jueves, 26 de febrero de 2009

Miguelete


El Miguelete -Micalet en valenciano- es una construcción singular. Tanto es así que su popularidad supera con creces a la de la catedral valenciana, a la que se adosa y sirve de campanario. Estamos ante una obra muy popular dentro y fuera de la hermosa ciudad de Valencia, que bulle de emoción estos días ante la proximidad de la gran fiesta. El Miguelete ha visto muchos de los grandes acontecimientos de la ciudad. Y, año tras año, contempla el espectáculo de luz y sonido de las Fallas. Es un monumento que está permanentemente en la memoria de los valencianos. Una verdadera seña de identidad. Un emblema.

Centrándonos en lo puramente artístico, el Miguelete no es más que el campanario de una catedral gótica española. La construcción de la Catedral de Valencia tenemos que relacionarla con el auge experimentado por la burguesía del ámbito mediterráneo hispano hacia el siglo XIV. Dicho auge vino acompañado, lógicamente, de un florecimiento urbano, del que dan buena muestra las catedrales góticas levantadas en la antigua Corona de Aragón durante dicha centuria; catedrales como las de Gerona, Barcelona o Palma de Mallorca son otros dignos ejemplos a tener en cuenta. La de Valencia, sin embargo, suele aparecer menos en la historiografía artística. Pero es una obra sumamente interesante, que presenta cierta sencillez constructiva, pero una gran contundencia como edificio. Fue levantada, como otras obras, sobre edificios religiosos preexistentes. Presenta un conjunto de portadas entre las que destaca la principal, poderosa y escenográfica obra barroca del siglo XVIII. Posee elementos sumamente interesantes, como la denominada Obra Nova, del siglo XVI. Es, como muchas catedrales, un conjunto constructivo que, si bien fue edificado principalmente en estilo gótico, ha sufrido no pocas reformas en épocas posteriores.

Respecto al campanario, que hoy nos trae aquí, fue iniciado durante el último tercio del siglo XIV, concluyéndose a principios del siglo XV. Se trata de una torre de planta poligonal cuyo máximo desarrollo decorativo se alcanza en su parte superior, que presenta el repertorio decorativo propio del Gótico, a base de arcos apuntados y gabletes. Se inscribe plenamente dentro de la estética del gótico mediterráneo, y presenta paralelismos con obras anteriores, caso del campanario de la Catedral de Lérida, obra de transición entre el Románico y el Gótico. El curioso nombre con el que se denomina a este campanario se relaciona con la gran campana que alberga en su interior, que al parecer fue bendecida en la festividad de San Miguel.

El conjunto crea una siuleta fácilmente reconocible, de gran belleza plástica. Y vuelve a mostrarnos nuevamente que el Arte está vivo en la medida en que hay obras que, como ésta, no sólo sigue cumpliendo la función con la que fueron creadas, sino que además se convierten en señas de identidad de toda una ciudad.

Pincha en este enlace para informarte más sobre la Catedral de Valencia


martes, 24 de febrero de 2009

La Catedral de Siena


Puede considerarse el Gótico como el gran estilo internacional de la Edad Media. Aunque el Románico constituye la primera experiencia artística conjuntamente experimentada en todo el continente, con el Gótico se llega a más, pues el estilo consiguió afianzarse durante más tiempo, a lo largo de toda la Baja Edad Media, y supo evolucionar. Además, se da la circunstancia de que en cada zona geográfica se dieron una serie de peculiaridades nacionales, verdaderas señas de identidad. Así, no es el mismo Gótico el que se da en Alemania que en Italia.

