viernes, 30 de mayo de 2008

Los últimos días, los últimos paisajes



"Experimento una increible claridad en los momentos en que la naturaleza es tan hermosa. Pierdo la conciencia de mí mismo y las imágenes vienen como en un sueño..."

Vincent Van Gogh (1853-1890) escribió estas líneas pocos días antes de poner fin a su existencia. Uno es incapaz de resistirse a mirar esta soberbia pintura del holandés, el Campo de trigo sobrevolado por cuervos, sin recordar estas palabras visionarias una y otra vez. Parece que de repente el sueño de este pintor avanzara hacia nosotros invadiendo nuestro espacio. Los caminos hacia la nada, el cielo amenzante, los negros cuervos revoloteando. El impacto al primer instante.

Esta obra pertenece a un importante grupo de pinturas ejecutadas en la pequeña localidad francesa de Auvers-sur-Oise durante los dos últimos meses de vida del artista, entre mayo y julio de 1890. La figura de Van Gogh ha sido suficientemente aireada por numerosos investigadores, dentro y fuera de la Historia del Arte. Recomponer su vida no ha sido tarea difícil, gracias a la numerosa correspondencia que mantuvo con su hermano Thèo. En esas cartas podemos conocer sus inquietudes artísticas, sus influencias. Pero lo más importante que apreciamos en ellas es la visión atormentada de un pintor cuya producción se reduce básicamente a diez años de actividad en los que sin embargo trabajó de forma infatigable, compulsiva y casi enfermiza. De los Países Bajos a París, de París a Arles, de Arles a Saint Rèmy, de Saint Rèmy a Auvers, su trayectoria fue una búsqueda incesante y desesperada de una felicidad que nunca encontró. De las pinturas oscuras de campesinos a los paisajes impresionistas, del amarillo vibrante del mediodía francés a los inquietantes paisajes de cipreses y trigales, la obra de Van Gogh sigue emocionando al espectador de hoy en día.

Van Gogh dejó su vida en el Arte. Así se lo hizo a saber a su hermano en sus cartas. Pintar se convirtió para él en una obsesión sin la que no podía vivir. Cada vez dormía menos. Cada vez pintaba más. Conforme avanzamos cronológicamente en su obra su pincelada se hace más vigorosa, pás pastosa, más nerviosa. Sólo con ver un trazo podemos comprender el estado de ánimo de un Van Gogh totalmente poseído y vampirizado por una pintura que terminó dominando al pintor. Inquietantes, irrepetibles, los últimos paisajes de Van Gogh son el mejor testimonio de un artista que abrió paso posteriormente a los expresionistas de principios del siglo XX.

Ante las últimas obras de Van Gogh, sobre todo si se ven a pocos metros, es difícil no emocionarse, no sentir el escalofrío, el pellizco. Y no lo consigue con grandes historias. Lo hace con paisajes silenciosos, nocturnos o diurnos. Lo haga con un Campo de amapolas, lo haga con Dos figuras en el bosque, consigue la respuesta del espectador.

Web de la Exposición "Los últimos paisajes" celebrada en el Museo Thyssen de Madrid el año pasado


Ahora, volved a otra vez a la pintura de arriba y leed la frase nuevamente:

"Experimento una increible claridad en los momentos en que la naturaleza es tan hermosa. Pierdo conciencia de mí mismo y las imágenes vienen como en un sueño..."




jueves, 29 de mayo de 2008

El Triunfo de Galatea





Una de las características principales del Renacimiento es la recuperación de los mitos de la Antigüedad. Es evidente que en Italia el recuerdo del mundo clásico era mayor, entre otras cuestiones por los restos que allí se conservaban. No nos parece extraño, por tanto, que sea Italia la cuna del Renacimiento. Y tanto en escultura como en pintura, esa vuelta a la Antigüedad tendrá en la representación de los dioses grecolatinos una de sus manifestaciones principales. Esto lo podemos ver en Italia durante el Quattrocento, y también durante el Cinquecento.

La pintura que podéis ver es una obra maestra del denominado Alto Renacimiento. Cronológicamente se sitúa en el siglo XVI, el llamado Cinquecento italiano, en el que Roma toma el relevo de Florencia en lo que a innovaciones artísticas y científicas se refiere. Uno de los artistas más influyentes de estos momentos será Rafael Sanzio (1483-1520) , autor de esta obra para la Villa Farnesina de Roma. LLeva por título El triunfo de Galatea, y en ella podemos ver, en primer lugar, la elección de un tema mitológico, como es el de la ninfa Galatea, que aparece en varias historias griegas, siendo una de las más famosas aquella en la que es objeto de amor por parte del cíclope Polifemo. Rafael situá una bella mujer semidesnuda que cabalga sobre el mar ayudada por dos delfines. A su alrededor se sitúa una corte de personajes que adoptan distintas posturas y movimientos. La escena parece estar enmarcada por cuatro figuras de cupidos que dirigen sus flechas hacia la joven. La composición, como es habitual en Rafael, es exquisita y equilibrada. Hay que decir que la armonía compositiva es una de las características más claras del Renacimiento, y en el caso de Rafael esto se ve reforzado por una acertada elección cromática que suele tener en los rojos y los azules sus centros de interés. Pero en estas obras del Alto Renacimiento se llegará a sus máximas consecuencias, y Rafael consigue crear una obra de movimiento contenido en la que nada está acartonado, pero tampoco nada es exaltado ni gratuito. Todo está en su justa medida. Quizás por eso, a partir de los grandes logros de Rafael, Leonardo o Miguel Ángel, se dio paso progresivamente al Manierismo, en el que los cánones clásicos fueron progresivamente evolucionando hacia las formas barrocas del siglo XVII.

miércoles, 28 de mayo de 2008

La Catedral del Mar



Con este nombre, titulaba Ildefonso Falcones su primera novela, publicada en 2006. En muy poco tiempo alcanzó un importante éxito de ventas. La novela está ambientada en la Barcelona del siglo XIV. En dicho siglo, la ciudad condal vive un período de prosperidad económica, lo que se va a ver reflejado en el florecimiento de la vida urbana y en el auge de una nueva clase social, la burguesía, que se enriquece gracias al pujante comercio de la época, y al desarrollo de no pocos oficios artesanales.

Es entonces, por ejemplo, cuando se levantan los más importantes edificios góticos en la Corona de Aragón, como la Catedral de Palma de Mallorca, la Catedral de Valencia o la misma Catedral de Barcelona. Pero es quizás la Iglesia de Santa María del Mar del barrio barcelonés del Borne donde mejor se pueda ejemplificar ese impulso definitivo que toma la burguesía catalana en el siglo XIV. En las mismas fechas se estaba levantando la catedral, pero mientras que ésta estaba orientada a la nobleza, la monarquía y el alto claro, el templo que podéis ver más arriba fue el resultado de las donaciones de los burgueses de la Barcelona del trescientos. Iniciada en 1329, consituye, además, uno de los ejemplos más acabados del gótico hispano. El exterior no muestra un aspecto demasiado llamativo, pues presenta una portada muy austera y sin apenas decoración, enmarcada por dos torres de planta octogonal que apenas sobresalen de entre el caserío y cuya visión se pierde entre las estrechas calles de este barrio tan cercano al Mediterráneo. Al interior, todo cambia. Y nos encontramos con uno de los edificios más armónicos y puros del Gótico. Se trata de una gran iglesia de planta basilical con cabecera semicircular. Tiene tres naves de igual altura, siendo la central de mayor anchura, y capillas entre contrafuertes. El edificio alcanza una considerable altura, que además es reforzada visualmente gracias a los esbeltos pilares poligonales que se elevan ágilmente hasta las bóvedas. El resultado final busca, como es común en el Gótico, un sentido de impulso ascensional que se vincula con el intento, por parte del hombre, de querer acercarse lo más posible al cielo y así entrar en contacto espiritual con Dios.

