Es de sobra conocido que muchos artistas plásticos se sirvieron, a lo largo de los siglos, de distintos modelos para dar vida a sus creaciones. Muy conocido es el caso de Sandro Boticelli, que encontró en Simoneta Vespucci la inspiración para crear un modelo de Belleza que llega incluso hasta nuestros días.
Hoy vamos a detenernos en el apasionante siglo XIX, y más concretamente en la figura de Dante Gabriel Rossetti (1828-1882), fundador de la Hermandad Prerrafaelita junto a otros pintores como John Everett Millais o William Holman Hunt. La labor de estos artistas se sitúa a mediados del siglo en la Inglaterra victoriana. Era una época en la que el Romanticismo se iba agotando, y comenzaban a surgir nuevas tendencias artísticas que configurarían el nacimiento de las llamadas vanguardias. En este sentido, se abría un camino con dos direcciones: Por un lado, el Realismo. Por otro, el Simbolismo. Los prerrafaelitas optarían por la segunda opción, y darían origen a un estilo que influiría en los grandes simbolistas de finales de la centuria. Su nombre deriva de la intención de crear un arte que, en la medida de lo posible, reviviera la técnica pictórica de los pintores del Renacimiento, y más concretamente del Quattrocento italiano. Esto es, los anteriores a Rafael. Es por ello que en todas sus obras predominará un dibujo minucioso y detallado, así como un regusto por el detalle y los motivos decorativos. La temática de sus obras será variada, puesto que mientras unos opten por representaciones bíblicas y religiosas más cercanas al espíritu del Renacimiento, otros se inclinarán hacia otro tipo de historias más cercanas al Misticismo y en la que los símbolos juegan un papel más importante.
Este último es el caso de Rossetti, que aunque en sus inicios pintara obras como La Anunciación o La adolescencia de María, irá poco a poco inclinándose por obras como Venus Verticordia, La amada, Sibila Palmífera, Pía de Tolomei, Monna Vanna, Astarte Syriaca o El sueño con los ojos abiertos, así como el Concierto en el Prado que encabeza esta entrada. En todas ellas nos muestra una clara predilección por alegorías representadas en su mayor parte por mujeres de turbadora y melancólica belleza. Mujeres nada frágiles, sino contundentes, sensuales y fatales. Y si para Botticelli fue Simoneta Vespucci el símbolo de la Belleza femenina, para Rossetti lo fue Elizabeth Siddal, con quien estuvo casado, y a quien podemos adivinar en la mayoría de sus pinturas.
Una conjunción perfecta entre modelo y artista y una singular página de la Historia del Arte