento creador, y lo hace a nivel pictórico, pero no se queda ahí, sino que se convierte en un personaje muy activo en los círculos políticos de izquierda y en la reivindicación de los derechos de las personas homosexuales. Ocaña se convirtió en un activista, pero no lo hizo de cualquier manera. Ese espíritu combativo fue llevado a la calle con alegría, con irreverencia, a través de performances en las que, paradójicamente, mostraba las tradiciones más populares de su tierra natal, a las que nunca renunció, y en las que encontró un vehículo perfecto para llevar a cabo toda su creatividad: Paseos por Las Ramblas vestido con traje de gitana, procesiones con vírgenes realizadas con papel maché... Y todo.... con alegría

Paralelamente a estas acciones, sin las cuales es imposible entender su obra, fue desarrollando su faceta como pintor, en la que los temas y las influencias remiten igualmente a sus obsesiones infantiles, a pesar de que a nivel técnico haya influencias del Expresionismo, del Fauvismo o del Ate Naïf. Bautizos, bodas, velatorios, procesiones.... Nunca un artista fue tan moderno siendo tan barroco a la vez.

Y en 1983, cuando organizaba un carnaval de verano en su pueblo, al que siempre volvía periódicamente, encontró la muerte de la manera más teatral que uno pueda imaginarse. Disfrazado de sol y con cientos de bengalas, su traje comenzó a arder, causándole graves quemaduras y provocando su fallecimiento unos pocos días después. En cierto sentido, su muerte fue su última obra. 

Hace falta seguir reivindicando su producción artística. En Cantillana, en Sevilla, en Barcelona. Que nunca se pierda el recuerdo de un artista libre, sin etiquetas. De un creador auténtico.

Os dejo una reseña de la exposición "Ocaña. La pintura travestida" que aún puede verse en Sevilla. Además, también podéis echarle un vistazo a este vídeo

Y añado algunas de las obras que pueden verse en dicha exposición:












"Todo eso es como una poesía, como tradición, como superstición... Y yo lo mezclo con mi pintura porque me recuerda las cosas de mi pueblo".
"Las fiestas, los casamientos, los bautizos, el entierro... todo eso es parte de mi pintura y parte de mi vida y por eso yo mezclo cementerio con alegría y con canto y con bautizos, con borracheras, con romerías y con folclore"




sábado, 16 de septiembre de 2017

Luiso García. Pinturas contra la Tauromaquia




Con motivo de la manifestación estatal por la abolición de la Tauromaquia que tendrá lugar hoy en Madrid, vamos a dedicar la entrada a uno de los creadores que más ha aportado este año a la causa, al menos desde el punto de vista artístico. 

Luiso García es un artista joven que lleva varios años denunciando a través de sus obras las injusticias de nuestro mundo. Desde 2015, además, se convierte en un potente altavoz para la defensa de los derechos de los animales, algo cada vez más demandado en nuestra sociedad. En vista de su trayectoria y de su compromiso, el pasado mes de abril fue invitado a participar en la I Semana Animalista de Sevilla, organizada por PACMA, con una exposición individual para la que creó 21 obras inéditas con las que invitaba a reflexionar al espectador y a fomentar la empatía hacia los animales. La exposición resultó ser un éxito, e inmediatamente viajó a lo largo y ancho de España, pudiéndose visitar en ciudades como Ciudad Real, Barcelona o Alicante. A partir del próximo 23 de septiembre podrá visitarse en Madrid (Cookkaluza, C/Lira, 8).

La obra que ilustra esta entrada lleva por título "Te quiero vivo" y sirvió para anunciar la exposición de Sevilla con la que comenzó esta hermosa aventura. En ella, y mirando al espectador, podemos ver un toro ante un fondo bicolor perfectamente diferenciado que confronta dos modos de vida bien distintos. Por un lado, el rojo de la sangre, de la tortura. Por otro, el verde de la naturaleza, de la esperanza. 

A continuación, rescato el texto que sirvió para difundir la exposición de Sevilla, de la que tuve el placer de ser el comisario:

Luiso García nace en Madrid en 1980. Licenciado en Bellas Artes y Máster en Dirección de Arte, ha abarcado distintos campos artísticos en el campo de la ilustración, el diseño y la escultura en 3D, además de ser profesor de dibujo y pintura. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas y en los últimos años sus exposiciones individuales han ido en aumento, en ciudades como Madrid, Málaga, Vitoria, Valencia, Arrecife y Alicante.