Hoy día es uno de los edificios más visitados por los turistas que se acercan a esta fascinante ciudad, cálida y mediterránea. Un edificio soberbio que trasmite al visitante paz y espiritualidad, y que ha inspirado, como vimos al principio, novelas históricas.

Arquitectura, sin más.

domingo, 25 de mayo de 2008

José de Mora y Granada



Durante el siglo XVII, y debido a la profunda religiosidad emanada del Concilio de Trento, el desarrollo de la imaginería procesional fue muy importante en España. Aunque tradicionalmente la historiografía ha establecido dos escuelas principales (la castellana y la andaluza), lo cierto es que en el caso de Andalucía, hubo dos focos importantes, y cada uno de ellos tuvo una personalidad bien marcada. De un lado, Sevilla, donde trabajaron Juan Martínez Montañés, Juan de Mesa y Pedro Roldán, entre otros. De otro, Granada, donde desarrollaron su labor artistas tan importantes como Alonso Cano, Pedro de Mena o José de Mora.

Aunque se le suelen atribuir al Barroco atributos tales como movimiento, pasión, exaltación, dramatismo o teatralidad, lo cierto es que en la Granada del seicentos, la mayor parte de las obras escultóricas van por otros derroteros que, aún dentro del Barroco, le dan una nota característica a esta escuela andaluza, configurándose así una escultura llena de sensibilidad, que aboga por el dolor contenido e interiorizado en lugar del dolor apasionado y dramático de otras escuelas. Sólo así se comprende la labor realizada por el gran maestro Alonso Cano, y también por otros importantes escultores granadinos de la misma centuria.

Es el caso de José de Mora (1642-1724), perteneciente a una importante familia de artistas. Dentro del Pleno Barroco, este escultor, cuya producción artística se encuentra fundamentalmente en la ciudad de Granada , no se obstina en mostrarnos en sus imágenes esa teatralidad propia del momento, sino que opta, como decimos, por una estética de lo místico en la que el dolor, perfectamente visible por otra parte, emana al exterior desde el interior mismo de sus imágenes. Así lo lleva a cabo en las esculturas de santos, bastante abudantes, o muy especialmente en las interpretaciones que realiza de Cristo y sobre todo de la Virgen Dolorosa. Hay ejemplos notables de esculturas de busto, como también otras de talla completa. Es el caso de la Virgen de la Soledad, que podéis ver más arriba. Realizada hacia 1671, se encuentra en la bellísima iglesia mudéjar de Santa Ana, junto a las orillas del Darro. En ella se aprecian algunas de las características antes apuntadas. La imagen, arrodillada y con las manos cruzadas sobre el pecho, viste una túnica blanca y un manto negro, dando como resultado un carácter austero y de profundización de los sentimientos cuyo objetivo parece ser el de invitar al fiel a la reflexión.


sábado, 24 de mayo de 2008

Dalí y ¿Eurovisión?




En muy pocas horas, se celebrará en Belgrado el 53º Festival de Eurovisión. Este certamen musical nació en 1956. En una época en la que se empezaba a soñar en una futura unión europea, la unión de radios y televisiones públicas europeas (UER), convocó un concurso de canciones que no se ha dejado de celebrar desde entonces, habiendo sufrido no pocos cambios.

¿Pero... qué relación puede tener Eurovisión con el Arte? En efecto, a lo largo de la historia de este festival, ha habido compositores musicales muy importantes, y entre ellos destaco por encima de todos a Serge Gainsbourg y su inolvidable Poupee de cire, poupee de son, que dio el triunfo a Luxemburgo en 1965 de la mano de France Gall (ver vídeo). Tradicionalmente, el país vencedor es el encargado de organizar la siguiente edición. En 1968, Massiel resultó vencedora por España. Al año siguiente, fue TVE quien organizó el festival. No se escatimaron gastos. Hay que tener en cuenta que en esos años, la España de Franco intentaba abrirse al exterior y mostrar al resto de europeos todas las virtudes del país. Así, lo primero que nos puede llamar la atención es que se le hicieran una serie de encargos a Salvador Dalí (1904-1989). El pintor catalán, que había entrado brillantemente en el panorama artístico europeo en la década de los años 20 gracias al Surrealismo, se fue alejando de algunos de sus principios estéticos conforme avanzó su trayectoria profesional. Ese alejamiento también se produjo a nivel ideológico, de forma que terminó identificándose con el régimen franquista en ciertos momentos, circunstancia que fue muy criticada por algunos artistas españoles que habían tenido que emigrar a otros países para poder ejercer con libertad su creación, como fue el caso del cineasta Luis Buñuel. Esta insólita colaboración de Dalí para el Festival de Eurovisión de 1969 es una curiosa anécdota que ejemplifica muy bien ese cambio de rumbo por parte de este artista excéntrico e irrepetible.

Dalí fue el responsable de la escultura metálica que decoró el escenario del Teatro Real de Madrid, y que pudo verse en las actuaciones de todos los países participantes. Pero además, también diseñó el cartel que podéis ver más arriba, que sirvió de cortinilla para presentar al resto de europeos este certamen de la canción. En él, perviven algunas de las referencias más típicas de Dalí. Un gran ojo en forma de reloj da paso a la presentación oficial de la mano de la por entonces presentadora de moda, Laura Valenzuela.

En este vídeo podéis ver la apertura del festival de 1969, en donde se aprecian estos dos obras, que nos hablan de un artista singular y verdaderamente heterogéneo:



jueves, 22 de mayo de 2008

Corpus Christi



Una de las manifestaciones externas más relevantes de la festividad del Corpus Christi es, sin ninguna duda, la procesión de la custodia por las calles céntricas de los pueblos y ciudades. Se trata de un acto externo en el que la Iglesia saca a las calles la encarnación de Jesús Sacramentado. Esta manifestación cultural se inscribe dentro de las festividades nacidas al amparo de la evangelización de los pueblos, y aunque tiene su origen en la Edad Media, es con el Renacimiento y el Barroco cuando alcanza mayor importancia, y es precisamente entonces cuando se generalizan las arquitecturas efímeras para la procesión, que ha pervivido en muchos pueblos y ciudades. La prueba de todo lo que decimos la tenemos quizás en el gran número de custodias procesionales conservadas en España. Son especialmente numerosas las de finales del siglo XV, y en los posteriores siglos XVI y XVII los ejemplos son abundantísimos.

