sábado, 7 de febrero de 2009

El Valle del Románico


Al borde de los Pirineos, justo en la frontera que separa la Península Ibérica del resto de Europa, encontramos un valle en el que se dispone un más que interesante grupo de iglesias románicas, edificadas en pequeñas poblaciones de la actual provincia de Lérida. Quizás no son grandes obras. Puede ser que ninguna de ellas constituya ejemplos acabados del Románico más ortodoxo, y es posible que ni siquiera tengan una estrecha relación con el Románico de peregrinación que tan bien representa el Camino de Santiago, con la catedral compostelana a la cabeza. Pero, a pesar de ello, o puede que gracias a esta circunstancia, las iglesias del leridano valle del Boí sean un testimonio certero y sincero de la arquitectura de los siglos XI y XII en los ámbitos rurales. Estamos hablando de un románico sencillo. De un Románico popular. Hablamos de pequeñas grandes obras. Hablamos, en definitiva, de un recorrido sentimental y emocionante que incluso ha sido declarado, con gran acierto, Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Las iglesias a las que nos referimos se levantan en torno a una zona de difícil acceso, que durante siglos estuvo muy mal comunicada, lo cual explica en parte la pureza con la que han llegado las obras originales a nuestros días. En su concepción general acusan un repertorio técnico y formal retardatario respecto a otras obras peninsulares, pero que, como gran parte del Románico catalán, bebe de las fuentes del Románico italiano, y más concretamente de la Lombardía, según vemos en las galerías de arcos lombardos que jalonan muros y ábsides. Entre ellas apreciamos además unas señas de identidad incuestionables, a la vez que analogías estilísticas notables, que nos están hablando de una cronología my cercana entre todas ellas. Elemento indispensable para entender estas obras son sin duda alguna sus torres, de reminiscencias igualmente italianas, y con una progresiva utilización del vano geminado en altura. Son símbolos de poder, pero también sirven para un mejor control de un territorio de complicada orografía.
Sant Climent de Taüll, Santa María de Taüll, Sant Feliu de Barruera, La Nativitat de Durro, Sant Joan de Boí, o la maravillosa iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall que encabeza esta entrada, son algunos de los sensacionales templos que salpican un valle tan hermoso como inhóspito, de obligada visita para todo aquel que sepa disfrutar del Románico.
Pero aquí no queda todo. La visita será más completa si además se contemplan las pinturas murales originales, actualmente conservadas en el Museo Nacional de Arte de Catalunya, en Barcelona.

3 comentarios:

clariana dijo...

¡Hola Gonzalo!
Si normalmente ya me gustan mucho los post que publicas, hoy me ha parecido como una gran sorpresa, pues son magníficas estas iglesias del Pirineo catalán y este arte románico primitivo, con influencia italiana.
Las fotos me han encantado, conozco algunos pueblos del Pirineo, pero poca cosa. Tengo que ir al MNAC que es lo que tengo más cerca y ver con detalle todo ésto que explicas.
Por último te diré que el gato Michel se le ha muerto a Duncan y por éso lo de la poesía, es que no lo explico bien, lo de la muerte, en mi blog. Era un protagonista muy importante de las aventuras que explica en uno de sus blogs, relacionándolas también con la mitología. Gracias y saludos.

Antonio Martínez dijo...

Pues no, no conozco este valle. Si, pues si, es una vergüenza, qué lo voy a hacer. Sin embargo las salas del románico de MNAC son mis preferidas, por sus pinturas y su tranquilidad (siempre están vacias a primera hora).
Saludos desde Iniciarte

Gonzalo González dijo...

Clariana y Antonio, gracias por dejar vuestros comentarios.

Yo estuve hace unos 5 años en este Valle del Boí y quedé maravillado nosólo por el Románico sino también por el entorno, y por el diálogo que establece esta arquitectura con la naturaleza. Animo a todo el mundo a que lo visite!

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