sábado, 31 de octubre de 2009

Esto es Halloween



A lo largo de este fin de semana, se están celebrando en los más variopintos lugares diversas fiestas de Halloween, a modo de versión tétrica de los Carnavales. Una fiesta que, si bien no es autóctona de muchos de los lugares en los que se celebra, es a veces realizada por pura diversión, y en ella, el componente comercial es bastante acusado. Cosas de la globalización.

Hace más de una década, el director de cine e ilustrador norteamericano Tim Burton dio alas, probablemente sin pretenderlo, a una festividad de tradición anglosajona. Esto ocurría en 1993, cuando el realizador de títulos tan conocidos como Beetlejuice o Eduardo Manostijeras se decidió a rodar un largometraje de animación. Nos estamos refiriendo a Pesadilla antes de Navidad, un cuento infantil y adulto a la vez que aborda precisamente el tema que hoy nos trae hasta aquí. Su argumento plantea una historia inverosímil y llena de fantasía, en la que Jack Skellington, el rey calabaza, intenta apropiarse de la fiesta de la Navidad, de forma que involucra a todos los habitantes del país de Halloween para organizarla, estando a punto de destruirla debido al origen antagónico que ambas fiestan representan. La historia parece así querer plantear, en cierto modo, la progresiva popularización de unos festejos que parecen celebrar la muerte y el encuentro con los espíritus, en detrimento de otras fiestas. Al parecer, la idea surgió al observar en una tienda el propio Tim Burton cómo retiraban los adornos de Halloween para colocar los de Navidad. La estética del film es la habitual en el autor, con personajes desproporcionados (ya por altos, bajos, gruesos o extremedamente delgados). Halloween le sirve además de pretexto para desarrollar ampliamente un inusitado abanico de personajes fantasmagóricos, que sólo pueden salir de una mente de imaginación privilegiada y espíritu infantil.

El universo estético e iconográfico de Tim Burton merece ser visitado continuamente, y tiene perfectamente cabida en un blog dedicado a la Historia del Arte, no sólo porque el Cine sea un arte en sí mismo (aunque aquí hayamos decidido no abordarlo), sino porque el imaginario de personajes, escenarios e historias planteadas conforman ya un sello de identidad perfectamente reconocible, lleno de calidad creativa, y porque para mucha gente representa, con toda justicia, un director de culto que no se limita únicamente al mero hecho de filmar historias más o menos interesantes.

Pueden recordar aquí un poco de su biografía y filmografía.

Y para los que no lo conozcan, no puedo pasar la oportunidad de recomendarles un fantástico libro de cuentos narrados en verso, escrito e ilustrado por el propio Tim Burton: La melancólica muerte de Chico Ostra. Pueden leerlo online en este enlace, pero sólo alcanza su verdadero encanto si se tiene entre las manos.

Y para terminar, un vídeo extraído de Pesadilla antes de Navidad. Uno de los mejores momentos, acompañado de la música compuesta por Danny Elfman:

martes, 27 de octubre de 2009

La Ermita de Cuatrovitas



Durante el período en el que los almohades dominaron Al-Ándalus, se levantaron interesantes construcciones, especialmente en Andalucía Occidental, y muy concretamente en el entorno de la actual ciudad de Sevilla, que por aquel entonces ejerció como capital de dicho imperio. Baste recordar que, en el siglo XII, se llevó a cabo la construcción de la Mezquita Aljama de la ciudad para sustituir a la primitiva Mezquita de Ibn Adabbas, que se había quedado pequeña, y sobre la que se levantó con posterioridad la Iglesia Colegial del Salvador. Si en el caso de este pequeño oratorio, los restos arqueológicos son reducidos, lo que nos ha llegado de la mezquita almohade resulta más que interesante, como nos muestran los restos del sahn y, sobre todo, el alminar, la archiconocida Giralda, concluida en 1198 y hoy integrada en la catedral hispalense.

La importancia de esta zona el el siglo XII se atestigua no sólo en lo tocante a los restos monumentales emplazados en la capital, sino también en la toponimia de lo que hoy es área metropolitana de la ciudad andaluza, lo que nos habla de una zona cercana relativamente poblada. Nos estamos refiriendo al Aljarafe, cuyos habitantes ya se dedicarían, desde entonces, al cultivo del olivar. Podemos citar los nombres de Aznalfarache, Mairena, Almensilla o Aznalcázar para dar cuenta de lo que decimos. Pero hoy vamos a detenernos en la localidad de Bollullos de la Mitación.

