miércoles, 22 de octubre de 2008

Oriente en Occidente



El otro día comentábamos el caso del templo egipcio trasladado a Madrid a causa de un regalo del Estado egipcio al español. El hecho de que se conserven numerosos restos de civilizaciones antiguas en países europeos es bastante común, aunque no siempre se debe a obsequios, sino que muchas veces responde a exploraciones de arqueólogos occidentales en antiguas colonias inglesas, francesas o alemanas, que hoy son estados soberanos. Otras veces, la exótica presencia de murallas, palacios, templos o puertas orientales responde a otros negocios de dudosa moral.
La fiebre exploradora tuvo especial importancia a finales del siglo XIX y principios del XX, coincidiendo por tanto con la fase de máxima extensión del Imperialismo de los países europeos en África y Oriente Próximo. Una época en la que destacaron insignes arqueólogos como Schliemann o Evans, que abrieron paso a muchos otros que llegaron detrás de ellos. Esta es una de las causas por las que se investigaron ampliamente las civilizaciones mespotámicas, así como la griega o la egipcia, entre otras. Y esta la razón por la cual se conservan numerosos restos en importantes museos europeos, con el British Museum de Londres o el Pergamon Museum de Berlín a la cabeza.
Precisamente en este último museo, quizás el mejor y el más visitado de la capital de Alemania, se encuentran las Puertas de Ishtar de la antigua ciudad de Babilonia, que podéis ver en la imagen. En sus salas, se habilitan igualmente restos de importantes construcciones del Mediterráneo Oriental, como el helenístico Altar de Pérgamo o el omeya Palacio de Mshatta, entre otros.
La Puerta de Ishtar era una de las puertas que daba acceso a la ciuad de Babilonia. El nombre lo recibe de la diosa a la que estaba consagrada. Los restos de la puerta original fueron descubiertos e investigados por arqueólogos alemanes a principios del siglo XX. En 1930 fueron trasladados a Berlín, donde se reconstruyeron las partes no conservadas, hasta configurar el conjunto que hoy podemos admirar en el citado museo. Las puertas que podemos ver no evitan su carácer defensivo, pero al mismo tiempo ofrecen unas calidades plásticas y decorativas que nos hablan del lujo y la fastuosidad del Imperio Babilónico. Datables hacia el 570 a. C, durante el reinado de Nabucodonosor II, están realizadas con ladrillos de adobe vidriados y policromados de un azul intenso de gran belleza. Presenta numerosos relieves, que nos hablan de un repertorio animalístico muy propio y característico de las civilizaciones mesopotámicas y orientales, pudiéndose encontrar dragones, leones y otros seres mitológicos, si bien es cierto que también encontramos decoración de carácter vegetal. Antecediendo a la puerta nos encontramos, asimismo, con una avenida de carácter ritual en la que también podemos apreciar el mismo tipo de relieves. Hay que decir, no obstante, que la mayoría de los restos originales se encuentran en los cuerpos bajos, de forma que los superiores han sido reconstruidos en su mayor parte para su ubicación en el museo.
Además de la calidad incontestable y el valor incalculable de estas puertas, merece llamar la atención sobre la circunstancia con la que hemos comenzado el comentario, en relación al interés que pusieron, y ponen hoy, los países occidentales en el conocimiento de las culturas orientales. Esta cuestión da para muchos debates relacionados con la protección del patrimonio histórico-artístico, así como con todo lo derivado de su tutela y difusión, pero lo cierto y verdad, y ello no lo podemos obviar, es que, gracias a aquellas campañas, hoy podemos admirar obras como ésta. Sea donde sea.

