jueves, 8 de enero de 2009

Las efigies de Antinoo


Uno de los mayores logros conseguidos en las artes plásticas romanas lo constituye, sin lugar a duda, el amplio desarrollo alcanzado por el retrato. Aunque inicialmente estos tuvieron un componente de marcado carácter funerario, para perpetuar la memoria de los antepasados, la evolución posterior experimentada por esta tipología va más allá, y alcanza su cénit durante los años del Imperio Romano, siendo la figura del emperador Octavio Augusto un punto de inflexión de todo cuanto decimos. Con él es cuando se generaliza la tradición de los retratos imperiales, que servirán para crear un modelo a seguir por todo el Imperio. De esta forma, se realizarán retratos de los emperadores en cualquier rincón de los dominios romanos para que de esa forma fueran fácilmente reconocibles. Esta circunstancia se inscribe claramente en la tendencia propagandísrica de los romanos, extensible también a los relieves históricos y conmemorativos. Las esculturas de los emperadores, ya fueran de busto o de cuerpo completo, jugaban además un papel importante en la instauración de modas y normas estéticas en todos los ciudadanos del Imperio. Una muestra más del interés de los emperadores por mantener la cohesión cultural a lo largo y ancho de todos sus dominios, como también lo es el latín y el desarrollo del derecho.
Además de los retratos de los emperadores, es justo que digamos que también se realizaron numerosas esculturas de personajes anónimos enriquecidos, así como de figuras destacadas de la historia de Roma, como es el caso que ahora nos trae aquí. Nos referimos al personaje de Antinoo, cuya vida se nos muestra en no pocas ocasiones a medio camino entre la historia y la leyenda. Nacido a principios del siglo II en Asia Menor, su vida está ligada de forma inevitable a la del emperador Adriano, que fue su protector. Como decimos, gran parte de su vida está envuelta en la leyenda y jalonada de anécdotas de difícil documentación que nos muestran a un adolescente acompañante del emperador a nivel incluso amoroso y sexual. Aunque no podamos descartar este hecho por completo, lo cierto y verdad es que la leyenda sobre el amor entre el joven y el emperador ha sido magnificada posteriormente, aumentando así la fascinación hacia un personaje lleno de misterio. A esto ayuda, no cabe duda, la forma con la que éste fue representado desde el mismo momento de su muerte, acaecida en el río Nilo para salvar la vida del emperador. Adriano agradeció el gesto divinizando e inmortalizando al joven, de forma que encontramos efigies de este personaje en numerosos puntos del arco mediterráneo. Siempre se nos muestra joven, melancólico y con la mirada perdida. Son especialmente característicos los rizos sobre la frente y una deliberada intención por mostrarnos a un joven de gran belleza, más allá de la vida y de la muerte. Se trata sin duda alguna de un capítulo hermoso e insólito en la Historia del Arte, a la vez que abundante, como decimos, en tanto en cuanto se conservan numerosos ejemplares.
Buena muestra de lo que decimos podéis verlo en esta web especializada en el tema, que nos ofrece un recorrido virtual sobre las efigies dedicadas al misterioso adolescente, a la vez que ofrece documentación y diversos enlaces sobre la materia.
Por último, también podéis acudir a interesaros algo sobre la biografía del personaje a través de este enlace
En la imagen, el espléndido busto de Antinoo conservado en el madrileño Museo del Prado.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Este blog es una maravilla!
La figura de Antinoo es fascinante. Marguerite Yourcenar también hace un retrato muy interesante de él en sus Memorias de Adriano.
Saludos!

Duncan de Gross dijo...

Gracias por redesscubrirnos a Antinoo, los enlaces son muy interesantes Gonzalo, ya tengo trabajito para el fin de semana, Un saludete!!!

clariana dijo...

Me parece muy interesante la historia-leyenda de Antinoo y el emperador Adriano. La belleza que refleja y todo lo que comentas sobre él.
Que cultivaran el retrato de esta manera, enfatiza también su gran cultivo del Arte, además de tantas otras ramas del saber. ¡Saludos!

Emilienko dijo...

Precisamente el sábado fue cuando me enteré de la existencia de este chico.

(al ver en persona los museos Vaticanos) :))))

JUANAN URKIJO dijo...

Tú sabes mejor que yo, pero no creo que haya habido una época más gloriosa en la historia para la escultura que la que recoges en tu estupenda entrada. Me fascinan... y esas efigies de Antinoo son sencillamente soberbias.
estás hecho un as, Gonzalo. Tú trabajo sí que es arte!

Un abrazo.

Gonzalo González dijo...

Muchas gracias Lucie por la visita! Espero que vuelvas!

Duncan y Clariana, gracias por vuestras aportaciones

Emilienko, qué de tiempo! Gracias por pasarte.

Y Dédalus, pa arte el tuyo. Pasaros por su blog y sabréis lo que digo...

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