El otro día comentábamos el caso del templo egipcio trasladado a Madrid a causa de un regalo del Estado egipcio al español. El hecho de que se conserven numerosos restos de civilizaciones antiguas en países europeos es bastante común, aunque no siempre se debe a obsequios, sino que muchas veces responde a exploraciones de arqueólogos occidentales en antiguas colonias inglesas, francesas o alemanas, que hoy son estados soberanos. Otras veces, la exótica presencia de murallas, palacios, templos o puertas orientales responde a otros negocios de dudosa moral.
La fiebre exploradora tuvo especial importancia a finales del siglo XIX y principios del XX, coincidiendo por tanto con la fase de máxima extensión del Imperialismo de los países europeos en África y Oriente Próximo. Una época en la que destacaron insignes arqueólogos como Schliemann o Evans, que abrieron paso a muchos otros que llegaron detrás de ellos. Esta es una de las causas por las que se investigaron ampliamente las civilizaciones mespotámicas, así como la griega o la egipcia, entre otras. Y esta la razón por la cual se conservan numerosos restos en importantes museos europeos, con el British Museum de Londres o el Pergamon Museum de Berlín a la cabeza.
Precisamente en este último museo, quizás el mejor y el más visitado de la capital de Alemania, se encuentran las Puertas de Ishtar de la antigua ciudad de Babilonia, que podéis ver en la imagen. En sus salas, se habilitan igualmente restos de importantes construcciones del Mediterráneo Oriental, como el helenístico Altar de Pérgamo o el omeya Palacio de Mshatta, entre otros.
La Puerta de Ishtar era una de las puertas que daba acceso a la ciuad de Babilonia. El nombre lo recibe de la diosa a la que estaba consagrada. Los restos de la puerta original fueron descubiertos e investigados por arqueólogos alemanes a principios del siglo XX. En 1930 fueron trasladados a Berlín, donde se reconstruyeron las partes no conservadas, hasta configurar el conjunto que hoy podemos admirar en el citado museo. Las puertas que podemos ver no evitan su carácer defensivo, pero al mismo tiempo ofrecen unas calidades plásticas y decorativas que nos hablan del lujo y la fastuosidad del Imperio Babilónico. Datables hacia el 570 a. C, durante el reinado de Nabucodonosor II, están realizadas con ladrillos de adobe vidriados y policromados de un azul intenso de gran belleza. Presenta numerosos relieves, que nos hablan de un repertorio animalístico muy propio y característico de las civilizaciones mesopotámicas y orientales, pudiéndose encontrar dragones, leones y otros seres mitológicos, si bien es cierto que también encontramos decoración de carácter vegetal. Antecediendo a la puerta nos encontramos, asimismo, con una avenida de carácter ritual en la que también podemos apreciar el mismo tipo de relieves. Hay que decir, no obstante, que la mayoría de los restos originales se encuentran en los cuerpos bajos, de forma que los superiores han sido reconstruidos en su mayor parte para su ubicación en el museo.
Además de la calidad incontestable y el valor incalculable de estas puertas, merece llamar la atención sobre la circunstancia con la que hemos comenzado el comentario, en relación al interés que pusieron, y ponen hoy, los países occidentales en el conocimiento de las culturas orientales. Esta cuestión da para muchos debates relacionados con la protección del patrimonio histórico-artístico, así como con todo lo derivado de su tutela y difusión, pero lo cierto y verdad, y ello no lo podemos obviar, es que, gracias a aquellas campañas, hoy podemos admirar obras como ésta. Sea donde sea.