Aunque el Gótico tuvo su origen en Francia, y las primeras catedrales influyeran en mayor o menor medida en obras góticas del siglo XIII, no a todos los lugares llegó el estilo de manera fiel. Así, el caso del gótico italiano es especialmente interesante, habida cuenta de la libre interpretación que se hizo del estilo. Así, en el gótico italiano no apreciamos el interés ascendente de las obras góticas. Por ende, son edificios marcados por una horizontalidad que tampoco requiere de grandes ventanales ni de suntuosas vidrieras para la entrada de luz. Una de las razones de estas anomalías pueden encontrarse en la importante huella dejada por el arte romano y por todo lo relacionado con el clasicismo. Así, una de las notas más características, perfectamente visible en esta Catedral de Siena, es la utilización de paneles de mármol como motivo ornamental, dando un aspecto bícromo a toda la construcción. La ausencia o la menor presencia de las vidrieras se suple, a nivel ornamental, con una serie de mosaicos de influencia bizantina, sustituyendo también a una escultura ornamental de menor protagonismo que en las obras clásicas del estilo.
En esta obra pueden apreciar todas estas constantes que decimos. Aunque presenta un triple acceso en el que las portadas aparecen coronadas por gabletes típicamente góticos, y en la parte alta de la fachada se desarrollan elementos propios del estilo entre los que se sitúa, en el centro, un poderoso rosetón, otros elementos, sin embargo, remiten a cuestiones específicamente italianas. Es el caso de la utilización de lo mármoles antes comentada, o la presencia del campanile, algo que se había desarrollado ampliamente en el Románico. Si bien es cierto que en este caso no aparece exento del resto del edificio, sí que presenta elementos retardatarios que nos hablan de un Gótico, el italiano, no lo suficientemente arraigado, y que además fue sustituido tempranamente, pues a principios del siglo XV se asistía en toda la zona al Renacer de la Antigüedad.
De cualquier manera, destaquemos hoy esta imponente obra gótica italiana, ejemplo de la arquitectura del siglo XIII, y que tiene con la Catedral de Orvieto parentescos más que evidentes.

miércoles, 18 de febrero de 2009

El frontal de los apóstoles

Para terminar el recorrido por el Arte Románico, vamos a hacer referencia a un grupo de obras que, aunque aparentemente menores, resumen sin embargo parte del espíritu y de la estética colorista que caracterizó las artes plásticas románicas, y más concretamente la pintura. Esta circunstancia, que ya hemos apuntado al hablar de las pinturas murales, son igualmente perceptibles en los frontales de altar, de los que encontramos diversos ejemplares de calidad en el ámbito catalán, obras en gran medida conservadas en el Museo Nacional de Arte de Catalunya (Barcelona).
Estas obras fueron realizadas con la técnica del temple sobre tabla. Los frontales de altar suelen presentar una distribución supeditada al tema representado, pero apuestan en su mayor parte por una disposición en registros, de tal forma que vienen a ser un cómic medieval, que bien nos puede hablar de la vida de un santo, o de algún capítulo bíblico. Esto nos vuelve a llevar nuevamente al carácter pedagógico, sencillo y directo, que las representaciones figurativas tuvieron durante estos siglos. Obras como el Frontal de San Quirze o el Frontal de Aviá son bastante conocidas, y muestra de todo cuanto decimos.
Sin embargo, queremos destacar hoy el Frontal de los Apóstoles de Urgel, que encabeza esta entrada, y que tuve la ocasión de redescubrir la semana pasada cuando en clase abordábamos los contenidos relativos al Arte Románico. Actualmente se encuentra en la gran pinacoteca barcelonesa antes citada, pero procede de la diocésis de Urgel, en el Pirineo catalán, muy cerca ya de Andorra. El tema es fácil de identificar: En el centro, Cristo en majestad aparece enmarcado por una doble mandorla. Lo flanquean a izquierda y derecha los apóstoles, distribuidos de forma escalonada y simétricamente en dos grupos de seis. Todos ellos aparecen nimbados y portan los atributos fijados por la tradición iconográfica, como es el caso de San Pedro, especialmente llamativo por portar las llaves. El conjunto, que presenta una clara estructuración en tres zons perfectamente delimitadas, queda enmarcado por una cenefa en la que los motivos vegetales son protagonistas. Toda la obra rezuma un gran colorido en el que las figuras de Cristo y los apóstoles son determinantes, pero tanto o más que aquellos es la sabia distribución de lo colores, entre los que destaca una gama cromática que se centra, sobre todo, en el amarillo y el naranja, a partir de los cuales se estuctura toda la composición. El resultado es el que ven: Una obra llena de vida, llena de color. Una pintura plenamente moderna... ¿o acaso no puede haber modernidad en la Edad Media?

