viernes, 4 de julio de 2008

El amor despertando al alma




Se le suele achacar al Neoclasicismo cierta frialdad en las formas y en los temas. Quizás habría que revisar algunas obras para evitar hacer tan gratuitamente esta aseveración. Cierto es que el Neoclasicismo, que se desarrolla entre el Barroco y el Romanticismo, supone una vuelta al orden heredado de la Antigüedad grecolatina y luego revisado durante el Renacimiento. Cierto es también que hay una deliberada contención estética y formal. Pero ello no significa que desaparezca el sentimiento, ni que asistamos, ni mucho menos, a un mero catálogo de copias clásicas.

Sirva como muestra la figura del escultor italiano Antonio Canova (1757-1822). En efecto, este artista, como corresponde a su tiempo, recurrió a la recuperación de las formas clásicas. Ello lo podemos observar en los temas tratados, entre los cuales, los mitológicos son especialmente frecuentes. Ello no quita para que, como hicieran algunos contemporáneos de especial importancia (Thorwaldsen, Dannecker), no indagara en otros temas, como son los retratos y, muy especialmente, los monumento funerarios. Asimismo, Canova acepta ese acercamiento al concepto clásico de Belleza mediante una pausada representación anatómica de desnudos masculinos y femeninos, que no hacen sino poner en práctica los planteamientos estéticos del Neoclasicismo y la vuelta a la Razón.

Pero como decimos, esa vuelta a la Razón no significa una renuncia tajante al sentimiento. Mucho menos en Canova. Su famosa escultura de Eros y Psiquis puede servirnos como ejemplo. Temáticamente, este conjunto escultórico está basado en un mito que, si bien no aparece narrado en la literatura griega, si aparece luego desarrollado en la romana. Además, se conservan representaciones artísticas de la época en algunas pinturas de la ciudad de Pompeya, y posteriormente durante el Renacimiento se recurrió al mismo tema en alguna que otra ocasión. Canova se decidió a materializar este tema en el año 1793. El conjunto, realizado en mármol blanco, quizás por la falsa creencia de que las esculturas antiguas no estaban policromadas, representa el momento en el que Eros (el amor) despierta a Psiquis (el alma) de su sueño, mediante un abrazo sumamente sensual que posibilita un acercamiento entre los personajes, que parecen entregarse al erotismo. El propio tema, que pone sobre la mesa la conjunción entre los contrarios, entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre la razón y el sentimiento, es de por sí atrayente y sugerente. Técnicamente, además, alcanza cotas altísimas de perfeccionamiento. Además, el autor crea una composición cuidadosamente estudiada cuyo resultado es de una belleza incontestable. Así, las cabezas de los personajes crean un claro centro de interés, no sólo porque representan el instante previo a la definitiva unión entre el amor y el alma, sino porque tanto las alas y las piernas de la figura de Eros, como los brazos y el propio cuerpo de Psiquis, crean una especie de aspa de gran impacto que además potencian que nuestra atención se dirija precisamente hacia aquello que verdaderamente interesa de la obra: El beso.

Puede que junto con Miguel Ángel, Bernini y Rodin, estemos hablando de uno de los artífices que mejor han trabajado el mármol.

En este enlace puedes leer un resumen del mito mientras vas resolviendo un rompecabezas.

2 comentarios:

Neo_Von dijo...

Bueno, yo en las esculturas me pierdo, mi novia es la que mas sabe de eso, pero te advierto que no entres en conflicto con ella porque es muy escultórica. Siempre he sentido fascinación por las esculturas, no se como las hacen y como consiguen algo tan realista de algo tan frío y duro como es el mármol...todo un misterio para mi...un saludo maestro!

Gonzalo González dijo...

A mí me pasa igual.... es muy fuerte que con el mármol se pueda llegar a tal perfección. Eso es dominar la técnica, sí señor

Saludos!

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