A lo largo de su trayectoria artística, su obra ha experimentado una constante evolución. Marcado desde sus inicios por la obra de Antonio Saura, sus primeros años evidencian las influencias de dicho pintor, así como de Pablo Picasso y Oswaldo Guayasamín, en un estilo de marcado carácter expresionista con predominio de líneas rectas y una gama cromática reducida.

En los últimos años, su obra ha ido abandonando paulatinamente dichas influencias para apostar por un tono más dulcificado en el que las líneas, concisas, se entremezclan con vitalistas explosiones de color complementadas con citas, textos y poemas, a veces escritos por él mismo, acercándolo al ámbito de la ilustración.

Aunque su obra ha tenido siempre un marcado compromiso social, la inauguración de la exposición “Animalario” en diciembre de 2015 marca un punto de inflexión en su carrera, de forma que, a partir de ese momento, su compromiso en la defensa y la protección de los animales pasa a formar parte de su producción pictórica de forma permanente. Desde entonces, dicha temática ha ido en aumento, utilizando su obra para denunciar los abusos que nuestra sociedad ejerce sobre ellos y para ayudar a despertar la conciencia de la gente.


Con motivo de la I Semana Cultural contra la Tauromaquia de Sevilla organizada por PACMA, las imágenes de Luiso García se exponen por primera vez en la ciudad. Un conjunto de pinturas, la mayoría de ellas inéditas, que nos ayudan a acercarnos desde un punto de vista crítico a esta práctica que cada vez encuentra más voces en contra en nuestra sociedad. Una ventana abierta a la reflexión y a la empatía con aquellos que nunca decidieron estar sobre el albero. Toda una declaración de intenciones. 

Os recomiendo conocer en la página web del artista este conjunto de 21 pinturas

Además, también podéis echar un vistazo a este artículo-entrevista que apareció en Diario Público


lunes, 28 de agosto de 2017

Matazo Kayama: Naturaleza e instrospección



Después de tanto tiempo sin publicar, quizás no sea mala idea hacerlo de la mano de un pintor relativamente poco conocido en España, como es el caso del japonés Matazo Kayama (1927-2004). Atendiendo a los años en los que desarrolló su producción artística, podría haberse tratado de un creador en la órbita del expresionismo abstracto, pero sin embargo nos encontramos ante un firme defensor de la pintura figurativa, en la que, como es lógico, se advierten influencias. Dichas influencias van y vienen de Oriente a Occidente, pues si bien no es difícil adivinar en sus obras ciertos rasgos del Cubismo, del Futurismo e incluso del Op Art, también es un pintor que apostó por revisar ciertas tradiciones artísticas de su país natal. Y aquí es donde tenemos que citar al estilo Nihonga, imperante en el Japón de finales del siglo XIX y principios del XX, y caracterizado por una conexión poética con la naturaleza, a través de obras espirituales, casi místicas.

Con estas dos influencias, Matazo Kayama construye una obra muy interesante y original, llena de sugerencias, en la que lo moderno y lo tradicional se dan la mano. Sus pinturas, de marcado carácter decorativo, tienen en la naturaleza su tema principal. Y dentro de ella, los animales ocupan un papel primordial. Son especialmente llamativas las obras dedicadas a las aves, como es el caso de "Frozen forest", que encabeza esta entrada, y en la que cientos de pájaros negros gravitan en torno a un punto concreto de un bosque lúgubre. Tremendamente sugerente, es sólo un ejemplo de su capacidad para crear atmósferas inquietantes, como también es el caso de "Winter´s veil".

Si nos detenemos a mirar un poco sus creaciones, nos daremos cuenta, además de las influencias antes citadas y del misterio que emanan todas las escenas, de cierto gusto por una gama cromática algo parca, en la que los negros, los ocres y los grises abunda por encima de cualquier otro color. No se trata de un estilo que invite a la felicidad, sino a la introspección, a la reflexión. Para ello, os recomiendo ver este vídeo con una selección de alguna de sus obras:


martes, 29 de marzo de 2011

Las Setas de la Encarnación


Su inauguración se ha visto deslucida por las prisas de última hora, por los intereses electoralistas de querer llegar a tiempo y porque parece que los medios de comunicación españoles no parecen prestar atención a Andalucía a no ser que sea por sucesos sensacionalistas o por la celebración de los más variados festejos. Es posible que si la construcción que hoy nos trae a este blog después de meses de inactividad hubiera tenido lugar en otro punto de la geografía española la repercusión mediática hubiera sido mucho mayor. Sólo diremos que el tiempo pondrá las cosas en su sitio. En medios internacionales comienzan a hacerse eco. Y es que hace un par de días, unas gigantescas setas crecieron en el mismo casco histórico de la ciudad de Sevilla.