Desde un punto de vista etimológico, Bollullos viene, como los pueblos citados anteriormente, del árabe, de tal forma que Bul-lul significaría fortín. A unos cinco kilómetros del actual núcleo urbano se encuentra una curiosa ermita que cobija a la patrona de la localidad, y que recibe el nombre del lugar en el que se emplaza, un despobaldo que en su momento debió tener cierta población, y cuyo nombre alude, en cualquier caso, a esto que decimos, por más que no fueran muchos sus habitantes (Cuatrovitas vendría a ser una contracción de Cuatro habitan). El hecho de que nos encontremos en un lugar bastante aislado de los asientamentos humanos circundantes, así como su poca accesibilidad, pueden explicar el buen estado de conservación que presenta este edificio, si bien hay que precisar que ha sido intervenido, de tal forma que su aspecto actual no es el primitivo. Así, si se concibió como pequeña mezquita, hoy día es, como decimos, la ermita de la patrona. Para adaptar un edificio musulmán al culto cristiano tuvieron que realizarse algunas reformas, como ocurriera igualmente en otros casos en los que se decidió, como aquí, no derribar la construcción preexistente. Lo primero que cambió, lógicamente, fue la orientación. Por este motivo, se procedió a la supresión del nicho del mihrab, para situar en dicho lugar la entrada al edificio. También tuvo que haber cambios en la estructura de las arcadas interiores, que si bien hoy se nos muestran enmarcadas en alfices, responden a una tipología de medio punto, y no de herradura, como cabría esperar. En cualquier caso, lo verdaderamente relevante de esta construcción es el alminar, exento del resto del edificio, y que nos muestra a pequeña escala las características estructurales y decorativas propias del arte almohade y que alcanzan su máxima expresión en la mezquita sevillana, como ya anotamos antes. Realizado en ladrillo, presenta un acceso a base de un arco de herradura. De planta cuadrada y escasa altura, desarrolla en sus cuatro caras buena parte del muestrario decorativo almohade, lo que vemos en las saeteras y en los arcos polilobulados geminados. En su parte superior, queda coronado por un sencillo antepecho que le aleja de las construcciones mudéjares que se levantaron desde mediados del siglo XIII en la zona y que suelen apostar por una terraza de almenas y merlones. Este hecho y otros sitúa a esta obra no en la órbita del mudéjar, sino del arte islámico.

Una pequeña joya del siglo XII en el Aljarafe sevillano.

domingo, 25 de octubre de 2009

El equilibrio, según Sánchez Cotán


Que no todo lo barroco es recargado o excesivo, ya se ha dicho en más de una ocasión en este blog. Que el Barroco es algo mucho más complejo, también. Y que el Barroco español tiene una riqueza que va mucho más allá de la mera temática religiosa, aunque la religión impregne, de una u otra forma, la mayor parte de la producción artística.

El campo del bodegón barroco español supone un caso muy paradigmático de todo cuanto decimos, y en sus imágenes se materializa el misticismo imperante en buena parte de las órdenes religiosas que en el siglo XVII dominaban una mayoría de los encargos artísticos de este país. El caso de Zurbarán es de sobra conocido, en sus series de pinturas sobre mártires y santos de órdenes como los franciscanos o los dominicos, pero también en sus bodegones, absolutamente austeros y despojados de cualquier indicio de exultante riqueza. Al contrario, dichas obras apuestan por la sencillez, por el silencio. Se trata de un espíritu muy común en el campo de la naturaleza muerta del siglo XVII, en contraposición, por ejemplo, a los frugales bodegones holandeses, que muestran una sociedad burguesa pudiente, mientras que los españoles dan una imagen de austeridad que puede tener un doble significado: Por un lado, nos habla de un misticismo que entronca con la Contrarreforma y la defensa de los valores del Catolicismo. Por otro, alude a la situación social de la España del seiscientos, en franca decadencia tras el esplendor vivido durante la centuria anterior.

El caso de Juan Sánchez Cotán (1560-1627) es especialmente llamativo, al concentrarse prácticamente la totalidad de su producción en este género. El hecho de que fuera monje cartujo nos ayuda a entender la extraordinaria pureza que emana de sus bodegones, que más que muestrarios de alimentos parecen ser escenas que se recortan sobre un fondo generalmente neutro que no es sino una sencilla ventana, sobre la que se recortan frutas y verduras y, en menor medida, otros alimentos como pescados o aves. En sus composiciones, dichos alimentos adoptan categoría de protagonistas y parecen disponerse como si de personas se trataran, mostrando un ejercicio de equilibrio verdaderamente sorprendente, estableciendo entre ellos líneas curvas y parábolas minuciosamente estudiadas. Según los estudiosos, el autor no quiere dotar a estos elementos deuna naturaleza concreta, sino que parece exaltar la naturaleza creadora de Dios. Por eso refulgen, con un dibujo preciso, sobre la ventana, utilizando una técnica claroscurista muy común en el primer tercio del siglo XVII en el que se enmarca su obra.

Nunca está de más redescubir a este enorme pintor, que no es más pequeño por mostrarnos temas en apariencia de menor calado.


viernes, 23 de octubre de 2009

Rascacielos en la Gran Vía: El Edificio Capitol



Es probable que si le planteáramos a cualquier persona de la calle que nos dijera los nombres de las grandes obras de la arquitectura española, la mayor parte nos remitiría a las catedrales medievales, a los grandes logros del Barroco o, si me apuran, a las obras de Gaudí. Podría decirse que el arquitecto sería un privilegiado en lo que al reconocimiento popular se tiene acerca de los arquitectos españoles del siglo XX. Y podría decirse también que su nombre es ya sinónimo de clásico. Una marca inseparable de la Sagrada Familia o el Parque Güell.

