martes, 28 de abril de 2009

Postdam Rococó



Vamos a empezar a hablar del Barroco por el final. Es cierto que la arquitectura barroca europea tuvo grandes momentos en Italia de la mano de Bernini y Borromini, o en Francia, al amparo de la corte de Versalles. Pero no hay que olvidar el extraordinario desarrollo que tuvo el estilo en Centroeuropa en su fase más avanzada. Arquitectos como Fischer von Erlach, Andreas Schlüter o Daniel Pöppelmann dieron forma a un tardobarroco exuberante, de imponentes cúpulas y profusa decoración.

Poco antes de mediar el siglo XVIII, el Barroco era un estilo que sentía evidentes síntomas de agotamiento, por lo que la evolución que éste estuvo marcada por el desarrollo de la decoración, que pasará a ser la protagonista de los edificios, más que su propia estructura o su concepción espacial. Es así como llegamos al Rococó, bello e inquietante epílogo, que despliega ante el espectador esa llamativa e imaginativa gama de motivos decorativos sin otra pretensión que la de llamar la atención. En este sentido, el carácter funcional pasa a un segundo plano, y el Rococó se convierte así en un subestilo que utilizarán las más importantes cortes europeas del momento. Es especialmente significativo el desarrollo alcanzado en Francia, pero también en Alemania, en donde nos encontramos no pocos palacios de rocambolescas plantas y exultantes jardines.

Muy cerca de Berlín se encuentra la pequeña ciudad de Postdam. Allí, el visitante podrá encontrar un conjunto de palacios, edificados en su mayor parte durante el siglo XVIII. Todos ellos se encuentran rodeados de jardines y fuentes, y no destacan únicamente por sus caracteres arquitectónicos, sino que también conservan en sus interiores interesantes muestras de mobiliario rococó, artificioso y pretencioso, rozando a veces aquel concepto -también alemán- del kitsch.

De las muestras palaciegas que Postdam nos ofrece, el caso más interesante puede ser perfectamente el Palacio de Sanssouci. Antecedido por un conjunto de esculturas, fuentes y jardines dispuestos en diversas terrazas curvas de forma escalonada, el visionado de su fachada es de gran fuerza plástica. Precisamente, esta fachada nos muestra además algunas de las constantes del Barroco en cuanto a lo teatral, lo sorpresivo y lo, hasta cierto punto, artificioso, en relación al gusto por las líneas curvas y las estructuras cupulares, que crean una continua sensación de movimiento y de contrastes lumínicos. Edificado en 1744 por el arquitecto Von Knoblelsdorff, tiene la particularidad de ser tan sólo de una planta. Esto le da una aparente sencillez que contrasta sin embargo con la decoración escultórica en la que no faltan figuras de atlantes de gran calidad.

Una curiosa construcción en un entorno privilegiado. Imprescindible una escapadita en tren para todo aquel que se pase por Berlín.

En la imagen, el autor del blog ante el Palacio de Sanssoucci. Agosto 2007.





lunes, 27 de abril de 2009

Juan de Juni y el nacimiento de la imaginería española



Aunque hay teóricos que afirman que fuera de Italia no hubo un verdadero Renacimiento, y todo lo realizado fuera de dicho país durante el siglo XVI es una mera imitación de los modelos italianos basada más en la forma que en el contenido, lo cierto y verdad es que gracias al desarrollo de la imprenta, al florecimiento urbano y comercial, y a los viajes de ida y vuelta realizados por artistas de diversos países, fructificaron carreras artísticas más allá de la península itálica que, en cierto modo, vinieron a ser versiones nacionales del estilo.

España no fue una excepción, y en el campo de la escultura asistimos a variadas tendencias, claramente diferenciadas. Por un lado, los artistas de clara influencia clásica, con los Leoni a la cabeza, que desarrollaron su labor en el último tercio del siglo XVI en un ambiente cortesano. Mucho antes que ellos, durante el primer tercio del siglo XVI, fueron las figuras de Diego de Siloé y Damián Forment las que, con un lenguaje aún retardatario, dieron paso a una labor escultórica nueva, especialmente centrada en el mundo del retablo.