lunes, 16 de febrero de 2009

Un calendario del siglo XII



La pintura románica española tiene cita obligada en el Panteón Real de la Colegiata de San Isidoro de León. Lo es por la cantidad y por la calidad. Es, digámoslo así, como una capilla sixtina románica.
Aunque en las entradas precedentes hemos alertado de la importancia de la Iglesia en la época, y hemos insistido en que gran parte del patrimonio artístico tiene una relación directa con el Cristianismo, hoy vamos a aludir a un conjunto de pinturas que sin embargo abordan una temática profana. No quiere decir que este panteón rehúya de la iconografía religiosa. Al contario. Entre sus bóvedas encontramos representaciones de la Anunciación de los pastores, de la Matanza de los inocentes, de la Sagrada Cena, e incluso el omnipresente Pantócrator rodeado del Tetramorfos, escenas todas ellas de una gran calidad. Sin embargo, hoy nos vamos a fijar en el intradós de los arcos de dicho pantetón, pues presentan un calendario agrícola del todo interesante. Cierto es que esta temática no es ni mucho menos insólita en el Medievo, pero, por su calidad, merecen su atención estas pinturas, que nos acercan un poco más a la vida cotidiana de los hombres de la época, esto es, de la primera mitad del siglo XII.
Estas pinturas nos muestran de forma sencilla los quehaceres típicos de cada mes. Así, si en Febrero es necesario resguardarse del frío, en Julio hay que segar el trigo; si en Abril se plantan árboles, Septiembre es el mes de la vendimia, y Noviembre de la matanza. Así todos los meses, el resultado final es un recorrido colorista por algunas de las costumbres del siglo XII. Unas sensacionales pinturas cuya temática profana permite un notorio alejamiento del hieratismo que inunda buena parte de la estética románica, si bien en este caso de León se apueste por un mayor naturalismo.
En este enlace podrás conocer más sobre el Panteón de San Isidoro de León
Y en este otro, algunos detallitos más sobre este calendario

sábado, 14 de febrero de 2009

El Infierno en Conques


Entre las mejores muestras de escultura románica se encuentra, sin lugar a dudas, este tímpano que podéis ver en la imagen. Forma parte de la Iglesia Abacial de Santa Fe de Conques, un ejemplo acabado de iglesia de peregrinación y excelente muestra del Románico francés, que tanto influyó en la conformación del estilo a nivel europeo.
Al margen de las innegables calidades a nivel arquitectónico, lo que hoy nos trae aquí es su decoración escultórica, y más concretamente este soberbio tímpano, verdadero emblema de la sensibilidad religiosa de los siglos centrales de la Edad Media.
El hecho de que la arquitectura sea el arte rector del Románico no conlleva que las realizaciones escultóricas y pictóricas estén exentas de calidad. Cierto es que la arquitectura condiciona en buena medida la escultura y la pintura en esta época, dado que gran parte de estas obras están supeditadas a los edificios de los que forman parte. Pero es necesario valorar todo el aparato decorativo de las mismas, para darle la importancia que merecen.
Hay que recordar que las artes plásticas cumplieron en esta época un papel pedagógico y educativo de cara a una sociedad en su mayor parte analfabeta. Hay que recordar también el extraordinario poder de convicción que entonces tenía la Iglesia. Sólo así entenderemos la estudiada iconografía, que tiene en las portadas de los templos su máxima expresión. Pongamos como ejemplo esta iglesia francesa, que en su portada principal presenta un tímpano decorado con el tema del Juicio Final, probablemente uno de los más prodigados por aquel entonces. En este caso, la escena se dispone y se adapta al marco arquitectónico a través de una serie de bandas horizontales y está presidida por la figura del Cristo en majestad, esto es, la Maiestas Domini heredada del Pantócrator. Dicha figura queda enmarcada en una mandorla, y sirve de lugar central en torno al que se sitúa, a la derecha, el Paraíso con los elegidos; y a la izquierda, el Infierno con los condenados. Esta última parte nos resulta más interesante, en tanto en cuanto posibilita al artista desplegar todo el imaginario medieval, excepcionalmente tratado en la clásica obra La Edad Media Fantástica de Jurgis Baltrusaïtis. La figura de Satanás aparece castigando los siete pecados capitales: Envidia, Lujuria, Ira, Gula, Avaricia, Soberbia y Pereza. Un conjunto de seres monstruosos y grotescos deambulan abigarrados haciéndole ver al fiel que el pecado les llevará a la peor de las pesadillas. Una imagen valiendo más que mil palabras.