No cabe duda que Gaudí fue un arquitecto muy destacado en la historia del arte no sólo español sino universal, y que su labor fue un hito importante en el tránsito que va del siglo XIX al XX. Pero recordemos que el Modernismo no deja de ser una evolución un tanto fantasiosa de los historicismos que se estaban desarrollando en el último tercio del siglo XIX, y que, contra lo que pueda parecer, las aportaciones meramente arquitectónicas no fueron tan relevantes como las decorativas.

El verdadero nacimiento de la arquitectura moderna española, que encontró en Le Corbusier un motivo de referencia, vino dado del nacimiento del GATEPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progeso de la Arquitectura Contemporánea) y de sus planteamientos prácticos y teóricos a través de la publicación A. C. (Documentos de Actividad Contemporánea). Gracias a estos arquitectos interesados en unos planteamientos más funcionales, se dio por cerrada una página de la arquitectura, que si bien interesante y prolífica, hacía ya tiempo que había quedado agotada en la repetición e interpretación de unos modelos que partían del Renacimiento y el Barroco.

Estamos hablando del primer tercio del siglo XX. Precisamente durante los años de la Segunda República se levantó en Madrid unos de los edificios que mejor ejemplifican esos cambios hacia presupuestos más pragmáticos. Estamos hablando del Edificio Capitol, construido entre 1931 y 1933 en el último tramo de la Gran Vía, una de las arterias principales de la capital, y en la que se venían edificando obras de gran envergadura, como el Edificio Metrópolis (1911), el Palacio de la Prensa (1926) o el Edificio Telefónica (1926-1929). Tras el edificio que hoy nos trae aquí, proyectado por Vicente Eded y Luis Martínez Feduchi, le seguirían otros, ya en época franquista, como son el Edificio España (1953) o la Torre de Madrid (1954-1960), situados en este caso en la cercana Plaza de España, y en donde se observa una regresión en los conceptos arquitectónicos, mucho más conservadores, en consonancia con la estética y la ideología del Régimen.

Actualmente, estos rascacielos madrileños han sido superados en altura por otras nuevas construcciones, levantadas especialmente en la zona norte de la ciudad. Pero todos ellos siguen teniendo un significado especial no sólo para los madrileños. En todo caso, queremos resaltar aquí todo lo que supuso en cuanto a la renovación arquitectónica del momento este singular edificio, que aprovecha el chaflán entre dos calles para adoptar una planta casi triangular, y que se sirve de la altura para así contrarrestar una superficie hasta cierto punto limitada. Es, por derecho propio, una de las imágenes más reconocibles de Madrid, y así ha quedado patente en las muchas películas en las que éste ha parecido, entre las que cabe resaltar, por el protagonismo que adquiere en las últimas secuencias, la de El día de la bestia, de Álex de la Iglesia.

miércoles, 21 de octubre de 2009

El árbol rojo




Aunque es algo de lo que suele ocuparse más la Literatura que la Historia del Arte, lo cierto es que, en el campo de la ilustración de libros -infantiles o no- encontramos un amplio abanico de imágenes de notable calidad artística. Sólo hace falta darse un pequeño paseo por la sección de cuentos de cualquier librería de cierta calidad y echar un ojo a algunas de las publicaciones. Suecede que a veces, lo que en principio parece encuadrarse dentro de la literatura infantil o juvenil, resulta mucho más adulto de lo que pudiera parecer. Es el caso de "El árbol rojo", un pequeño y breve relato lleno de magia, apto para todos los públicos, pero que lógicamente tendrá una lectura distinta y diversos significados en función de la persona que lo lea. Como cualquier libro. En este caso, la imagen es tanto o más importante que la palabra. O digámoslo de otra manera: No se entiende el libro sin esas imágenes oníricas, dignas del mejor surrealismo, y que nos recuerdan vagamente a las ensoñaciones de la fabulosa Remedios Varo.

Editado por Barbara Fiore, este libro fue escrito e ilustrado por Shaun Tan. La historia, aparentemente sencilla, encierra en sí misma un cúmulo de sensaciones que van de la tristeza a la esperanza y que sumergen al lector en un estado de catarsis del que sólo se libera en la última página, llena de vida y de color. Estas reflexiones van acompañadas, como decimos, de una serie de ilustraciones en las que siempre encontramos una pequeña hoja roja -símbolo de la esperanza, que nunca se pierde- que más tarde se materializará en un floreciente y frondoso árbol del mismo color. Una experiencia para los sentidos, en la que cada imagen es por sí sola una obra de arte. Un recorrido por lo más profundo de nuestros sentimientos. Un cuento perfecto para leer un día de esos que de vez en cuando parecen comenzar grises y vacíos, para que seamos nosotros mismos los que nos ocupemos de que cambien de color.

Una recomendación, en definitiva.

Página web de la editora

Y un vídeo en el que se narra el libro con fragmentos de las imágenes. Para que os entren ganas de comprarlo (o regalarlo)

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