El objetivo de esta fantástica estructura era revitalizar una zona del centro de la ciudad que se encontraba en franca decadencia. La idea era reurbanizar una plaza, la de la Encarnación, tras haber sido fatalmente mutilada al amparo del desarrollismo más feroz de los años 50 y 60 del pasado siglo, y cuyas huellas más devastadoras pueden apreciarse en las construcciones que jalonan la Calle Imagen. Desde esas fechas, el espacio que media entre la citada calle y la Iglesia de la Anunciación no supo ser remozado con un mínimo de dignidad por ninguna de las autoridades públicas pertinentes, ya fuera en época franquista como democrática. El destartalado mercado municipal y su cartel de "Instalación provisional, 1973" era vergonzante y una demostración tácita de la incapacidad y la falta de iniciativa de la clase política de esta ciudad.

Entrando ya el siglo XXI, siendo alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín, se convocó un concurso internacional para acometer por fin una verdadera remodelación de este espacio baldío, situado a escasos metros de centros neurálgicos como la Calle Sierpes o la Plaza de la Campana, conocidos por todos cuanto han estado en Sevilla alguna vez. El proyecto ganador se llamaba "Metropol Parasol", y lo firmaba un joven arquitecto alemán: Jürgen Mayer. Se trataba de una estructura orgánica y sinuosa de complicada ejecución. Una vez comenzadas las obras, las dificultades hicieron retrasar las obras en varias ocasiones, duplicándose el presupuesto que inicialmente estaba previsto.

Hace, como decimos, dos escasos días, las popularmente conocidas como Setas de la Encarnación se ofrecieron por fin a la ciudadanía. Enclavadas en un espacio angosto, descontextalizadas completeamente de su entorno urbanístico y junto a una iglesia jesuita de finales del siglo XVI, la extraña mole de madera emerge como una maravillosa alucinación. Inspirándose en las bóvedas de la Catedral de Sevilla y en los altos ficus de la cercana Plaza de San Pedro, la obra es absolutamente extrovertida, sorprendente y expresiva en todas sus formas y desde cualquier ángulo Habilita un espacio diáfano y reinventa todo un barrio. Sobre la estructura cabalga una pasarela con extraordinarias vistas al extenso caserío sevillano. En sus bajos se ubican las instalaciones del nuevo y remozado mercado. Y en el subsuelo se sitúan los restos arqueológicos de época romana y medieval hallados durante tantos y tantos años de excavaciones.

Metropol-Parasol es una obra atrevida, arriesgda e intrépida que supone la entrada de Sevilla en el siglo XXI y en la arquitectura de vanguardia. Ha generado, durante su largo período de gestación, innumerables críticas y bastante polémica entre los habitantes de una ciudad demasiado ensimismada en sí misma. Estamos seguros de que en no mucho tiempo los sevillanos sabrán entender los valores de esta alucinógena mole que desafía a la Historia respetándola al mismo tiempo.

Renovarse o morir...

¿Qué habría sido de París si no hubieran dejado a un loco levantar un armazón de hierro de más de 300 metros de altura?

(Imagen superior tomada del foro "Sevilla 21")




lunes, 2 de agosto de 2010

Guðjón Samúelsson.


Cuando estudiamos la evolución de los estilos artísticos en arquitectura, resulta sintomático que, en lo que a la arquitectura contemporánea se refiere, encontremos pocos ejemplos notorios dentro de la tipología religiosa. Pero eso no significa que no haya habido aportaciones de interés.

El período de entreguerras asistió al desarrollo del Expresionismo, aplicado, básicamente, a las artes plásticas (pintura y escultura). Las características del movimiento hacían poco viable un desarrollo de esos mismos presupuestos en la construcción de edificios. Sin embargo, y pese a lo que pudiera parecer, sí tenemos algunos ejemplos de arquitectura expresionista. Ejemplos quizá aislados, curiosos, caprichosos si se quiere, pero, en cualquier caso, testimonios de una época y de una sensibilidad muy concreta.