Entre estos dos grupos de escultores, cabe situar el nacimiento de lo que en España se ha llamado imaginería, y que tiene mucho que ver con dotar a las figuras religiosas de un hálito de divinidad que llegue fácilmente al espectador, para así conmover la fe de los creyentes a través de la emoción y del sentimiento. Los dos primeros escultores que realizaron esta labor en nuestro país fueron Alonso Berruguete y Juan de Juni (1507-1577). Ambos recibieron formación artística italiana. En el caso de Juni, esas influencias clasicistas se mezclan con las improntas francesas y las propiamente españolas.

Valga como ejemplo este Entierro de Cristo, sin lugar a dudas una de sus obras más célebres, que pone de manifiesto las influencias antes citadas, pero muy especialmente todo lo relativo a lo que aludíamos acerca de las intenciones del imaginero, en tanto en cuanto el escultor ofrece al espectador todo un cúmulo de sensaciones fácilmente perceptibles, para que estas sean rápidamente asumibles en un ejercicio de empatía entre el creyente y el capítulo religioso que allí se cuenta. En este caso, asistimos a un teatral entierro de Cristo. A pesar de que el conjunto escultórico haya sido concebido para ser contemplado desde un sólo punto de vista, está dotado de un concepto muy escenográfico. En él interactúan dramáticamente todos los personajes que acompañaron a la madre doliente en tan duro trance, y se resuelven en actitudes de dolor que poco tienen que ver con la belleza clásica, y que más bien adelantan lo que será la escuela castellana de imaginería que se desarrolle durante el Barroco, con la figura estelar de Gregorio Fernández a la cabeza. En efecto, ese concepto teatral, que anticipa el Barroco en una fecha tan temprana como 1543, queda remarcado por la figura de José de Arimatea, que ofrece una espina de la corona de Cristo al espectador, al que mira y al mismo tiempo introduce en la escena, haciéndolo partícipe por tanto del momento representado. Es, en cierto modo, una forma de invitar al fiel al entierro. He aquí la labor del imaginero. He aquí un anticipo de lo que habrá que venir en el seiscientos español.

En la Wikipedia hay un artículo bastante completo sobre este escultor


domingo, 26 de abril de 2009

Bomarzo



Bomarzo es sinónimo de Manierismo.

A finales del primer tercio del siglo XVI, las fórmulas renacentistas parecían agotarse en una Italia en constante revolución artística y cultural. Grandes genios del Alto Renacimiento, como Rafael y especialmente Miguel Ángel, empezaban a traicionar los preceptos clásicos y alteraban libremente los esquemas compositivos heredados de la Antigüedad para, a partir de ellos, crear algo absolutamente nuevo. Estos artistas abrieron paso a lo que ya por aquel entonces fue conocido como Manierismo, y que supone un tránsito entre el Renacimiento y el Barroco. Aún pendiente el debate de si considerar al Manierismo un estilo artístico, éste viene a poner de manifiesto un amaneramiento de las formas clásicas. El Manierismo, así, es alargamiento, es artificio, es desequilibrio. En cierto modo, el Manierismo es lo Anticlásico. Si el Renacimiento es lo apolíneo, lo sosegado, el Manierismo es lo dionisíaco, lo pasional. Un buen aperitivo para el que será el estilo de los sentidos: El Barroco.

En la nómina de los artistas considerados manieristas, nos encontramos a interesantes personalidades. Basta sólo recordar a Bronzino o Pontormo, o al mismo Greco.

Pero nada mejor para comprender el fenómeno manierista que acercarse al Parque de Bomarzo, en Italia. El popularmente llamado jardín de los monstuos estuvo bastante descuidado no hace tanto tiempo, pero desde hace unos años se ha vuelto a revalorizar, lo cual no significa que sea masivamente visitado, ni que esté en la clásic ruta turística de la Italia del Renacimiento. Se trata de un conjunto monumental situado en un sombrío bosque ubicado en la zona central de la Península Itálica. Realizado a mediados del siglo XVI por Pirro Ligurio, se compone de un interesantísimo grupo de esculturas que sorprenden al visitante entre los senderos abiertos en un viaje iniciático en el que lo misterioso y lo atemporal se dan la mano de manera verdaderamente sorprendente. Estos monstruos manieristas, realizados en piedra granítica, son a veces de un tamaño considerable, y su visionado resulta impactante, como también lo son las construcciones anticlásicas que salpican este alucinante escenario, y entre las que merece la pena destacar la casa inclinada que encabeza esta entrada, y que es un ejemplo esclarecedor del desequilibrio típicamente manierista.