En la actualidad, la procesión del Corpus Christiees especialmente relevante en tres ciudades españolas: Granada, Toledo y Sevilla. Precisamente, en la imagen superior podéis ver la colosal custodia de la catedral de esta última ciudad, ejecutada por Juan de Arfe (1535-1603), perteneciente a una saga de orfebres de calidad incontestable, entre los que brilla con luz propia su padre, Enrique de Arfe, quien firmó la Custodia de la Catedral de Toledo, aún dentro de la estética tardogótica. Al mirar estas custodias, pueden fácilmente percibirse los rasgos arquitectónicos de la época en la que fueron realizadas. En realidad, se trata de verdaderas estructuras arquitectónicas ejecutadas generalmente en plata. Aunque su tamaño nos resulte en ciertos casos bastante grande, lo cierto es que en algunos casos supusieron un ensayo a pequeña escala de realizaciones arquitectónicas de mayor envergadura.

El talento de Juan de Arfe superó incluso al de su padre, y de él no debemos únicamente destacar las custodias procesionales, sino también obras teóricas y tratados artísticos. Quizás su obra más celebrada sea la Custodia de la Catedral de Sevilla, concluida en 1587. Como corresponde a la época, esta obra cumbre de la orfebrería hispánica responde a las características de un Renacimiento avanzado de corte manierista, en el que la profusa decoración clasicista del Primer Renacimiento (que en España recibe el nombre de Plateresco), ha dado paso a una decoración más austera y a unas estructuras arquitectónicas más movidas, preparando el camino hacia el Barroco. La custodia está estructurada en cuatro cuerpos de planta central cuyo diámetro va descendiendo en altura. En el primer cuerpo se sitúa una escultura de la Inmaculada Concepción, y el último aparece coronado por una representación de la Fe, como corresponde a este tipo de obras. Puedes ver detalles más concretos de la iconografía pinchando aquí.

Sobre custodias procesionales española, os recomiendo este enlace.




lunes, 19 de mayo de 2008

El monje junto al mar



Quizás Caspar David Friedrich (1774-1840) mejor que ningún otro para comprender las características del Romanticismo, el movimiento cultural que se impuso en toda Europa desde finales del siglo XVIII y que vino a ser una respuesta totalmente antagónica a los presupuestos del Neoclasicismo. Como tantas veces pasa en el Arte, un movimiento sirvió de reacción contraria ante el movimiento inmediatamente anterior. Pasó con el Barroco respecto al Renacimiento, con el Neoclasicismo respecto al Barroco, y, esta vez, con el Romanticismo respecto al Neoclasicismo.

Frente a lo comedido, llegará lo apasionado. Frente a la razón, la pasión. Mundos misteriosos y la figura del hombre indefenso ante una naturaleza sublime e inabarcable. Como decimos, el alemán Friedrich es un buen ejemplo del Romanticismo en pintura. Hay que decir además que, el arte alemán, en general, tiene una carga expresiva que a lo largo de todas las épocas está marcada por un sentimiento melancólico y casi trágico de la vida. En este sentido, es fácil comprender que el Romanticismo encajó muy bien con la idiosincrasia del pueblo alemán. En esta maravillosa pintura, El monje junto al mar, Friedrich nos ofrece una visión de la naturaleza sumamente romántica. La figura del hombre aparece empequeñecida ante un inmenso mar sobre el que se sitúa un cielo nublado, gris ceniciento, que parece amenazar la propia existencia del religioso que pasea por la orilla. Esta visión de la naturaleza es propia de los románticos, como también los bosques tenebrosos y las ruinas medievales, que también se prodigan en la producción pictórica de Friedrich. Aunque hay obras quizás más conocidas, esta en concreto resulta sumamente interesante, porque además crea una composición bastante atrevida para la época, ya que los medios expresivos son mínimos. Si quitáramos la figura del monje, el cuadro se reduciría a un paisaje marino. Pero es que además, dicho paisaje estaría constituido, básicamente, por tres bandas de colores apagados, cuyo resultado, finalmente, es, por austero, sorprendemente cercano a la abstracción , aún a pesar de estar a principios del siglo XIX. No obstante, no debemos confundirnos: No se trataría en ningún caso de una obra abstracta, ya que la abstracción, por definición, no representa nada figurativo. En cualquier caso, esta bella pintura ha sido puesta en relación con el famoso Perro semihundido de Goya, que fue más lejos en sus planteamientos compositivos, si bien es algo posterior.

Friedrich. Hombre versus Naturaleza

No estaría de más deleitarse viendo obras de Friedrich acompañadas de buena música:



domingo, 18 de mayo de 2008

Los pintores se van al campo



El Impresionismo, ya se sabe, gusta a casi todo el mundo. Digamos que es uno de los movimientos artísticos que suele conocer el gran público. Pintores como Monet, Renoir o Degas suelen ser conocidos por la mayoría, y sus obras más famosas han sido reproducidas hasta la saciedad, estando presentes en no pocos despachos, salas de espera o pasillos de instituciones públicas o privadas. Desde este punto de vista, podríamos hablar de la popularización del Impresionismo, de su reproducción masiva en nuestra sociedad.

Recordemos que la palabra Impresionismo nació con la fantástica obra de Claude Monet Impresión, sol naciente, pintada en 1873. En estos años, un grupo de pintores franceses, desligados del oficialismo de los salones de exposiciones tradicionales, comenzaron a exponer de forma independiente unas pinturas que rompían con muchos de los cánones estéticos que habían estado vigentes hasta esa época. Si bien el mundo de la realidad ya había sido explorado por los pintores realistas desde hacía una década o dos, los impresionistas llegarán más lejos, y entre otras cosas sabrán reflejar la vida frenética de una ciudad rebosante de creatividad como era París en ese último tercio del siglo XIX. Pero además, los pintores impresionistas decidieron salir a pintar al campo. Y esto que hoy quizás nos parezca algo poco relevante, fue, en su momento, bastante novedoso. Hasta entonces, el pintor había trabajado exclusivamente en su taller, de forma que las representaciones de la naturaleza se basaban, en el mejor de los casos, en apuntes sueltos. Ahora, el pintor pudo ir a pintar in situ al lugar, gracias a la invención de la pintura en tubo, y a la generalización de lienzos más pequeños, fácilmente transportables. De esta forma, pudieron reflejar en sus obras un mayor acercamiento a la naturaleza, y ahí está una de las razones del extraordinario desarrrollo que tuvo el género paisajístico durante estos años. Además, el hecho de estar ante el motivo a representar, hizo posible la captación del momento preciso, de los contrastes lumínicos, de la impresión momentánea, lo que viene a ser una de las marcas de fábrica del Impresionismo. Todo ello, además, con una pincelada suelta, configurando composiciones estructuradas en función al color y no al dibujo, que pasó a un segundo plano, precisamente para posibilitar esa intención de inmediatez que estas obras requerían.