El Expresionismo fue un movimiento especialmente relevante en los países del norte de Europa. No es casualidad, por tanto, que sea en Dinamarca donde encontremos el ejemplar más destacado de arquitectura religiosa expresionista. Se trata de la Iglesia de Grundtvig, en Copenhague, construida entre 1921 y 1926 por Peeder y Kaare Klint. La fachada reproduce la estructura de un gran órgano de ladrillo que alcanza los 49 metros de altura. La finalidad del edificio queda clara al provocar en el espectador una reacción inmediata en la que priman los sentimientos sobre la razón, y la arquitectura está plenamente sometida, según vemos, a la expresividad de todos y cada uno de los elementos constructivos. Incluso la ubicación de la iglesia, con una calle marcando la perspectiva de la fachada principal, es claramente intencionada y busca esa misma respuesta en el espectador, que se verá sorprendido por la presencia de aquella gran y extraña mole de ladrillo.

Siguiendo los pasos de esta singular obra nos encontramos con la figura de otro arquitecto nórdico, como es Guðjón Samúelsson (1887-1950), de origen islandés. Él es el áutor de la portentosa iglesia que encabeza esta entrada, la Hallgrímskirkja de Reykjavik (Islandia). Comenzó a levantarse en 1948, cuatro años después de conseguir Islandia la independencia de Dinamarca. No resulta extraño, por tanto, que para levantar este edificio sirviera de inspiración la obra de un arquitecto danés, de modo que, a pesar de que se comenzara a edificar 20 años después, las conexiones resultan más o menos claras. Hay que matizar, no obstante, que este ambicioso proyecto no sería terminado en su totalidad hasta 1986. Aún así, el aspecto es bastante unitario, y todo parace indicar que se siguieron con relativa fidelidad las trazas del proyecto original de su autor, fallecido tan sólo dos años después de comenzarse los trabajos en el centro de la capital islandesa. De planta de salón y una única nave, la iglesia viene a ser una adaptación contemporánea de los templos germánicos y nórdicos de la Baja Edad Media. Una interpretación de la hallenkirchen alemana en la que sobresale una fachada sumamente original de la que su torre es absoluta e indiscutible protagonista con sus 75 metros de altitud, siendo el edificio más alto del país y una seña de identidad de la ciudad, sobre la que planea orgullosa, destacándose sobre un caserío de poca altura, y siendo visible prácticamente desde cualquier punto de Reykjavik.

Aunque más de la mitad de la población islandesa se asiente en la capital, encontramos otro núcleo urbano de relativa importancia en el norte de la isla. Nos referimos a Akureyri, ciudad en la que Samúelsson construyó su iglesia mayor, la llamada Akureyrarkirkja. Terminada en 1940, es por tanto anterior al edificio antes analizado, y en ella acusamos más influencias de la arquitectura internacional. Por ello observamos un diseño más racionalista, pero en todo caso estamos igualmente ante un edificio singular y sorprendente.
Podríamos destacar más trabajos de este interesante aunque poco conocido arquitecto, algunos de ellos dentro de la arquitectura civil, pero hemos preferido destacar sus obras religiosas, por constituir ejemplos insólitos en su época. Para terminar, citaremos la Landakotskirkja, la catedral católica de Reykjavik, Mucho más conservadora en sus planteamientos, la obra es anterior a las dos anteriormente citadas. Concretamente se trata de un templo terminado en 1929, y obedece a una estética claramente neogótica, lo cual nos hace ver la influencia medieval antes anotada, tan presente en Europa Septentrional en todas las épocas.

sábado, 24 de julio de 2010

Banksy, jugando con el entorno


Hoy vamos a hablar de un artista misterioso. Sólo sabemos su apodo. Desconocemos su nombre real, su aspecto, e incluso su año de nacimiento. Bansky es únicamente el pseudónimo utilizado por un graffitero británico cuya popularidad ha sido tal que incluso se han realizado exposiciones y retrospectivas sobre su obra. Se cree que nació en 1974, pero pese a ser un artista joven y contemporáneo, poco o nada conocemos sobre su vida. Sí sobre su obra, contestataria y rebelde, fijada en los muros de ciudades como Londres o Bristol, de donde se supone que es originario. Su actividad creativa comienza a finales de los 80 y principios de los 90 del siglo XX, época en la que el mundo del graffiti está en continua efervescencia, especialmente en los países de la órbita occidental.

