miércoles, 30 de julio de 2008

Mondrian Boogie-Woogie



Es muy posible que el holandés Piet Mondrian (1872-1944) sea uno de los pintores abstractos más conocidos. Su obra constituye el ejemplo más claro de la abstracción geométrica que dio sus primeros pasos en la Europa de Entreguerras, al amparo de la Bauhaus en Alemania y De Stijl en los Países Bajos. No cabe duda que durante el primer tercio del siglo XX, las artes plásticas experimentaron importantes cambios que no hacían sino presagiar el nacimiento del arte conceptual en detrimento del objetual. No cabe duda tampoco que la situación política era tan caótica que los artistas decidieron combatir sus efectos con una creatividad sin límites, gracias a la cual se pusieron las bases del Arte tal y como hoy lo conocemos. Estaba claro; no era posible repetir los modelos heredados del Renacimiento una y otra vez. No en ese momento. No en esas circunstancias, con esos actores, en ese lugar. Había que dar una respuesta. Y esa respuesta no fue acomodaticia, ni complaciente. De ahí que aún hoy, este tipo de manifestaciones artísticas no hayan sido completamente asimiladas por gran parte del público.

Quizás al referirnos a Mondrian, al menos, el público podrá asentir con cierta simpatía ante la sabia utilización de los colores, fundamentalmente primarios, que son propios de sus obras. Quizás el público se haya familiarizado tanto con su obra que hasta le resulten agradables esos gruesos trazos negros rellenos de azul, rojo o amarillo. Quizás a ello haya contribuido la popularización de su obra, como bien muestra el, ya conocido, vestido mondrianesco de Yves Sant Laurent. Lo cierto es que Mondrian gusta más que ayer, y esperemos que menos que mañana.

La obra de Mondrian debe tanto a la pintura como al diseño gráfico. Pero lógicamente, el pintor tuvo que sufrir una evolución hasta desembocar en la depuración formal que es característica de su obra. En este sentido, cabe destacar una de sus obras más conocidas y hermosas, Broadwway Boogie-Woogie, que abre esta entrada. Piet Mondrian, aunque estuvo en la ciudad de New York anteriormente, decidió instalarse allí nada más estallar en Europa la Segunda Guerra Mundial. En esta célebre pintura abandona los trazos negros de sus obras anteriores para apostar por una mayor presencia del color, fundamentalmente del amarillo, poniendo de manifiesto la importancia de la luz en una ciudad vibrante y cosmopolita. El homenaje a la ciudad se completa con un conjunto de pequeños cuadrados azules y rojos, que ayudan a crear una sensación de movimiento intenso y desenfrenado. Desde luego, al observar este cuadro, el espectador parece estar viendo Nueva York desde el cielo. Y en efecto, Mondrian no se equivocó, puesto que, desde entonces, pasó a ser la capital artística del mundo, tras la decadencia europea, como bien muestran los movimientos de vanguardia surgidos entre sus calles, desde el Expresionismo Abstracto de Jackson Pollock hasta el Pop Art de Andy Warhol.

Para terminar, a Mondrian debo dar las gracias por haberme inspirado el diseño de mi programación didáctica de estas últimas oposiciones, y porque para mí es siempre un referente imprescindible en la Historia del Arte Universal.

Mondrian no es moderno. Mondrian es eterno...




martes, 22 de julio de 2008

La plaza más hermosa del mundo



La Plaza de San Pedro del Vaticano, en Roma. Puede que la más hermosa del mundo. Casi todo el mundo la conoce, aunque sea por fotografías. Muchos incluso la han visitado. La plaza de San Pedro, diseñada por el polifacéticamente genial Gianlorenzo Bernini (1598-1680) es el triunfo absoluto del Barroco. Es la curva, es la sorpresa, es la escenografía, es querer sacar lo máximo del ser humano como espectador. Es introducirlo en un espacio único, envolvente. Aquel que, desde el centro religioso más importante del Catolicismo, abre sus brazos para acoger al visitante. Al plantaer esta intervención arquitectónica y urbanística, Bernini estuvo tocado, una vez más, por la genialidad. Ya digo. Quizás la plaza más hermosa del mundo...