Un rincón por visitar... mejor en una mañana lluviosa...



sábado, 18 de abril de 2009

Botticelli y la Belleza




Está claro. Si pensamos en el ideal de la Belleza femenina, siempre viene este autor a nuestro imginario. Sandro Botticelli (1445-1510) es uno de los pintores más representativos del Quattrocento Italiano. Él es el responsable de algunas de las pinturas más célebres del Renacimiento. Las que todo el mundo recuerda. El responsable del Nacimiento de Venus, de la Primavera o de La calumnia, por poner tan sólo los ejemplos más conocidos.

Boticelli tiene el privilegio de ser un pintor muy valorado en la actualidad. Conecta, en cierto modo, con la sensibilidad de nuestro tiempo. Es, a la vez, un artista que conectó plenamente con los años que le tocó vivir. En la Florencia del Neoplatonismo. De la Belleza Apolínea, reposada. De los mitos clásicos. De lo Inmortal. Ya sea a través de dioses y diosas del Olimpo, ya con retratos contemporáneos, sus representaciones humanas, especialmente las femeninas, están impregnadas de un sentido de la Belleza atempotral y plenamente lleno de magnetismo.

Es común que muchos artistas tomen como modelo la figura de un ser cercano para sus representaciones. En el caso de Botticelli, la elegida fue la bellísima Simoneta Vespucci, a tenor de lo que nos encontramos en su producción pictórica. Sea como fuere, hoy os traigo este maravilloso retrato de perfil, síntesis de su obra, que nos pone sobre la mesa alguna de sus constantes: Aparte de la belleza antes aludida, nos habla del afán dibujístico y detallista del pintor, en contraposición, por tanto, al carácter volumétrico que intentan dar a su obras algunos de sus contemporáneos, como Masaccio o Piero della Francesca. Basta con observar detenidamente el delicado peinado de esta mujer para darnos cuenta de lo que decimos.

Belleza y más Belleza.

¿Qué está más cerca de la Belleza? ¿La Belleza o las obras de Botticelli?


Juzguen ustedes:








miércoles, 15 de abril de 2009

El Ayuntamiento y paseo cultural por Sevilla


Tras el paréntesis de las vacaciones, y antes de entrar de lleno en la tercera evaluación, me gustaría recordar la visita que realizó al centro de Sevilla parte de la clase de Educación Secundaria de Adultos del IES "Federico Mayor Zaragoza" de Sevilla.

La visita, que la hicimos una semana antes de las vacaciones, tuvo su punto de partida en la Puerta de Jerez a eso de las cinco de la tarde. El objetivo era aplicar a la práctica algunos de los conocimientos adquiridos sobre Arte y Urbanismo en las clases. Así, lo que primero que hicimos fue visitar el conjunto de torres defensivas que unían el recinto del Alcázar con la ribera del Guadalquivir, y que tienen en la Torre del Oro su máximo exponente. A continuación, pudimos apreciar los restos de la antigua mezquita aljama de la ciudad, con la Giralda como emblema, monumento que también tuvimos la suerte de analizar, junto a la imponente Catedral gótica, desde una terraza cercana. Tras recorrer algunas calles del entorno de los barrios de Santa Cruz y la Judería, recalamos en la fachada del Ayuntamiento de Sevilla, que podéis ver en la imagen. Sin duda alguna, uno de los más destacados ejemplos del Primer Renacimiento en España. En nuestra visita tampoco faltaron referencias al riquísimo patrimonio barroco de la ciudad, algo que hicimos en la Capilla de San José y en la felizmente restaurada Iglesia Colegial del Salvador, lugar en el que se dio por concluida la visita, no sin antes tomar un par de cervezas como recompensa a tan cultural tarde.

En la imagen, el Ayuntamiento de Sevilla se prepara para la Semana Santa con la instalación de los palcos de la Plaza de San Francisco.

Posando, de izquierda a derecha: María José, Pili, Pilar, Manuela, Gonzalo, Carlos, Carmelo y Lorena.


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