Aunque en los últimos años comienza a cambiar la tendencia, es evidente que el arte urbano no ha gozado de un verdadero reconocimiento por parte de los especialistas en arte. Pero lo cierto es que artistas hoy muy cotizados fueron claros exponentes de esta manifestación cultural, muchas veces denostada por las admistraciones públicas, que veían, y aún hoy siguen viendo, lamentablemnete en muchos casos, actos de vandalismo más que expresiones de la cultura popular. Nombres como Haring (al que dedicamos una entrada en este blog), Basquiat o el artista que hoy nos trae hasta aquí son ejemplos de creadores especialmente dotados que no deberían pasar nunca desapercibidos, y pasar a las páginas de la historia del arte de nuestro tiempo. Quizás más que otros que ya están, y que pocos entienden. Al fin y al cabo, el Arte viene a ser un documento de su tiempo.

Bansky es un artista especialmente interesante, no sólo por su acertada gama cromática, no sólo por su elegente sentido de la composición. Ni siquiera por su temática, popular y social a un mismo tiempo, desenfadada y ácida a la vez. De él destacamos por encima de cualquier virtud su capacidad para interactuar con el entorno. Sus actuaciones no son invasivas, sino que logran integrarse en el muro de tal forma que parecen haber sido concebidas para estar ahí, constituyendo, en algunos casos, auténticos trampantojos, como el que vemos en la imagen de arriba, en la que una asistenta doméstica parece descubrir al espectador la verdadera naturaleza que tiene ante sus ojos.

Para entender mejor la obra de este sensacional y enigmático artista, veamos otros ejemplos:

Comenzamos con esta especie de homenaje a los primeros graffitis de la Humanidad, las pinturas rupestres del arte paleolítico. El artista nos plantea con fina ironía la posibilidad de que éstas se hubieran perdido de haber existido en aquella época organismos encargados de su eliminación, tal y como ocurre hoy día a muchos artistas callejeros.

En esta otra, un operario municipal parece haber continuado pintando la doble línea continua de prohibición de aparcar para crear, con ese doble trazo, una gigantesca flor.

Aprovechando la existencia de un macetero junto a una pared, Bansky sugiere en esta creación la sencilla historia de un gato y una niña, utilizando tan sólo el color negro.

Sirviéndose también del entorno, en esta otra imagen nos muestra la aparición de un esqueleto remando en una pequeña barcaza.

En este otro caso, se trata de un trampantojo de un cajero automático que intenta devorar a una niña, haciendo una ácida crítica al capitalismo más salvaje.

Esta curiosa instantánea nos viene a decir que incluso las fuerzas de seguridad son susceptibles de cometer algún altercado público, haciendo quizás alusión a su situación de artista no comprendido por las autoridades públicas.

Aquí, una chica salta a la comba, cuya cuerda se extiende también por el suelo.

En este otro caso, aprovecha un hueco en la pared para colocar a un pequeño rapero al que no le falta ni la radio ni la cadena de oro.

Incluso juega con obras de otros graffiteros para crear obras nuevas en als que no falta el sentido del humor y, como siempre, la ironía.

Muchos, muchos más ejemplos podríamos poner. Pero para no ponernos pesados, dejamos por aquí estos, y animamos a todos a que descubran el resto.

sábado, 8 de mayo de 2010

Urbanismo Medieval en la ciudad de Sevilla



Aunque la foto tiene casi un mes, nunca es tarde si la dicha es buena. Y es que el pasado 12 de Abril tuvo lugar una visita al centro de Sevilla con los alumnos y alumnas de la ESA (Educación Secundaria de Adultos) del IES "Federico Mayor Zaragoza" de Sevilla. Los objetivos iban enfocados fundamentalmente al reconocimiento del urbanismo medieval de la ciudad, así como de algunos de los vestigios más importantes que del pasado islámico se conservan en todo el casco antiguo.