Si nos fijamos por ejemplo, en este hermoso lienzo de La mujer de la sombrilla, ejecutado por Claude Monet (1840-1926) en 1875, nos daremos cuenta, en primer momento, de la pincelada suelta, y de la intención por parte del artista de captar el momento en que una ligera brisa hace que la hierba del campo y el vestido de la figura femenina se muevan tímidamente, creando así una obra fresca y evocadora de un paseo matinal por el campo. Llama la atención el punto de vista del espectador, insólitamente bajo, lo cual debemos relacionar con la aparición en estos años de la fotografía, que dio pie a muchos pintores a realizar encuadres novedosos y hasta entonces poco frecuentes en las composiciones pictóricas.

Como vemos, los pintores se fueron al campo. Aunque Monet resume como ningún otro el espíritu del Impresionismo, y esta obra no es más que una de tantas realizadas bajo el sol de los campos franceses (veáse Las amapolas), lo cierto es que prácticamente todo el grupo de pintores impresionistas realizaron obras de similares características, aunque cada uno con sus propias peculiaridades, llegándose a dar el caso de que pintaran en grupo un mismo motivo.

Aquí os dejo un vídeo con algunas pinturas de Monet con el acompañamiento musical del contemporáneo y tocayo Claude Debussy, que ha sido considerado a veces como "músico impresionista". Un gozo para los sentidos.




sábado, 17 de mayo de 2008

Borromini, o cómo dar vida a los edificios



Una de las características que se suelen dan por universales cuando nos referimos al Barroco es el concepto de teatralidad y de integración de todas las artes. En efecto, se habla del movimiento, de la expresividad, del pathos griego. Posiblemente, al contemplar pinturas de Rubens, o esculturas de Bernini, esto sea fácilmente perceptible. Pero en el caso de una manifestación artística de carácter abstracto como es la arquitectura, esto ha sido a veces más discutido. Si pensamos, por ejemplo, en la arquitectura barroca española, buena parte de esa teatralidad tan buscada se debe a la decoración pictórica y escultórica, donde el retablo alcanza gran desarrollo. Entendemos que el Barroco es una manifestación artística anticlásica que, paradójicamente, parte del Clasicismo. En efecto, los primeros pasos hacia el Barroco se dan en la Italia de mediados del siglo XVI, cuando, en el caso de la arquitectura, comienzan a alterarse algunas de las normas que habían dado vida al Renacimiento.

El Barroco Italiano es quizás donde mejor se manifieste esa teatralidad, especialmente en el caso de la arquitectura. A principios del siglo XVII, nos encontramos en Roma dos arquitectos fundamentales: Por un lado, la figura de Bernini, que aunque destaque más en la escultura, será también el arquitecto oficial de los pontífices del seisecientos. En el otro extremo, nos encontramos a Francesco Borromini (1599-1667), que trabajó fundamentalmente para órdenes religiosas, con lo cual su proyección pública fue mucho menor. Quizás sea por esto que su arquitectura parezca más atrevida, más innovadora, menos oficialista. Borromini le dio a la piedra la capacidad de expresarse. Dio vida a sus edificios. Y ello lo hizo poniendo en práctica todo tipo de juegos visuales para crear exteriores e interiores en los que la luz natural tomara el papel de transformadora de los espacios. Tanto en planta como en alzado, la línea curva es la protagonista de sus edificios. Líneas cóncavas y convexas que provocan unos contrastes de luces y sombras que varían en función de la incidencia de la luz. Espacios confusos para que el espectador se deje lleva por los sentidos. Aquí el concepto de lo teatral llevado a la arquitectura. Su intervención en la Iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes es de sobra conocida, como también lo es la Iglesia de San Ivo, también en Roma, que podéis ver en la imagen. Ante un patio, crea una inesperada fachada curva, tras la cual se sucede un edificio de planta centrada, consistente en dos triángulos equiláteros que, al entrecuzarse, forman la figura de un hexágono, cuyos lados aparecen, tanto en el interior como al exterior, convenientemente curvados, para crear esos juegos de luces y sombras, algo especialmente visible en su impresionante cúpula. El conjunto se remata con una originalísima linterna de estructura espiral.

En efecto, Borromini dio vida a los edificios. Aquí un curioso vídeo sobre esta obra maestra:





martes, 13 de mayo de 2008

La vida




El gran Pablo Picasso (1881-1973), probablemente el genio artístico más importante del siglo XX, ha pasado a la historia principalmente por el cubismo y por todas las innovaciones técnicas que llevó a cabo a lo largo de toda su trayectoria artística. Trabajador infatigable, no dejó de experimentar. Pero, ¿se hubiera estudiado su figura en los libros de Arte si hubiera profundizado tan sólo en sus etapas pre-cubistas? La pregunta plantea otras tantas cuestiones. Está claro que gran parte de la valoración que tiene este malagueño universal se debe a sus conquistas, a sus lenguaje nuevo, a su constante evolución. Desde este punto de vista, su figura hoy día no estaría tan reconocida. Pero también es cierto que ha habido otros pintores de su tiempo que, con pocas variaciones estilísticas y menos innovaciones, también ocupan un puesto importante. En este sentido, no debemos nunca minusvalorar las llamadas épocas azul y rosa de Picasso. No ya sólo porque constituyan un prólogo a su desarrollo artístico posterior, sino porque, en sí mismas, constituyen momentos creativos de gran interés.

De Málaga a Barcelona, de Barcelona a París, Picasso se encontraba realizando pinturas de tendencia expresionista a principios del siglo XX, siendo aún muy joven. Poco después de instalarse en París, su amigo Carlos Casagemas, con el que había descubierto la vida bohemia de la gran capital francesa, decidió quitarse la vida. Este hecho generó en Picasso un sentimiento de tristeza que le hizo oscurecer su paleta cromática, en la que durante unos tres años abundaron toda la gama de grises y azules que dan nombre a esta etapa. Sin embargo, no es la única característica de este período, ya que también son habituales las figuras hieráticas, solemnes y volumétricas, silenciosas y humildes. Una de las obras que mejor resumen esta época picassiana es La vida (1903). Con una gama cromática austera y expresiva a un mismo tiempo, y en un espacio indeterminado, se sitúan cuatro grupos de figuras que parecen querer mostrarnos cuatro formas distintas de enfrentarse el hombre a la vida. Así, abajo y en el centro podemos apreciar, casi en penumbras, la figura del solitario, o del hombre sin amor. A ambos lados, la pareja de enamorados que se abraza y el amor maternal de la madre y el hijo. Por último, el amor maternal a través de la pareja desnuda, representado al fondo de la escena. Como vemos, una hermosa pintura cargada de simbolismo, muy pensada de principio a fin, en la que un joven Picasso nos iguala en un mismo plano el amor y la vida, entendiendo por tanto que ésta no se entiende de otra forma.

lunes, 12 de mayo de 2008

Rocío



Hoy, día de Pentecostés, sale en procesión una de las imágenes marianas más populares de toda España. Durante estos días se ha estado celebrando en la onubense aldea de El Rocío la tradicional romería en su honor. Allí se han concentrado más de un millón de personas venidas de los más variados lugares. Aunque hoy día hay más de 106 hermandades filiales de la matriz de Almonte, pueblo del que la virgen es patrona, hasta fines del siglo XIX era un fenómeno mucho más familiar, circunscrito básicamente a determinados pueblos de las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, si bien es cierto que dichos pueblos comenzaron a peregrinar desde mucho tiempo atrás. No hay que olvidar la situación del lugar, en Doñana, punto de confluencia de estas tres provincias andaluzas.

