lunes, 9 de marzo de 2009

Giotto, San Francisco y los pájaros


Giotto di Bondone (1267-1337) es considerado el padre de la pintura moderna. No es algo gratuito. Aunque su producción artística se concentró en el transcurso que va del siglo XIII al XIV y es plenamente medieval, lo cierto y verdad es que supo despojarse de las influencias bizantinas y avanzar algunos de los logros que, un siglo más tarde, den paso al Renacimiento. Máximo representante del Trecento Italiano, se diferencia de su contemporáneo Simone Martini en apostar por un mayor interés por el naturalismo, y por su decidida actitud para la consecución de la perspectiva, algo que será una preocupación constante a partir del momento, y que él conseguirá mediante la estructuración de las escenas en entornos arquitectónicos o naturales.

Hoy día, la reputación de este pintor viene dada, sobre todo, por sus ciclos pictóricos en la Capilla Scrovegni de Padua y en la Basílica Superior de San francisco de Asís. En ambos casos, se trata de imponentes frescos, muy comunes en Italia, y que vinieron a suplir, en cierto modo, la ausencia de grandes vidrieras en el Gótico de la zona.

Los frescos de la Basílica Superior de San Francisco de Asís quedan asociados de forma inevitable a la vida del santo fundador de la Orden Franciscana, que vivió entre 1181 y 1226. Según la tradición, fue él mismo quien eligió el lugar en el que quería ser enterrado, y poco después de su muerte se comenzaba a levantar el edificio a un personaje que, ya entonces, tenía fama universal. La fundación de órdenes mendicantes destinadas a la predicación fue una constante durante toda la Baja Edad Media. El caso es de los franciscanos es especialmente particular, en tanto en cuanto su fundador, San Francisco de Asís, fue un personaje de gran carisma que incluso fue bautizado posteriormente como el Jesucristo de la Edad Media. Es evidente que las leyendas que jalonan su vida están cargadas de simbolismo y nos hablan de un ser irrepetible, que practicó una vida austera y sencilla, que dedicó gran parte de sus días a estar con los más necesitados. En este sentido, sus relaciones con los animales es muy llamativa, pues según se desprende de los testimonios contemporáneos, llegó a predicar el Evangelio ante ellos, por considerarlos criaturas de la Creación, dignas de ecuchar la Palabra de Dios.

Precisamente, la imagen que encabeza esta entrada reproduce el momento en que San Francisco predica ante los pájaros. La escena, pintada por Giotto para la Basílica de Asís, se situá en un paisaje rural. El autor se sirve de los elementos naturales -montañas y árboles- para crear un leve efecto de perspectiva. Ataviado con el hábito marrón que a partir de entonces será característico de la Orden Franciscana, el personaje se inclina levemente ante el conjunto de aves que acuden ordenadamente a escuchar al santo. Una escena no exenta de ternura, que forma parte del conjunto de historias franciscanas que componen un ciclo que nos habla de la biografía del santo titular, fijando así su iconografía oficial. En este sentido, cabe decir que la iconografía franciscana es rica y variada a lo largo de la Historia del Arte. Baste recordar, dentro del Barroco español, las fantásticas visiones que no ofrecieron autores como Franciscio de Zurbarán en pintura, o Pedro de Mena en escultura.

Un pintor irrepetible para un santo irrepetible.

jueves, 5 de marzo de 2009

El retablo de Miraflores



Aquí tenemos el Retablo Mayor de la Cartuja de Miraflores (Burgos). Una obra maestra e irrepetible. Un antes y un después en la historia del retablo español.

El retablo echó a andar con decisión durante los siglos del Gótico, a pesar de que antes, en el Románico, se generalizaran los frontales de altar. Al amparo del auge de la burguesía y del renacimiento urbano, surgieron estas grandes obras, que verdaderamente integran en su concepción la arquitectura y las artes plásticas. Destinados a cubrir todo el el espacio del presbiterio, cumplen además, o mejor dicho, complementan, el sentido pedagógico y aleccionador propio de la Edad Media.

Durante la Baja Edad Media fue cuando mayor desarrollo alcanzaron estas obras, sirviendo además de acicate para que posteriormente vivieran su etapa de mayor esplendor, durante el Renacimiento y el Barroco. En este sentido, no hay que olvidar que, aunque tienen su origen en los trípticos y polípticos flamencos, fue en España donde se configuró el modelo, y podría decirse que se trata de una creación hispánica, posteriormente exportada a tierras americanas.

Este impresionante retablo fue concluido en 1499. Se trata de una de las obras maestras de Gil de Siloé. Está concebido con un marcado sentido geométrico en el que se entremezclan sabiamente elementos los elementos rectangulares con los circulares. En torno a ellos se van distribuyendo todo tipo de escenas presididias por un soberbo crucificado enmarcado por una guirnalda circular. El programa iconográfico alacnza una gran complejidad. Pero lo verdaderamente irrepetible de esta obra es la distribución de las escenas en el espacio, así como, claro está, la gran calidad alcanzada en los elementos puramente escultóricos, debido a uno de los artífices más destacados de su tiempo. La policromía y la gran profusión de la madera sobredorada completan un conjunto de una calidad incuestionable.



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