... y también es hermosa para mí la plaza que por fin he obtenido para poder ejercer como profesor funcionario de Secundaria, tras más de tres años de interino y de peregrinaje por toda Andalucía. Años de mucho trabajo que por fin han visto su recompensa. Así que quiero aprovechar este espacio, que además me ayudó a preparar algunos de los exámenes de la Oposición, para dar las gracias a todos los que lo visitan. Pero sobre todo, cómo no, a aquellos con los que tanto he aprendido durante estos últimos años y que más me han ayudado a ser mejor docente, pero sobre todo mejor persona. Ellos son mis alumnos y alumnas del IES "Sierra Sur" de Valdepeñas de Jaén (Jaén), IES "Francisco Pacheco" de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), IES "Hispanidad" de Santa Fe (Granada), IES "La Mojonera" de La Mojonera (Almería), IES "Guadalpeña" de Arcos de la Frontera (Cádiz), IES "Fray Luis de Granada" de Granada, IES "Campo de Tejada" de Paterna del Campo (Huelva). A todos ellos, gracias.... porque, por fin, sé que voy a poder dedicarme toda mi vida a la que, para mí, es la profesión más hermosa del mundo...

Educar

miércoles, 16 de julio de 2008

Santa María de Eunate



La arquitectura románica española está plagada de notables edificios. A la cabeza está, cómo no, la Catedral de Santiago de Compostela, ejemplo prototípico de las iglesias de peregrinación que se construyeron durante aquellos siglos en buena parte del continente europeo. La importancia de esta gran obra gallega no radica únicamente en la notable calidad de sus elementos arquitectónicos y escultóricos, sino también en la trascendencia que tuvo para la configuración del estilo en la Península Ibérica. Así, las influencias francesas que se observan en el Románico español tienen en el Camino de Santiago buena parte de su explicación. Si bien no existía un único camino, sino varios, para llegar al gran templo de peregrinación, lo cierto es que las rutas llegadas desde Francia fueron quizás las más transitadas, y es por ello que actualmente es el camino más visitado por peregrinos y turistas deseosos de nuevas aventuras, y también de conocer el Románico de la zona. Así, el Románico, desde Navarra a Galicia, pasando por Castilla y León, tiene interesantes edificaciones, tanto de tipo rural como urbano.

Cuando se estudia el Románico español, resulta imprescindible recurrir a ejemplos conservados en las provincias castellano-leonesas, como son los de Frómista o San Isidoro de León , por citar ejemplos bien conocidos. Sin emabrgo, el repertorio de iglesias románicas es verdaderamente espectacular, ya sea en Palencia, Burgos, León u otras zonas del camino.

Más cerca de la frontera francesa nos encontramos con una de las iglesas con más personalidad del Románico peninsular. Nos estamos refiriendo a la Ermita de Santa María de Eunate, en Navarra. Se trata de un edificio rural, alejado del centro urbano, cuya característica más sobresaliente es su planta poligonal, así como la arquería que la rodea. Se trata de un edificio sobrio y sencillo pero muy atrayente a la vista del espectador. Se ha relacionado en múltiples ocasiones con otras obras contemporáneas de características similares, como son la Iglesia de la Vera-Cruz de Segovia , la Iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río o el Convento de Cristo de Tomar, en Portugal.

Tanto en el caso de Eunate como en las otras tres iglesias citadas, apreciamos algunas constantes realcionadas con la elección de la planta centralizada, algo que contrasta, en cierto modo, con la de cruz latina, más común en el resto de edificios de la época. Todas ellas aparecen claramente vinculadas con las órdenes de caballería. Las órdenes militares jugaron um papel muy importante en la religiosidad peninsular durante la Edad Media. En el caso que nos ocupa, estamos hablando de los Templarios, que eligieron para sus edificios modelos exportados de Tierra Santa. Aunque en algunos de estos casos no está confirmada la hipótesis de que se trate de edificios templarios, lo cierto y verdad es que la propia advocación de alguna de ellas (Santo Sepulcro) nos puede dar alguna pista. En cualquier caso, se trata, tanto en Eunate como en los otros tres casos, de edificios singulares, muy estéticos y llamativos, y que suponen una nota de color dentro del panorama del Románico peninsular.




domingo, 6 de julio de 2008

Lichtenstein y el mundo del Cómic



Como respuesta al Expresionismo Abstracto y a las vanguardias que apostaban por la desaparición de la figuración, surgió en los años 50 y 60 del siglo XX el denominado Pop Art, especialmente en los países anglosajones, con el Reino Unido y Estadios Unidos a la cabeza. El Pop Art supone, en efecto, una reacción figurativa, pero no hay que olvidar tampoco que nace precisamente de la no figuración, por lo que encontraremos algunos presupuestos de tipo conceptual tal y como venían pregonando las vanguardias artísticas desde el primer tercio del siglo XX. De esta forma, hay algo de la fina ironía que defendió el Dadaísmo, cuyos autores afirmaron que cualquier cosa podía ser Arte. Esta misma actitud, en principio iconoclasta, será la que defiendan los artistas pop, para desembocar, curiosamente, en la exaltación de los iconos. Es el caso de Andy Warhol, o de Roy Lichtenstein, autor al que pertenece la pintura que encabeza este texto.