Desde el punto de vista artístico, esta singular imagen se sitúa dentro del conjunto de imágenes marianas realizadas en Andalucía Occidental durante la Baja Edad Media. Dado que a partir de 1212, tras la Batalla de las Navas de Tolosa, los cristianos comenzaron una rápida reconquista por los territorios de la Baja Andalucía, se hacía necesario cristianizar a una población que llevaba cinco siglos de dominación musulmana. Así, de la misma forma que se comenzaron a construir iglesias para sustituir a las antiguas mezquitas, también se comenzaron a realizar imágenes cristianas para potenciar la devoción de los fieles. Conservamos interesantes imágenes marianas de estos siglos. Tradicionalmente, la historiografía las ha llamado, genéricamente, vírgenes fernandinas, relacionándolas por tanto con el reinado de Fernando III, responsable de las conquistas de Córdoba (1236) y Sevilla (1248). La sevillana Virgen de los Reyes es un ejemplo de lo que decimos. Sin embargo, no todas las vírgenes góticas andaluzas fueron realizadas en estos primeros momentos. Hubo realizaciones importantes durante el reinado de Alfonso X, y con posterioridad. Así, la imagen que hoy traemos, la almonteña Virgen del Rocío, parece corresponder a un estado más avanzado del gótico, a juzgar por la dulzura del rostro y por los avances en el naturalismo, de forma que muchos autores la sitúan en el siglo XV.

Sin duda alguna, con esta imagen, los propósitos de propagar la fe están más que cubiertos, por más que se trate en este caso concreto de una manifestación cultural que va mucho más allá de las meras connotaciones religiosas, como suele suceder siempre en Andalucía y su singular manera de abordar la religiosidad. En este sentido, los testimonios de miles de rocieros son tan abundantes como interesantes para un acercamiento antropológico al tema. Un caso especial lo constituyen los llamados exvotos, o cuadros que realizaban los que, encomendados a la virgen, veían cumplidas sus plegarias. Como es lógico, estas pinturas están dotadas de una naturalidad y una frescura fuera de toda duda, y son testimonios bien certeros de la pintura ingenuista de corte popular. Suelen completarse con textos explicativos en los que se narra el supuesto milagro. Sería interesante que echárais un vistazo a muchos de estos exvotos en esta web

Por último, un vídeo que muestra el inicio de la procesión, marcado por el famoso salto de la reja:



sábado, 10 de mayo de 2008

Masaccio y la perspectiva




Una de las principales novedades que supuso el Renacimiento respecto al arte medieval fue el desarrollo de la perspectiva, principio que empezó a aplicarse en la Italia del siglo XV en obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas del denominado Quattrocento italiano. En arquitectura, fue Brunelleschi el que dio forma a estos planteamientos. Y algunos de ellos aparecen bien reflejados en La Trinidad de la iglesia florentina de Santa María Novella, obra de Masaccio (1401-1428). Este pintor, que vivió pocos años, ha pasado a la historia del arte como una personalidad fundamental para entender la configuración de la pintura clásica, en tanto en cuanto se le considera el verdadero iniciador de la perspectiva en pintura. Esta obra es un ejemplo bastante claro de lo que decimos.

Se trata de una pintura al fresco, situada en un muro de la Iglesia de Santa María Novella. El autor crea un auténtico trampantojo (engaño al ojo) de casi siete metros de altura para representar el dogma de la Santísisma Trinidad. Así, los personajes aparecen enmarcados en una arquitectura clasicista que nos remite a los arcos de triunfo romanos y que nos dan buena muestra de la vuelta a los valores grecolatinos que supone el Renacimiento. En profundidad, parece desarrollarse una bóveda de cañón con casetones, de similar aspecto a los del Panteón de Agripa. Al fondo, aparece otro arco de medio punto que ayuda a reforzar esa sensación de profundidad. Gracias a la representación pictórica de diversos elementos arquitectónicos, consigue el autor crear los efectos de perspectiva buscados. Pero no se queda ahí, ya que la introducción de los personajes, y la forma en la que éstos se presentan ante el espectador -creando un punto de fuga central- refuerzan esa percepción. Así, las figuras de los donantes de la obra, posiblemente enterrados bajo ese lugar, se presentan arrodillados y antecediendo al arco de triunfo, estando más próximos al espectador. Tras ellos, y flanqueando las columnas de orden jónico que sustentan el gran arco de medio punto, se encuentran las figuras dolientes de María y San Juan, entre los que se sitúa la imagen del Cristo en la cruz, sostenida desde detrás por la majestuosa figura de Dios padre, que parece situarse ya detrás del arco, justo debajo de la gran bóveda de cañón. Así, mediante la interrelación entre figuras y arquitectura, se consigue la perspectiva, reforzada además por el carácter volumétrico que Masaccio suele dar siempre a sus figuras, sin duda alguna una de sus señas de identidad como pintor.


jueves, 8 de mayo de 2008

El Museo Judío de Berlín



... y de un campo lleno de pararrayos, a un edificio con forma de rayo...

Hoy se han cumplido 60 años desde que se creara el estado de Israel, en Oriente Próximo. En 1948 hacía sólo tres años que había terminado la II Guerra Mundial (1939-1945), con todo lo que este conflicto supuso para el pueblo judío, que fue víctima de una persecución obsesiva por parte de un régimen nazi que los quiso llevar hasta el exterminio total. No era la primera vez en la historia, desgraciadamente, que los judíos eran expulsados de sus casas. Pero, quizá por la cercanía en el tiempo, el genocidio llevado por el régimen de Adolf Hitler supone uno de los capítulos más negros de nuestra historia reciente. En Europa fueron asesinados millones de judíos en los tristemente famosos campos de concentración.

En la ciudad de Berlín había un número bastante importante, y fueron ellos unos de los primeros que tuvieron que sufrir esta sinrazón que luego se extendió a otros países europeos. Esta ciudad vio pasar ante sus ojos durante el siglo XX más acontecimientos vergonzantes. Y uno de los más oscuros fue el de la construcción del muro de Berlín, verdadera cicatriz que atravesó toda la ciudad, dejándola literalmente dividida durante 29 años (1961-1989). El muro cayó un 9 de Noviembre, a la vez que los regímenes comunistas de Europa central y oriental empezaban a tambalearse. Poco después, Alemania se reunificaba, y la ciudad de Berlín comenzó un proceso de transformación urbanística que le llevó a ser el epicentro de la vanguardia arquitectónica y artística a nivel mundial durante los últimos años del siglo XX.

