domingo, 1 de noviembre de 2009

La Reina de Todos los Santos



El desarrollo de la iconografía mariana, en una ciudad como Sevilla, ha sido de tal importancia tanto en calidad como en cantidad, que cualquier acercamiento se hace verdaderamente complejo debido a los numerosos factores que deben tenerse en cuenta. Podríamos decir que el punto de partida lo constituye la fernandina Virgen de los Reyes, si bien los ejemplares medievales que nos han llegado no son especialmente numerosos. A partir del siglo XVI, con la llegada del Renacimiento a la ciudad, ésta vive, desde un punto de vista artístico, un notable desarrollo, que podemos emparejar con la favorable situación económica, derivada de la condición de puerto de entrada de las mercancías procedentes del continente americano. Ello origina, entre otras cosas, el germen de lo que sería la escuela de imaginería sevillana, que vivirá en el siglo XVII sus mayores logros. Pero ya desde antes, observamos signos evidentes de calidad, si bien es cierto que muchos de los artistas eran de origen extranjero, como Pietro Torrigiano, procedente de Italia, o Roque de Balduque, de origen flamenco.

La figura de Roque de Balduque ocupa un lugar destacado en la historia de la escultura sevillana, por haberse encontrado trabajando en la ciudad desde principios del segundo tercio del siglo XVI. Es a mediados de dicha centuria cuando mayor número de obras realiza, centrándose, como no podía ser de otra forma, en la temática religiosa. No olvidemos que era la época de la reforma y de la contrarreforma, cuyos puntos básicos quedarían perfectamente reflejados en el Concilio de Trento, clausurado en 1563.

Precisamente durante esos años, Roque de Balduque recibió el encargo para realizar la que hoy se considera una de sus obras más logradas, esto es, la Reina de Todos los Santos, titular de la Parroquia de Omnium Sanctorum de la capital hispalense. El autor dotó a la obra de un estilo marienista, como corrresponde a la época, de forma que la imagen mariana se resuelve en una línea ondulante que, si bien es de equilibrada belleza, traiciona los principios del Renacimiento. La obra, fechada en 1554 según consta en el contrato, fue entregada por el precio de 23 ducados. Desde un punto de vista iconográfico, responde a una imagen letífica con el niño en los brazos. Actualmente, la imagen se nos presenta normalmente vestida, a pesar de que se trata de una escultura de talla completa, como podemos ver en esta antigua fotografía. A pesar de haber sido intervenida en alguna ocasión, presenta los rasgos típicos de su autor, que siempre dota de dulzura y delicadeza a sus imágenes marianas. Tanto en el baldaquino bajo el que se encuentra en su parroquia, como en el paso sobre el que procesiona anualmente en el mes de Noviembre, se nos presenta rodeada de un grupo de imágenes de santos de tamaño académico junto al cual conforma un conjunto escultórico de extraordinaria belleza, a pesar de ser éstos posteriores. De época barroca, representan a San José, San Lorenzo, San Basilio, San Pedro, Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Alejandría.

Muy relacionada con la Virgen del Amparo, obra atribuida al mismo autor, que frecibe culto en la Iglesia de la Magdalena, también en Sevilla, ambas cierran en Noviembre el ciclo de procesiones de gloria de la ciudad.

Aquí vemos el fantástico retablo cerámico situado en uno de los muros exteriores de la Parroquia de Ominum Sanctorum.

Y aquí un vídeo en el que se muestra un momento de su procesión anual:

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