sábado, 18 de octubre de 2008

Nefertiti



Casi todos la conocen. Casi todos la vieron alguna vez en alguna fotografía, entre las páginas de un libro, o en un documental de televisión. Este soberbio retrato es, para entendernos, la más famosa y celebrada escultura del arte egipcio. Su delicado tratamiento de los rasgos faciales, su cuidada policromía y su exquisita vestimenta han pasado a la posteridad como uno de los más imperecederos iconos de belleza y elegancia de la Antigüedad.
Si bien es cierto que, en líneas generales, las artes plásticas egipcias apenas experimentaron evolución a lo largo de los siglos, hubo un interesante punto de inflexión con la llegada al poder de Amenofis IV, no tanto por las cuestiones religiosas derivadas de la implantación del monoteísmo en la figura del dios Atón como por el cambio de registro en la representación de la figura humana, que va a tender hacia un mayor naturalismo, y a un cierto alargamiento del canon, que ha recibido el nombre de Manierismo de Amarna en parte de la historiografía artística.
Nefertiti, como esposa de Amenofis IV, se encuadra plenamente dentro de este período. Lógicamente, encontramos muchos testimonios de su figura en pinturas, relieves y, cómo no, en bustos de bulto redondo, como es el ejemplar que hoy nos trae aquí. Este retrato fue descubierto a principios del siglo XX en el taller del escultor Tutmés junto a un interesante conjunto de veinte modelos preparatorios en yeso, que nos hablan de las mismas constantes estéticas. El Busto de Nefertiti del Altes Museum de Berlín (hacia el 1350 a. C.), al parecer, servía como modelo para los aprendices del taller del citado escultor para la realización de las imágenes de la faraona, con lo cual se oficializaban las representaciones del aparato oficial estatal, una costumbre que tendrá especial importancia también en el Imperio Romano en relación a las efigies de los emperadores.
En este caso, la representación oficialista de la faraona nos habla de una mujer bella y estilizada, exquisitamente maquillada y llena de elegancia. Aparece adornada con un rico collar y coronada por un sombrero alargada que acentúa aún más la estilización de su figura. Como decimos, la obra rehúye de la tradicional frialdad y el hieratismo propio de la plástica egipcia para mostrarnos una mujer de carne y hueso, que no renuncia, sin embargo, a la idealización de la belleza, sino que la potencia, y la subraya.
Un inmortal ejemplo de la Belleza universal. Una de las más bellas mujeres de la Historia del Arte.

lunes, 13 de octubre de 2008

Arte Egipcio en Madrid



Cuando hablamos del Antiguo Egipto, siempre pensamos en una civilización alejada en el tiempo y el espacio. Y efectivamente es así. Por eso resulta del todo curiosa, por más conocida que pueda ser, la presencia de un templo egipcio en pleno corazón de Madrid. Esta exótica imagen, muy cerca del Palacio Real y de la Plaza de España, fue un regalo del Estado egipcio al español en agradecimiento al apoyo prestado para la conservación del Templo de Ramsés II en Abu Simbel en una campaña apoyada por la UNESCO y qué básicamente intentaba evitar la destrucción del mismo a causa de la construcción de la presa de Asuán. Salvándose esta magna obra, que fue trasladada de lugar, el gobierno egipcio obsequió con cuatro templos a diversos estados, y entre ellos, como decimos, estaba el que nos ocupa, que fue trasladado piedra a piedra en el año 1972.
Este pequeño pero interesante templo presentaba los característicos pilonos de este tipo de construcciones, además de otros elementos propios de la arquitectura egipcia. Nos encontramos ante un ejemplar bastante avanzado en el tiempo, perteneciente a la dinastía ptolemaica, y datable entre los siglos II y I a. C. Hay que recordar que, por esos años, en Grecia se desarrollaba el período helenístico, y hacía ya tiempo que se había planteado, por tanto, toda la teoría y la práctica del clasicismo del siglo V a. C. A pesar de ello, en este edificio se observa claramente cómo apenas han variado ls constantes estéticas de una civilización que dio pocas concesiones a la renovación estilística a lo largo de numerosos siglos. Sí es cierto, sin embargo, que en la fachada del templo propiamente dicho, que se levanta tras los dos pórticos adintelados, se aprecia una contención y equilibrio mayor que en los templos más antiguos. En cualquier caso, tanto las columnas como sus capiteles papiriformes repiten los modelos anteriores, en esa línea naturalista de inspirarse en elementos vegetales para determinados elementos arquitectónicos y decorativos. Asimismo, si nos fijamos en la planta vemos igualmente la repetición de algunas constantes.
Sea como fuere, este templo constituye una oportunidad única para acercarse a este fascinante mundo, mucho más cerca de lo que pensamos.
En esta web se ofrece un conjunto de fotografías bastante interesante:

martes, 7 de octubre de 2008

Stonehenge. El sol contra la piedra.




Si preguntáramos a la gente sobre cuáles son los vestigios prehistóricos más conocidos del mundo, ganaría la encuesta, casi con toda probabilidad, el crómlech de Stonehengue, que podéis ver en la imagen. Nos encontramos ante una de las primeras manifestaciones arquitectónicas del continente europeo. Un ejemplo sin parangón del conjunto de construcciones que se levantaron en la fachada atlántica de Europa durante la Edad de los Metales, principalmente.

Este tipo de arquitectura prehistórica ha sido comúnmente llamada como megalítica, debido a la utilización de grandes bloques pétreos que, aislados o dispuestos en grupos en variadas composiciones, configuran, como decimos, una temprana manifestación arquitectónica. Éste que nos ocupa se encuentra en el sur de Gran Bretaña. Se trata de una serie de círculos concéntricos rodeados por un foso que aparece cortado por una especie de avenida ceremonial.Aunque, como es natural, no se conserva íntegramente, y la mayor parte de los monolitos que, dispuestos horizontalmente a modo de dinteles se han perdido, nos podemos hacer una idea bastante aproximada de la planta de este conjunto cuya función y significado ha generado no pocas hipótesis, la mayor parte de ellas apasionantes y rodeadas de misterio.