miércoles, 11 de febrero de 2009

El Monasterio de Santa María La Real de Aguilar de Campoo


Dado el extraordinario poder alcanzado por la Iglesia durante la Edad Media, la mayor parte de las manifestaciones artísticas estuvieron patrocinadas por esta institución. Ya sea en los grandes templos de peregrinación, de los cuales la Catedral de Santiago de Compostela es referencia obligada, ya sea en las pequeñas iglesias rurales que jalonan el territorio europeo, como vimos en la última entrada, los siglos del Románico están marcados por la presencia de una Iglesia todopoderosa y de un Cristianismo imparable a lo largo de todo el Occidente europeo.
Sin embargo, no podemos ceñirnos únicamente, dentro de la arquitectura románica, a las iglesias, sean o no de peregrinación. En este sentido, conviene resaltar la importancia de una tipología que alcanzó gran importancia durante estos años. Nos referimos a los monasterios, construcciones que además recogen en buena medida la evolución del estilo. Así, los primeros monasterios estuvieron bajo la influencia de Cluny y del progresivo enriquecimiento tanto meramente constructivo como también decorativo, como bien muestra el Monasterio de Santo Domingo de Silos, con su claustro a la cabeza. Con el paso de los años se observan sin embargo no pocos cambios en lo que a concepción formal del monasterio se refiere. Así, aparecen los monasterios cistercienses, que vinieron a significar una respuesta sobria y austera a la complejidad alcanzada por las obras preexistentes. En cierta medida, además, estos monasterios cistercienses, suponen un punto de inflexión a la vez que un nexo de unión entre el Románico y los primeros signos del estilo que le suceda en todo el ámbito europeo: El Gótico.
Sea como fuere, tantos los monasterios cluniaceneses como los cistercienses responden a una misma idea, aunque desde planteamientos opuestos. Ambos nos hablan de un concepto de "Ciudad de Dios", de tal forma que vienen a ser una representación simbólica del cielo en la tierra. Suelen ser complejos autosuficientes en los que las distintas dependencias se van superponiendo en función de las necesidades de la congregación. Además de la iglesia, es necesario destacar la presencia del claustro, que además de servir de lugar para la meditación y la reflexión de los monjes, organiza buena parte de las dependencias monacales, funcionando así como centro generador del edificio. Así, en torno a él se disponen el refectorio o la sala capitular, entre otros lugares importantes del monasterio.
En la imagen superior podemos apreciar el claustro del Monasterio de Santa María la Real, en la localidad palentina de Aguilar de Campoo. Se trata de un ejemplar tardío, que enlaza en cierta forma con los primeros años del Gótico. Así lo vemos precisamente en este claustro, que combina con acierto los arcos de medio punto, de menor tamaño, con arcos apuntados que enmarcan los arcos menores de tres en tres. Este edificio sufrió el paso del tiempo de forma implacable, como muchos otros ejemplares del románico rural, especialmente prolífico en las provincias castellanas, como son Burgos o Palencia. En el caso que nos ocupa, fue abandonado tras la Desamortización de Mendizábal. Desde los años de la Segunda República es nuevamente puesto en valor, y posteriormente es restaurado, hasta tal punto que hoy día es una referencia del Románico palentino, y sede no sólo de una Instituto de Enseñanza Secundaria, sino también de la Fundación Santa María La Real-Centro de Estudios del Románico, que está realizando una ingente labor por la recuperación de las iglesias románicas, especialmente las castellano-leonesas. Un buen ejemplo de una empresa cultural. Una institución pujante que colabora en la preservación de un patrimonio tan interesante como desconocido para muchos de nosotros.
Web de la Fundación Santa María La Real-Centro de Estudios del Románico:

sábado, 7 de febrero de 2009

El Valle del Románico


Al borde de los Pirineos, justo en la frontera que separa la Península Ibérica del resto de Europa, encontramos un valle en el que se dispone un más que interesante grupo de iglesias románicas, edificadas en pequeñas poblaciones de la actual provincia de Lérida. Quizás no son grandes obras. Puede ser que ninguna de ellas constituya ejemplos acabados del Románico más ortodoxo, y es posible que ni siquiera tengan una estrecha relación con el Románico de peregrinación que tan bien representa el Camino de Santiago, con la catedral compostelana a la cabeza. Pero, a pesar de ello, o puede que gracias a esta circunstancia, las iglesias del leridano valle del Boí sean un testimonio certero y sincero de la arquitectura de los siglos XI y XII en los ámbitos rurales. Estamos hablando de un románico sencillo. De un Románico popular. Hablamos de pequeñas grandes obras. Hablamos, en definitiva, de un recorrido sentimental y emocionante que incluso ha sido declarado, con gran acierto, Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Las iglesias a las que nos referimos se levantan en torno a una zona de difícil acceso, que durante siglos estuvo muy mal comunicada, lo cual explica en parte la pureza con la que han llegado las obras originales a nuestros días. En su concepción general acusan un repertorio técnico y formal retardatario respecto a otras obras peninsulares, pero que, como gran parte del Románico catalán, bebe de las fuentes del Románico italiano, y más concretamente de la Lombardía, según vemos en las galerías de arcos lombardos que jalonan muros y ábsides. Entre ellas apreciamos además unas señas de identidad incuestionables, a la vez que analogías estilísticas notables, que nos están hablando de una cronología my cercana entre todas ellas. Elemento indispensable para entender estas obras son sin duda alguna sus torres, de reminiscencias igualmente italianas, y con una progresiva utilización del vano geminado en altura. Son símbolos de poder, pero también sirven para un mejor control de un territorio de complicada orografía.
Sant Climent de Taüll, Santa María de Taüll, Sant Feliu de Barruera, La Nativitat de Durro, Sant Joan de Boí, o la maravillosa iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall que encabeza esta entrada, son algunos de los sensacionales templos que salpican un valle tan hermoso como inhóspito, de obligada visita para todo aquel que sepa disfrutar del Románico.
Pero aquí no queda todo. La visita será más completa si además se contemplan las pinturas murales originales, actualmente conservadas en el Museo Nacional de Arte de Catalunya, en Barcelona.