El Museo Judío que hoy os muestro responde a esa incesante actividad constructiva del Berlín de los 90. Se hacía necesaria la construcción de un museo que explicara a los berlineses la historia de los judíos alemanes. Para ello, se convocó un concurso en el que resultó ganador el arquitecto polaco Daniel Libeskind (nacido en 1946). El edificio fue construdo entre 1992 y 1999. Responde a un concepto muy escultórico, de forma que la obra resulta, tanto al exterior como desde el interior, fuertemente expresiva. Recubierto de zinc, su fachada está salpicada por numerosos vanos alargados dispuestos anárquicamente que, además de servir de iluminación interior, parecen querer mostrar al visitante las heridas de un pueblo tantas veces perseguido. Con ello consigue crear espacios interiores en los que la luz incide de mil formas y variados matices, y en los que además se juega con la desorientación del visitante en un espacio fragmentado y confuso. Todo ello crea un conjunto deliberadamente dramático. Desde el cielo, como podéis ver, la sensación es la de una especie de rayo, o incluso una estrella de David fragmentada. Un edificio, por tanto, cargado de simbología, que viene a ser un referente en el más que interesante panorama de la arquitectura contemporánea de esta hermosa y singular ciudad.

Os recomiendo muy mucho que visitéis la web de su autor, Daniel Libeskind, donde podréis apreciar los contrastes de luces y sombras del interior de esta gran obra.

Web del Museo Judío de Berlín (español)

Y un pequeño vídeo para que veáis algo más:


miércoles, 7 de mayo de 2008

Un campo de relámpagos



¿A quién no le atrae una tormenta? ¿Quién no se siente atraido, ya sea desde la admiración o desde el miedo, por ese espectáculo de luz y sonido que nos brinda a veces la naturaleza?

Hoy os quiero traer aquí un ejemplo de lo que se ha denominado Earth Art, o Land Art. Este movimiento se ha desarrollado principalmente en Norteamérica y Europa desde la década de 1970, y consiste en una intervención, por parte del artista, en el medio natural. Aquí queda clara la idea de que lo verdaderamente importante es el concepto más que el objeto, ya que muchas de estas acciones suelen ser efímeras, y tenemos que recurrir a fotografías para poder ver cómo se llevaron a cabo esas alteraciones temporales del medio natural.

Quizás uno de los ejemplos más impactantes y llamativos lo constituya The Lightning Field (1974-1977), del estadounidense Walter de Maria (nacido en 1935). Este autor, que en un principio se había movido entre los presupuestos de la escultura minimalista, realizó una intervención en una zona semiárida y deshabitada de Nuevo México. Sobre una inmensa y kilométrica llanura, dispuso cuatrocientos pararrayos de más de cinco metros de altura cada uno de ellos, convenientemente alineados. Dado que en la zona se suelen producir numerosas e importantes tormentas con fuerte aparato eléctrico, la idea es que, cuando éstas se produzcan, los pararrayos actúen como vehículos para la creación de numerosas descargas eléctricas en un mismo espacio. Con esta intervención sobre el medio natural, Walter de María consigue unos efectos estéticos llenos de belleza. Pero además, plantea varias cuestiones: Por un lado, logra crear una obra de arte temporal, que sólo es tal en momentos muy concretos. Por otro, consigue que la naturaleza en sí misma sea obra de arte durante ese mismo instante, ya que lo que realmente se consigue no es plenamente natural. Recordemos que, para que esa imagen se produzca, el hombre ha tenido que alterar el medio previamente, ha intervenido, a través de la colocación de esos cuatrocientos pararrayos.

Resumiendo, este campo de relámpagos sólo se convierte en obra de arte cuando se produce una tormenta. Y en ese momento, el artista logra poner en contacto al ser humano (el autor de la obra), al cielo y a la tierra. Una verdadera intervención sobre el terreno.

De lo bello a lo sublime.

Si quieres ir a ver este campo de relámpagos, infórmate aquí

P.D.- No he conseguido encontrar ningún vídeo donde pueda verse esta acción en vivo; si alguien sabe de alguno por la red, agradecería que lo comentara por aquí. Saludos cordiales.


martes, 6 de mayo de 2008

Niños de la calle




Aunque de forma genérica y quizás bastante simplista se suela relacionar la figura del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) con el mundo de las Inmaculadas y las representaciones del Niño Jesús, no fue, ni mucho menos, lo único que realizó. Es justo reconocer por tanto que, si bien destacó fundamentalmente en la pintura religiosa, encontramos en su producción un buen número de obras costumbristas que nos hablan de la Sevilla de la segunda mitad del siglo XVII desde una perspectiva bastante singular.

Murillo fue un pintor reconocido en su época. No tanto como su paisano Velázquez, eso es cierto. Murillo no trabajó para la Corte, y la mayor parte de su obra responde a encargos religiosos. Estuvo supeditado por tanto a los gustos de su época. Pero a su favor hay que decir que, desde esa posición, supo dar su propia visión de las representaciones marianas. Si popularmente se le conoce como "el pintor de las Inmaculadas", es porque supo dar con la tecla para llegar al espectador a través de sus obras. Lo cual no es poco.

Sevilla era, a mediados del siglo XVII, una ciudad fuertemente influenciada por el catolicismo, y entre sus calles se levantaban numerosos conventos. Pero también era una ciudad en crisis, un enclave comercial venido a menos. Tras el período de esplendor del siglo anterior -en el que fue una de las ciudades más prósperas de Europa a causa del monopolio que tenía su puerto con los productos que llegaban desde América- , se encontraba inmersa en una crisis económica derivada de la complicada situación política de una España que veía cómo su antiguo Imperio comenzaba a desmoronarse. Pero es en esos períodos de crisis donde afloran muchas veces los grandes genios. No en vano, este complicado siglo es, al mismo tiempo, el siglo del Barroco, el gran siglo de oro español en las artes y en las letras.

En este contexto, Murillo supo bajar a la calle para reflejar las imágenes de la crisis. Vagabundos, la mayor parte de ellos niños, aparecen jugando, comiendo o espulgándose. Todos ellos están vestidos con unos cuantos harapos, casi siempre descalzos, desvalidos. Sin embargo, la mirada del pintor no es de compasión, echando así por tierra el apelativo de cursi con el que fue tachado el pintor sevillano por algunos de sus detractores, no hace tanto tiempo. Murillo nos da una visión naturalista de estas escenas. Al ver estas obras, no es difícil encontrar en ellas un eco de la novela picaresca de la época. La obra que aparece más arriba, que lleva por título "Niño espulgándose" o "El joven mendigo", consigue un impacto rápido en el espectador. La presencia de la ventana de la izquierda hace posible que se creen unos efectos de claroscuro y configuran una composición diagonal en la que la figura del niño, absolutamente protagonista, queda iluminada. A sus pies se distribuyen restos de alimentos, una cesta y un cántaro, creando así un austero bodegón que nos habla de la carestía de la época entre las clases más desfavorecidas.

La mayor parte de estas obras, que se inscriben dentro de la denominada pintura de género, fueron compradas por coleccionistas extranjeros, fundamentalmente alemanes, ingleses y franceses, y actualmente se encuentran expuestas en museos fuera de España. Fueron en su mayor parte obras que comerciantes de la época encargaron al pintor sevillano. A buen seguro, la intención era que reflejara el ambiente popular de las calles de la ciudad.