La actividad tuvo su punto de partida a las 17:00 en la Puerta de Jerez. Desde allí, nos encaminamos a la Torre del Oro, que formó parte del recinto amurallado, consituyendo un destacable elemento defensivo en la ribera del Guadalquivir durante la época almohade. Pudimos seguir después la trayectoria del muro que enlazaba con el recinto del Alcázar, pasando por la Torre de la Plata y la Torre de Abdelazis. Una vez en el Patio de Banderas, que podéis ver en imagen, tuvimos la oportunidad de realizar un laberíntico paseo por las calles de los barrios de Santa Cruz y la Judería. Ambos nos ofrecen testimonios certeros del urbanismo medieval, y más específicamente islámico, visible por el entramado irregular, las calles estrechas y la presencia de adarves o calles sin salida, que explican el carácter privado que para los musulmanes tenía la vivienda, normalmente con pocas aberturas al exterior. Volvimos a la zona monumental a través del también interesante barrio de la Alfalfa, para ver los restos que de la antigua mezquita almohade conserva la Catedral de Sevilla. Estos son visibles no sólo en el imponente alminar de finales del siglo XII que le sirve de campanario (añadido por Hernán Ruiz en 1568) sino también el llamado patio de los naranjos, primitivo sahn (patio para abluciones) de la mezquita. Desde allí nos fuimos a la Iglesia del Salvador, para poner en práctica la misma teoría, pero en este caso a través de lo que fue la más antigua Mezquita de Ibn Adabbas, que conserva igualmente restos en el patio, así como en el primer cuerpo del alminar. En uno y otro caso observamos cómo las distintas civilizaciones van superponiéndose en los recintos sagrados para dejar buena muestra de su poder, en este caso a través del elemento religioso.

El día se comportó con nosotros y pasamos un rato ameno a la par que relajado. Como colofón a tan cultural tarde, nos tomamos un par de cervezas en la Plaza del Salvador, que tan bien recibe siempre a propios y extraños en sus dos fantásticas bodeguitas.

En la imagen, un momento de nuestro recorrido: La Giralda desde el Patio de Banderas. De izquierda a derecha: Emilio, Rafa, Marcos, José Manuel, Rocío, Gonzalo y Mercedes.

viernes, 30 de abril de 2010

Delvaux sueña en silencio

El mundo de los sueños, que tanto interpretó el Surrealismo a nivel pictórico, escultórico, literario e incluso cinematográfico a partir de la década de los años 20 del pasado siglo, tuvo en su época un digno y curioso representante en Paul Delvaux (1897-1994). De nacionalidad belga, y aunque comenzó siendo un pintor de tendencia expresionista, pronto se sintió influenciado por su compatriota René Magritte, autor adscrito al Surrealismo desde sus comienzos, allá por 1926. Magritte, que juega en no pocas ocasiones con el juego de las apariencias y los equívocos, fue un punto de referencia para que Delvaux creara obras como Mujer ante el espejo o La Aurora, por citar sólo unos ejemplos. Si nos fijamos, el tratamiento del cuerpo desnudo, especialmente el femenino, es una de las constantes temáticas repetidas con insistencia a lo largo de su evolución creativa. Observamos cómo las mujeres pueblan unos paisajes oníricos, nocturnos la mayor parte de las veces (enfatizando así la idea del sueño), y en todos ellos parece percibirse la presencia de algo tan etéreo como el silencio.

En efecto, los personajes de Delvaux no parecen hablar, sino deambular por un paisaje normalmente desolado y hostil en el que las estaciones de ferrocoarril, por un lado, y los edificios clásicos, por otros, parecen servir de marco a las silenciosas escenas. Es quizás en esta extraña capacidad para reproducir los silencios donde reside parte del encanto de este pintor, cualidad esta que comparte con el pintor italiano Giorgio de Chirico, en el que el recuerdo a la arquitectura grecolatina es también una constante.

Consideramos que la producción artística de Delvaux es sumamente interesante, y que el hecho de que quede eclipsado por otras figuras del Surrealismo como Dalí, Miró, Magritte o Ernst no debe ser un obstáculo para seguir profundizando en su mundo, en su fantástico e intangible mundo.