Una de las explicaciones más difundidas acerca del sentido de esta construcción nos habla de una especie de calendario astronómico, ya que en el solsticio de verano, el sol sale coincidiendo con el eje de la construcción, llegando hasta la parte central de la misma, en el lugar del altar. Podría relacionarse, según esta teoría, con un culto al Sol. Hay que recordar que en estos tiempos, las creencias religiosas estaban aún bastante simplificadas y se reducían básicamente a los fenómenos de la naturaleza de difícil explicación. Esta hipótesis acerca del origen divino del lugar quedaría reforzada por el hecho de que en las inmediaciones han aparecido numerosos restos humanos, lo cual nos hace pensar que se trató, en su día, de un lugar de especial significación y simbolismo para sus contemporáneos.

Hay que decir que, aún en la actualidad, este enclave sigue fascinando a todo el mundo, y es punto de obligada visita a todos cuantos se acercan al sur de Inglaterra, y su popularidad, lejos de disminuir, aumenta día tras día.

Para terminar, os propongo este viaje a Stonehenge. Relajante y evocador...

domingo, 5 de octubre de 2008

El Indalo




Aunque al hablarse de pinturas rupestres son de sobra conocidos los restos conservados de la zona francocantábrica, especialmente los hallados en Altamira y Lascaux, lo cierto y verdad es que, con el paso de los años, han alcanzado también gran popularidad las llamadas pinturas levantinas, especialmente desde que en 1998 fueran declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad bajo la denominación de "Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica". Se trata de un conjunto de restos arqueológicos encontrados entre el sureste y el noreste peninsular. Nos encontramos ante interesantes conjuntos pictóricos realizados en los abrigos rocosos de la citada zona, y que en su mayor parte fueron realizadas durante el Mesolítico. Son, por tanto, posteriores a las pinturas francocantábricas, que datan del Palelítico Superior. Entre unas y otras se observan notables diferencias. Así, mientras que los restos cantábricos apuestan por una representación naturalista, las pinturas levantinas encuentran en la esquematización y geometrización de las formas su modo de expresión más eficaz. Además, esa tendencia al trazo sintético posibilita un dinamismo hasta entonces nunca visto, y favorece escenas en las que los animales intercatúan entre ellos, así como con la figura humana, estableciendo interesantes composiciones de tipo cinegético y bélico.

Estamos hablando por tanto de unas pinturas que, pese haber sido concebidas en los tiempos remotos de la Prehistoria, resultan hoy de gran modernidad, por el tratamiento tan certero y depurado de la forma. Los ejemplos son, como sabemos, muy numerosos. Son muy conocidos los restos del abrigo de Valltorta, en la provincia de Castellón, o los de Cogull, en Lérida. Sin embargo, hoy queremos llamar la atención sobre un caso más cercano geográficamente, y cuya popularidad ha traspasado incluso fronteras. Nos estamos refiriendo a la Cueva de los Letreros, en las sierras del norte de la provincia de Almería. Sus restos, que pueden datarse hacia el 5.000 a.C., son fácilmente relacionables con los del grupo anterior, presentando todas sus características en cuanto a concepción formal y temática. Entre todos sus restos, merece nuestra atención la famosa figura del Indalo, que podéis ver en imagen, y que con el paso de los años ha pasado a convertirse en símbolo de esta tierra árida y rebosante de luz. Desde un punto de vista formal, el personaje repite los mismos esquemas antes comentados, en tanto en cuanto el esquematismo es su señal más inequívoca de identidad. Así, su artífice ha conseguido dotar de expresión a la figura sin apenas recursos plásticos, lo cual es sumamente interesante.

Esta especie de arquero, que según algunos representa a un hombre sosteniendo un arcoiris, se ha convertido, como decimos, en un elemento carismático, y desde hace bastante tiempo llamó la atención de todos los estudiosos. Baste recordar el llamado Movimiento Indaliano que surgió en Almería a mediados del siglo XX de la mno de Jesús de Perceval. Desde entonces, su popularidad ha ido en aumento, y se ha reproducido y comercializado hasta la saciedad, desde las esferas públicas en esculturas o mascotas de espectáculos deportivos a la explotación privada a través de hoteles, souvenirs o pegatinas para el coche.

Sea como fuere, el hecho de que esta imagen sea hoy tan conocida es un ejemplo más que evidente de la capacidad que tiene el Arte para ser reinventado por los espectadores de las distintas épocas, y un motivo más para pensar, otra vez, que el Arte está, cómo no, más vivo que nunca.

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