Otros niños de Murillo: Niños comiendo melón y uvas, Niño con perro, Niño apoyado, Niños jugando a los dados, Niños comiendo pastel.

Está claro que Murillo es un pintor popular, que supo llegar la público y que aún hoy lo sigue haciendo. Uno de los grandes.

lunes, 5 de mayo de 2008

Cabezas olmecas




Enfrentarse a culturas antiguas siempre resulta bastante complicado, entre otras cosas porque ni los propios investigadores se ponen a veces de acuerdo en el significado de las mismas. A este respecto, y centrándonos en el ámbito americano cabe decir que, si bien las culturas azteca, maya o inca, han sido analizadas con mayor o menor suerte, otras continúan aún investigándose sin resultados satisfactorios. Es el caso de la cultura olmeca, que se desarrolló en el área mesoamericana, al sur del actual estado de México, con anterioridad a la civilización azteca. La cronología que se baraja para este pueblo es tan amplia como difusa a pesar de que se hable del primer milenio a.C. Los hallazgos arqueológicos se centran fundamentalmente en los centros de Tres Zapotes, La Venta y Las Mesas y han sido estudiados desde finales del siglo XIX. Los olmecas desarrollaron una escritura jeroglífica cuyo significado está todavía por investigar, lo que también dificulta un conocimiento real de lo que pudieron ser sus características culturales y religiosas. Se han encontrado restos arquitectónicos que nos hablan de una civilización ciertamente interesante, quizás precursora de otras que posteriormente se desarrollaron en América Central.

Sin embargo, las muestras artísticas más conocidas de los olmecas se encuentran en el campo de la escultura. No cabe duda que las famosas cabezas colosales son la muestra más llamativa, a nivel artístico, de este pueblo precolombino. Dado que se conocen pocos datos, las interpretaciones que se hacen de ellas están basadas en hipótesis mayormente. Lo que sí podemos apreciar a simple vista es el gran tamaño de estas obras, que en algunos casos llegan a superar los tres metros de altura, pesando toneladas. Actualmente se conocen unos 17 ejemplares, y en todos ellos se repiten las mismas constantes. Las cabezas olmecas se levantan exentas sobre un basamento de piedra y en contacto con la naturaleza. La calidad técnica es notable en algunos casos, siendo comunes los labios carnosos, la nariz achatada, los ojos almendrados y una leve hendidura en la frente, que aparece finalmente coronada por un casco que a veces aparece decorado. Es por ello que a veces se ha pensado que pudieran representar a guerreros, si bien otras teorías apuntan a que quizás se trate de algún dios, habida cuenta de la monumentalidad con la que están tratadas.

Si quieres saber más del fascinante y desconocido mundo de los olmecas, pincha aquí

domingo, 4 de mayo de 2008

Universo Zen




Aunque en los últimos años, lo oriental y específicamente lo japonés esté de moda en los países occidentales, lo cierto es que hasta hace relativamente poco tiempo se sabía bien poco de la cultura y la civilización japonesa. Hasta mediados del siglo XIX permaneció aislado del resto del mundo, e impermeable a influencias foráneas. Con el comienzo de la llamada Era Meiji en 1868 se ponía fin a un régimen casi feudal con siglos de antigüedad. Comienza la apertura, y es entonces cuando empiezan a llegar noticias del país nipón, y comienzan a difundirse las estampas que tanto fascinarán a los pintores europeos de finales del siglo XIX.

En tiempos más recientes, y vinculada más al campo del diseño, ha tomado relativa vigencia la estética zen. Aunque de significados muy complejos, que podréis desentrañar en este enlace si os interesa el tema, el Zen viene a ser una variante del Budismo que tiene en la relajación, la sencillez y la capacidad de abstracción algunas de sus claves. En el campo del Arte, el Zen ha conocido en los llamados jardines de té sus más celebradas manifestaciones. Su crácter sobrio y abstracto es motivo de inspiración para el diseño actual más vanguardista. Hay que decir que toda esta sencillez estructural responde a unos criterios perfectamente estudiados.

En el campo de la pintura, hay un buen número de artífices que desarrollaron esta estética. La pintura zen japonesa responde a los mismos principios de sobriedad, lo que a veces desemboca en unos resultados cercanos a la abstracción, en los que la idea cobra significado más allá de la forma, lo que viene a ser un anticipo de lo que, a nivel artístico, se vivirá en Europa con las vanguardias artísticas del siglo XX.

Nada mejor para ilustrar la pintura zen que esta obra que os presento, "El Universo", de Gibon Sengai (1751-1837). Con él, la simplicidad llega a sus máximas consecuencias, gracias a un trazo rápido y espontáneo. De lo que aquí se trata es de manifestar una idea, exteriorizar lo interior, haciendo válida la premisa de Suzuki Daietsu ("La belleza no está en la forma exterior, sino en el significado que ella expresa"). Quizás sea esta su obra más abstracta. Siguiendo a Daietsu, la idea que quiere dar esta composición monocroma a base de un círculo, un triángulo y un cuadrado, sería la siguiente:

El círculo, el triángulo y el cuadrado son la pintura de Sengai del Universo. El círculo representa el infinito, y el infinito es la base fundamental de todos los seres. Pero el infinito en sí mismo no tiene forma. Los humanos, dotados de inteligencia y sentidos, necesitamos formas tangibles. De aquí el triángulo. El triángulo es el comienzo de todas las formas. De él sale primeramente el cuadrado. Un cuadrado es un doble triángulo. Este proceso de doblar las formas sigue indefinidamente, y así tenemos la multitud de los seres, a los que el filósofo chino llama "las diez mil cosas", es decir, el Universo

sábado, 3 de mayo de 2008

Goya ante la guerra




Si hay un pintor unido a los sucesos de la Guerra de la Independencia española, ése es Francisco de Goya (1746-1828). No hace falta más que abrir cualquier periódico, escuchar la radio o ver la televisión, para darse cuenta de la importancia que están teniendo los acontecimientos de los que ahora se cumplen doscientos años, y que tienen en Goya a su más insigne ilustrador. Para ello, el Museo del Prado está celebrando una exposición que lleva por título "Goya en tiempos de guerra" que podrá visitarse hasta el próximo 13 de julio. Y es que además, el Prado no se entiende sin Goya.

¿Y quién es Goya? Aquí podríamos pararnos ahora y escribir líneas y más líneas. Hablar de su modernidad no es nada nuevo. Ha sido motivo constante de inspiración para los artistas que vinieron detrás de él. Ante figuras como la suya, cualquier comentario puede ser demasiado banal, demasiado prosaico. Goya son palabras mayores. Tanto es así que podréis comprobar que el autor de este blog no puede disimular su pasión por él y por su concepción pictórica, tanto desde una perspectiva técnica como temática.