Galería de imágenes de Paul Delvaux

Web del Museo Paul Delvaux



martes, 13 de abril de 2010

El sueño de Marc



Franz Marc (1880-1916) es uno de los pintores más destacados del Expresionismo. Movimiento artístico y cultural de gran vigencia durante el llamado período de Entreguerras, tuvo especial importancia en los países del norte de Europa. El caso más significativo fue el de Alemania, donde se fraguaron dos de los movimientos más conocidos del Expresionismo, como son Die brück (El Puente) y Der blaue reiter (El Jinete Azul). Este último fue fundado en Múnich en el año 1911 por Wassily Kandinsky y Fran Marc, formando parte del mismo pintores como August Macke, Paul Klee o Gabriele Munter, entre otros. Las diferencias existentes entre los pintores de El Puente y los de El Jinete Azul estriba principalmente en un tratamiento más dramático de los personajes y las temáticas en el primer caso, lo que se traduce también en una pincelada más vigorosa, más gruesa, más matérica. Por contra, los pintores de El Jinete Azul nos muestran una cara algo más amable, en la que el color cobra más protagonismo, entre otras cosas porque muchos de sus integrantes sentían cierta atracción por movimientos artísticos coétaneos, más experimentales desde un punto de vista más formal que temático, como son el Cubismo y el Fauvismo.

Estas dos influencias, Fauvismo y Cubismo, se integran de forma magistral en uno de los pintores más amables del grupo expresionista, como es Franz Marc. En sus cuadros predominan los colores primarios, saturados, llenos de fuerza, que nos transmiten vitalidad y un sentimiento de admiración por la naturaleza. Así, la temática se centra especialmente en paisajes de bosques y selvas en los que habitan caballos, zorros, tigres o vacas. Resulta muy curioso, y también muy característico del autor, el hecho de que se haya utilizado el color de una forma totalmente arbitraria, algo que nos remite directamente al Fauvismo, ya avanzado, en cierto modo, por Paul Gauguin, del que estuvimos hablando en la anterior entrada.

La conjunción de todos estos elementos dan como resultado unas obras vitalistas, llenas de vida, que en cierto modo constituyen un soplo de optimismo, al menos si establecemos una comparación con otros pintores expresionistas de su misma época.

En la imagen: El sueño, 1912, Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid)

domingo, 28 de febrero de 2010

Un pintor en Tahití


Paul Gauguin (1848-1903) fue uno de los pintores más atrevidos de finales del siglo XIX, y ocupa un lugar destacado en la Historia del Arte no sólo por su producción artística, sino también por la influencia que ésta ejerció sobre movimientos artísticos posteriores. Él es uno de los llamados postimpresionistas. Un creador que, partiendo del Impresionismo, logró crear un estilo propio, un sello inconfundible, hasta conformar algo totalmente novedoso y alejado de todo lo que el resto de los artistas de su tiempo realizaban.

Gauguin era sin duda un personaje peculiar. Cansado de su trabajo en la banca y del ruido de la gran ciudad, huirá de París en diferentes ocasiones hasta que por fin se dedique en cuerpo y alma a la tarea de pintar. Fruto de esas escapadas tenemos los cuadros de temática simbolista y religiosa realizados en Bretaña, como El cristo amarillo y La visión después del sermón. Vinculado por siempre a Vincent van Gogh, en cuya casa de Arles pasó una temporada y de la que quedan muestras tan emocionantes como el Retrato de Van Gogh pintando girasoles, Gauguin se especializó en dotar a sus obras de un extraordinario colorido, donde los amarillos y los rojos brillan saturados, potentes. No le importó lo más mínimo ir alejándose de la reproducción mimética de la realidad, y así se explica que entre sus imágenes veamos árboles rojos, ríos verdes, caballos azules o cristos amarillos. Esta utilización arbitraria del color no pasó desapercibida después de su muerte, y fue retomada por diversos artistas, entre los que destacan especialmente los Fauvistas.

Su obra no hubiera sido la misma, sin embrago, si no se hubiera acercado con la sinceridad de un niño a culturas exóticas de los confines del mundo. Logró alejarse del mundanal ruido, que tan poco le gustaba, cuando fijó su residencia en Tahití (Polinesia). Se introdujo de lleno en la cultura de los pobladores indígenas de la isla, llegando a titular los cuadros en la lengua autóctona de los personajes retratados. Este conjunto de obras pintadas en Tahití resulta insólito y lleno de calidad. Nos muestra a un Gauguin completamente original, lleno de luz, de color, y en cada cuadro, en cada imagen, hay un símbolo que leer. Puesto que no se trataba únicamente de dejar constancia de lo que se veía. Había nacido el Arte Contemporáneo.

En la imagen: Arearea



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