El Pop Art defendía la cultura de masas en un momento histórico en el que empezaba a configurarse claramente la sociedad de consumo en los países desarrollados y plenamente industrializados. De ahí que se desarrollara precisamente en Europa y muy especialmente en Norteamérica, puesto que allí es donde el capitalismo estaba dando sus más importantes frutos. La sociedad estaba más cerca del mundo de la cultura, que se le hacía más accesible gracias a los medios de comunicación. Y a estos artistas no se les escapó la versión popular de esa nueva cultura, de ahí la denominación Pop. Si antaño los grandes héroes fueron los reyes, los emperadores o los santos, ahora los modelos a seguir eran actrices de Hollywood, cantantes de rock o superhéroes del mundo del cómic. Si antaño los bodegones se componían de grandes manjares, ahora era preciso representar latas de conservas o cajas de detergentes, tan habituales en la nueva sociedad naciente.

En Estados Unidos, uno de los artistas más singulares del Pop Art es Roy Lichtenstein (1923-1997). Nacido en Nueva York, tuvo muy de cerca los nuevos temas de la sociedad de masas. Su obra es fácilmente reconocible, puesto que apostó decididamente por la representación pictórica del mundo del cómic. No quiere decir esto que fuera un ilustrador de cómics, sino que éstos fueron el principal motivo de inspiración. Se trataba de una nueva forma de expresión artística y literaria que había experimentado un gran desarrollo al amparo de la popularización de la prensa escrita. Lichtenstein supo ver en ellos un símbolo claro de esa nueva sociedad y pasó dichos temas al formato del lienzo usando diversas técnicas. En dicha translación, los temas experimentan, lógicamente, un considerable aumento de tamaño. Esta es una de las causas principales por las que las pinturas del neoyorquino estén compuestas a veces a base de puntos de color. Es como si hubiéramos ampliado una viñeta hasta el infinito. Y en esa ampliación introduce en muchas ocasiones los textos originales de dichas viñetas, gracias a los cuáles podemos identificar mejor la escena.

En la imagen, una de las obras más conocidas de Lichetenstein: Chica ahogándose

viernes, 4 de julio de 2008

El amor despertando al alma




Se le suele achacar al Neoclasicismo cierta frialdad en las formas y en los temas. Quizás habría que revisar algunas obras para evitar hacer tan gratuitamente esta aseveración. Cierto es que el Neoclasicismo, que se desarrolla entre el Barroco y el Romanticismo, supone una vuelta al orden heredado de la Antigüedad grecolatina y luego revisado durante el Renacimiento. Cierto es también que hay una deliberada contención estética y formal. Pero ello no significa que desaparezca el sentimiento, ni que asistamos, ni mucho menos, a un mero catálogo de copias clásicas.

Sirva como muestra la figura del escultor italiano Antonio Canova (1757-1822). En efecto, este artista, como corresponde a su tiempo, recurrió a la recuperación de las formas clásicas. Ello lo podemos observar en los temas tratados, entre los cuales, los mitológicos son especialmente frecuentes. Ello no quita para que, como hicieran algunos contemporáneos de especial importancia (Thorwaldsen, Dannecker), no indagara en otros temas, como son los retratos y, muy especialmente, los monumento funerarios. Asimismo, Canova acepta ese acercamiento al concepto clásico de Belleza mediante una pausada representación anatómica de desnudos masculinos y femeninos, que no hacen sino poner en práctica los planteamientos estéticos del Neoclasicismo y la vuelta a la Razón.

