lunes, 16 de junio de 2008

La danza de la vida




Hablar de Edvard Munch (1863-1944) es hablar de El grito. Pero Munch es algo más que una célebre pintura, sublime por otro lado, pero quizás excesivamente explotada. La producción artística de este pintor noruego es amplia e interesante, y pasa por ser uno de los más claros antecedentes del Expresionismo que dé sus mejores frutos en el primer tercio del siglo XX.

Los países más septentrionales de Europa jugaron un papel muy importante en la configuración de la sensibilidad expresionista. Noruega es un caso muy claro, y Munch su más insigne representante. La obra de este atormentado y solitario pintor está llena de referencias autobiográficas a través de una temática decadente que posibilita unas pinturas de atmósfera densa e inquietante, algo a lo que ayuda una técnica muy particular que tiene en la pincelada sinuosa una de sus notas más definitorias. Este ambiente cargado y pesimista es llevado al lienzo muchas veces a través de unos colores muy vivos, por muy paradójico que pueda parecer. Estamos hablando por tanto, de constantes estéticas que serán desarrolladas ampliamente por los expresionistas del siglo XX, pero que Munch utiliza ya desde los años 80 del siglo XIX.

Puede que La danza de la vida sea una de las pinturas más hermosas del noruego. Tiene el don de provocar en el espectador un sentimiento de perplejidad ante la escena inquietante y misteriosa que tiene lugar. En efecto, aunque la pareja que baila en la parte central nos pueda parecer distante, este cuadro no tendría la misma capacidad de atracción sin las dos figuras femeninas que flanquean la composición vestidas con unos trajes cuyos colores son diametralmente opuestos. Al fondo, otras parejas bailan en distintas actitudes. El escenario en el que tiene lugar esta extraña danza parece ser una verde llanura cercana a un lago que le sirve de espejo a la luna, tema muy querido por este pintor, como podemos ver en la magnífica Claro de luna. Acerca del significado de esta obra, se ha señalado la posibilidad de que se trate de una reinterpretación del tradicional tema iconográfico de las tres edades del hombre, pero aplicado en este caso al amor, lo cual nos pone de manifiesto que para Munch, el amor es la base de la vida. O la ausencia de éste. La mujer vestida de blanco vendría a significar la mujer madura, mientras que la mujer del traje negro sería un símbolo de la transitoriedad de los sentimientos, de la soledad, en definitiva. La joven pareja de la parte central estaría abocada, de forma inexorable, a la soledad, a la muerte. Una visión pesimista y resignada, por tanto, la que nos traza Munch. Una de tantas de la que encontramos en una trayectoria vital y profesional tan intensa como apasionante.

Web del Museo Munch de Oslo

A continuación, un vídeo sobre Munch que me parece sublime:



2 comentarios:

Neo_Von dijo...

Chapó, y me quito el sombrero ante usted maestro, me ha dejado con la boca abierta en este y los otros artículos, espero poder seguirle con regularidad!!
Y aquí te dejo una muestra de como con un poco de vista se puede sacar arte de donde sea
http://img66.imageshack.us/img66/3274/2566208802085f96cc87bwh3.jpg

Gonzalo González dijo...

Vaya, muchas gracias!

Espero que así sea y te tengamos muy a menudo por aquí!

Saludos!

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