Hoy es 3 de mayo. Y hace doscientos años, ocurría lo que este fantástico lienzo quiere explicarnos: Pocas horas después de la sublevación del pueblo madrileño a causa de la invasión napoleónica, un buen número de ciudadanos que habían sido presos, son ejecutados en la montaña de Piríncipe Pío. Al fondo, la ciudad. Oscura, tenebrosa. Ante el espectador, un conjunto de ciudadanos asume su próxima muerte. El tratamiento psicológico es espectacular y devastador. Iluminados por un farol situado en el suelo, el blanco de la camisa del personaje que alza los brazos dirige nuestras miradas hacia al grupo de los que van a morir. Allí se suceden distintas expresiones de dolor, desde el que asume la muerte con valentía hasta el que se tapa los ojos con resignación. En el suelo yacen ya algunos hombres sobre un dramático reguero de sangre. Sólo después de ver el grupo de los que van a ser fusilados repara el espectador en los ejecutores, a pesar de que estén más próximos a él. Aparecen de espaldas. Son seres anónimos, sin rostro, sin expresión. A Goya no le interesa dejar constancia de quiénes son. Parece que sólo pretende reflejar el dolor. A pesar de que genéricamente se trate de una pintura de historia, su autor fue más allá, y dejó para la posteridad una demoledora crítica de la condición humana. Una obra universal.

Si además reparamos en otras obras del autor, nos daremos cuenta de que el asunto de la guerra es abordado con tristeza y dolor en muchas ocasiones. La serie de grabados de "Los desastres de la guerra" suponen un buen ejemplo de lo que decimos. Allí se dan cita las atrocidades más monstruosas. El autor no parece escatimar nada en dejar muestra de las atrocidades más monstruosas. Precisamente, uno de los grabados de esta fantástica serie nos lleva nuevamente a la obra del 3 de mayo. Nos referimos al que lleva por título Con razón o sin ella.

Como siempre pasa con los grandes maestros, esta obra ha sido revisitada en numerosas ocasiones con posterioridad. Es el caso de Edouard Manet, que fascinado por todo lo que vio en el Museo del Prado durante su estancia en España, realizó La ejecución de Maximiliano. O Pablo Picasso, que también encontró motivos de inspiración para La masacre de Corea. En definitiva, distintos episodios bélicos, y la misma idea. La confirmación más clara de que Goya no hizo una obra histórica, sino universal.







viernes, 2 de mayo de 2008

El Barrio Obrero de Huelva




Hoy vamos a visitar una ciudad que no por desconocida deja de tener cierto encanto. Y buena parte del encanto de este enclave histórico en el que confluyen los ríos Tinto y Odiel viene motivado por el legado arquitectónico que dejaron los ingleses a finales del siglo XIX y principios del XX. Debemos para ello situarnos en la industrialización que experimentaron ciertas zonas de la Andalucía Occidental con motivo de la extracción de mineral. En este sentido, los yacimientos de Minas de Riotinto quizás sean los más paradigmáticos. El retraso industrial de la España de fines del siglo XIX y la escasa iniciativa empresarial de una Andalucía fundamentalmente agraria no hicieron posible un aprovechamiento nacional de estas importantes minas, lo que trajo consigo la consecuente explotación por parte de empresas extranjeras. Y no es ninguna novedad que los británicos partían con ventaja. Así, la compañía "Rio Tinto Company" comenzó la explotación de estos yacimientos en el año 1873.

Consecuencia de esto tenemos variados ejemplos de edificios e infraestucturas propios de la época en la provincia de Huelva. El caso del denominado Barrio Reina Victoria de la capital onubense, conocido popularmente como Barrio Obrero, es uno de los más llamativos. Se trata de un conjunto de 274 viviendas distribuidas en 88 edificios, edificado entre 1916 y 1929 por el brtitánico R.H.Morgan y los españoles José María Pérez Carasa y Gonzalo Aguado. Como resultado tenemos unas viviendas de estilo ecléctico en las que se combina la arquitectura popular inglesa con aportaciones del regionalismo español, y más concretamente andaluz, vigente en la época. Aunque en la actualidad están perfectamente integradas en el conjunto urbano y muy próximas al centro histórico, fueron proyectadas en la periferia de la Huelva de principios del siglo XX. En esta visión aérea podéis ver el conjunto. La idea remite al concepto de ciudad-jardín desarrollado desde mediados del siglo XIX, asociado al crecimiento industrial y al consecuentemente aumento de la población urbana.

Este proyecto no es, sin emabrgo, el único caso de arquitectura civil que edificaron los británicos en la ciudad de Huelva, ya que en 1883 se había levantado el Hotel Colón. Asimismo, tenemos la ejemplar Barriada de Bellavista en la localidad de Minas de Riotinto, y curiosas residencias de veraneo en la cercana playa de Punta Umbría.

El Barrio Reina Victoria, el Barrio Obrero, es un hito colorista y singular, de obligada y sosegada visita para todo aquel que pase por la ciudad de Huelva. Constituye un ejemplo muy poco común en España, lo que le ha valido la declaración de Bien de Interés Cultural, para una protección integral del mismo.

Podéis leer un breve artículo sobre el conjunto en este link. Y para ver más fotos, pinchad aquí

Por último, os recomiendo la visita al blog amigo ENGLISH IS ALL AROUND, que hoy también dedica su entrada a estas casas inglesas, para obtener una visión distinta y enriquecedora.

Marfiles y esencias




No es de extrañar que, teniendo en cuenta la importancia que tuvo Córdoba durante los siglos de dominación musulmana en la Península Ibérica, y a tenor del gran legado arquitectónico que supone la Mezquita Aljama de época califal, encontremos también otras manifestaciones artísticas de interés. En este sentido, el desarrollo de las llamadas artes suntuarias fue especialmente prolífico en el mundo hispanomusulmán. Afortunadamente, se conservan muchos ejemplares dentro y fuera del territorio español. Piezas de cerámica, bronce o marfil, que muestran, a pequeña escala, algunas de las constantes estéticas del apasionante universo del arte islámico. Así, la escritura cúfica y la decoración vegetal de ataurique constituirán los motivos decorativos más repetidos, tal y como ocurre en los edificios.

Una de las artes que más perfección alcanzó en la Península Ibérica, según vemos en las piezas conservadas, es la eboraria o trabajo en marfil. Además de cofres y arquetas, merecen un capítulo destacado los botes o píxides como el que podéis ver en la imagen superior. Se trata del llamado Bote de Zamora del Museo Arqueológico Nacional (Madrid). Data de mediados del siglo X y puede ser puesto en relación con otros similares como el Bote de Al-Mugira conservado en el Museo del Louvre. En ambos casos, y en otros como los del Bote de Braga o el conservado en la Hispanic Society of New York, estamos hablando de piezas de lujo pertenecientes a la Corte, y destinadas a guardar perfumes y esencias. En el caso que nos ocupa, el ejemplar procede de la ciudad palatina de Madinat al-Zahra. Fue realizado para la concubina del califa Al-Hakam II hacia el año 964 y nos muestra una decoración en la que se entremezclan los habituales motivos vegetales con figuras de pavos reales fuertemente estilizadas. No hace falta mucho más para darnos cuenta de que estamos ante una cultura, la cordobesa de época califal, culta y refinada, delicada y sensible.

Una muestra más del gran legado hispanomusulmán...

Podéis ver otros ejemplos de artes suntuarias de esta época pinchando aquí


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