Pero como decimos, esa vuelta a la Razón no significa una renuncia tajante al sentimiento. Mucho menos en Canova. Su famosa escultura de Eros y Psiquis puede servirnos como ejemplo. Temáticamente, este conjunto escultórico está basado en un mito que, si bien no aparece narrado en la literatura griega, si aparece luego desarrollado en la romana. Además, se conservan representaciones artísticas de la época en algunas pinturas de la ciudad de Pompeya, y posteriormente durante el Renacimiento se recurrió al mismo tema en alguna que otra ocasión. Canova se decidió a materializar este tema en el año 1793. El conjunto, realizado en mármol blanco, quizás por la falsa creencia de que las esculturas antiguas no estaban policromadas, representa el momento en el que Eros (el amor) despierta a Psiquis (el alma) de su sueño, mediante un abrazo sumamente sensual que posibilita un acercamiento entre los personajes, que parecen entregarse al erotismo. El propio tema, que pone sobre la mesa la conjunción entre los contrarios, entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre la razón y el sentimiento, es de por sí atrayente y sugerente. Técnicamente, además, alcanza cotas altísimas de perfeccionamiento. Además, el autor crea una composición cuidadosamente estudiada cuyo resultado es de una belleza incontestable. Así, las cabezas de los personajes crean un claro centro de interés, no sólo porque representan el instante previo a la definitiva unión entre el amor y el alma, sino porque tanto las alas y las piernas de la figura de Eros, como los brazos y el propio cuerpo de Psiquis, crean una especie de aspa de gran impacto que además potencian que nuestra atención se dirija precisamente hacia aquello que verdaderamente interesa de la obra: El beso.

Puede que junto con Miguel Ángel, Bernini y Rodin, estemos hablando de uno de los artífices que mejor han trabajado el mármol.

En este enlace puedes leer un resumen del mito mientras vas resolviendo un rompecabezas.

miércoles, 2 de julio de 2008

El Descendimiento de Van der Weyden




Ocurre a veces que determinadas obras de arte llegan a hacerse más famosas que su propio autor. Puede que esto suceda con el Descendimiento que compuso Roger Van der Weyden (1400-1464) hacia 1435. He elegido el verbo "componer" al referirme a esta pintura porque en su concepción parece haber un único hilo coductor, pese a la complejidad que en el fondo entraña. Todo cuadra y nada sobra en este poema pictórico, desde la expresividad de los colores hasta el tratamiento realista de los tejidos, pasando por el emocionante espectáculo de dolor de los personajes.

Cronológicamente, esta pintura se encuadra, como decimos, en la primera mitad del siglo XV. Aunque en Italia ya se estaban haciendo importantes avances en la renovación renacentista, en otras partes de Europa aún se estaba bajo la órbita del estilo gótico. Es el caso de Flandes, donde se desarrolló durante estos años una importante escuela pictórica al amparo del avance de la burguesía. Con una utilización decidida del óleo, que se generalizó desde entonces, la pintura de los primitivos flamencos apostó por una representación sumamente detallista de la realidad, algo especialmente apreciable en los tejidos. Maestros como los Hermanos Van Eyck, Hans Memling o el propio Roger Van der Weyden, son buenos ejemplos de la calidad alcanzada.

Este Descendimiento, conservado en el Museo del Prado de Madrid, nos muestra un episodio mil veces representado en la Historia del Arte: Tras morir en la cruz, Jesús es descendido por Nicodemo y José de Arimatea en presencia de la madre, acompañada en el duelo por San Juan Evangelista, María Magdalena, María Cleofás y María Salomé. Se trata de uno de los capítulos más dramáticos de la Pasión de Cristo, y sin duda uno de los que posibilitan un mayor impacto en el espectador. En este caso, Van der Weyden creó una escena inolvidable, que se graba en la retina de forma indeleble. Recurriendo a un formato de estructura cruciforme para una mejor desarrollo de toda la composición, los personajes aparecen abigarrados sobre un fondo dorado. Resulta especialmente llamativo el tratamiento que ha dado a los tejidos, entre los que resalta el intenso azul del manto de la Virgen. Todo ello da a la obra un carácter volumétrico que acentúa el realismo de la obra. Pero a pesar de todos estos logros, lo verdaderamente sublime de esta obra inmortal es el acercamiento psicológico al dolor de todos los personajes. El llanto no es uniforme. El dolor está interiorizado en cada uno de ellos. La expresión de la madre que se desmaya desconsoloda es inolvidable. Pero también lo es el rostro más sosegado, pero compungido, de San Juan, que intenta levantarla para animarla. Cada personaje vive así de una manera distinta el drama en el que están inmersos, pero entre todos ellos componen una escena que transpira paz aún a pesar de ese dolor, en la que la figura de Cristo, que cae diagonalmente, es un bálsamo suave para todo aquel que lo mira.

Para el que escribe, quizás la mejor pintura de todos los tiempos.

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