martes, 3 de febrero de 2009

La Sevilla Islámica


Hace unos días, los alumnos de Historia del Arte del IES "Federico Mayor Zaragoza" de Sevilla y un servidor realizamos una visita por el centro de la ciudad para poner en práctica los conocimientos sobre Arte Islámico.
La visita dio comienzo a las 08:00 en nuestro centro. Desde allí partimos hacia el casco antiguo, al que accedimos andando desde los Jardines de Murillo, atravesando luego algunos de los callejones y adarves que salpican los barrios de Santa Cruz y de la Judería. Tras desayunar, visitamos la Giralda, pero también los restos del patio de la que fue mezquita aljama de la ciudad durante el dominio almohade. A continuación, nos dirigimos hacia la Plaza del Salvador, para poder apreciar los vestigios de la primitiva Mezquita de Ibn Adabbas, de época emiral. La fase final de la visita tuvo como objeto el grupo de torres que enlazaban el recinto del Alcázar con la zona del río, esto es, las torres de Abdelazis, de la Plata y del Oro, esta última conocidísima por todos, y ejemplo notable de torre albarrana, que aseguraba el dominio más allá del perímetro original de la muralla y permitía una mejor defensa de la ciudad. Desde allí, y tras un café a media mañana, volvimos a nuestro instituto, al que llegamos a las 12:00, para continuar nuestra jornada lectiva.
En la imagen, y teniendo como mrco incomparable la sevillana Torre del Oro, de época almohade, me acompañan, de izquierda a derecha, María, Fran y Ricardo.
Podéis visitar sus blogs y leer las reseñas de sus visitas en los siguientes enlaces:

lunes, 2 de febrero de 2009

Albayzín



El Albayzin. O Albaicín. Como queráis escribirlo. Uno de los más hermosos barrios que nos dejó el legado musulmán en la Península Ibérica. Un cúmulo de sensaciones frente a la Alhambra de Granada, con el Río Darro como frontera. Nos econtramos ante un testimonio de incalculable valor de lo que supone el urbanismo islámico en la última plaza conquistada por los Reyes Católicos, que concluyó con la toma de Granada el 2 de enero de 1492. Calles estrechas, retorcidas, con fuertes pendientes derivadas de la complicada orografía de la colina sobre la que se asienta, y que establece un mudo diálogo con el frontero cerro de la Sabika desde el que se levanta la Alhambra y el Generalife. El valor de este singular y carismático barrio, guardián de las esencias más profundas de una ciudad inmortal e irrepetible, fue reconocido justamente con la declaración de Patrimonio Mundial de la Humanidad, ampliándose de esta forma la protección de la que ya gozaban los palacios nazaríes antes citados, conocidos universalmente.
Al estudiar las manifestaciones del arte nazarí, las referencias a la Alhambra y al Generalife son justamente obligadas. Mirar hacia estas obras supone reconocer los valores de una cultura delicada y de enorme sensibilidad. Pero volver la vista hacia el barrio que hoy nos ocupa nos hace ver el componente popular del antiguo Reino de Granada, y más concretamente de su capital, que resistió como pudo ante el avance reconquistador de los reyes cristianos durante toda la Baja Edad Media. Así, el recorrido por sus misteriosas calles nos habla, igual que nos habla el Patio de los Arrayanes o el Palacio del Partal, de los últimos años de los nazaríes en esta hermosa ciudad. No es casualidad que entre esas calles nos encontremos, por ejemplo, con el Palacio de Dar al-Horra, obra del siglo XV, y morada de la madre de Boabdil, último rey granadino, trasunto de los palacio nazaríes de la vecina Alhambra. No es casualidad tampoco la gran cantidad de restos que nos quedan entre sus rincones, entre los que sigue fluyendo la vida a cada paso...
... Plaza Larga, Plazuela de Aliatar, Calle Calderería, los aljibes, el Mirador de San Nicolás, La Peña Flamenca La Platería, Arco de Elvira, La Iglesia del Salvador, la Cuesta del Chapiz, San Miguel Bajo, San Cristóbal... muchas imágenes, mucho que ver, y mucho que sentir, en una de los lugares con más personalidad que el que escribe recuerda, y en el que tuvo la suerte de poder vivir durante unos meses, hace ahora dos años.
Por último, os propongo un vídeo donde se ve un poquito de lo que hoy es el Albayzín:

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