Jean Auguste Dominique Ingres (1780-1867) es otro de los grandes pintores del Neoclasicismo. En él se materializa el amor hacia el cuerpo humano heredado de la antigüedad clásica y también del Renacimiento. En él, la búsqueda del ideal de belleza, en este caso femenina, será una constante y una razón vital sin la cual no se entiende su pintura. Así, si repasamos su producción pictórica, y aunque haya otros temas (destacando los retratos realizados a la nobleza y la burguesía de la Francia de su tiempo), es en la representación de la mujer donde alcanza sus mejores resultados.
Haciendo gala de un dibujo exquisito que roza la perfección, obras como La bañista de Valpinçon, La pequeña bañista, La gran odalisca, La odalisca y la esclava o El baño turco son una declaración de amor hacia la Belleza, plasmada a través del cuerpo de la mujer. De él dijo el poeta Charles Baudelaire: "Una de las cosas que, en mi opinión distinguen ante todo el talento de Ingres es su amor por la mujer. Su libertinaje es serio y lleno de convicción. Ingres no es nunca tan feliz ni tan poderoso como cuando su genio se enfrenta con los encantos de una belleza joven". En efecto, la simple observación de estas y otras obras no hace sino corroborar lo que nos dice Baudelaire para que nosotros podamos confirmarlo. Pero a esto tenemos que añadir además la meticulosidad con la que trata las texturas no sólo de los desnudos, sino de los textiles que en estas obras aparecen, y que le sirven para mostrar al espectador su virtuosismo técnico. Cortinajes, sábanas, alfombras, pañuelos, toallas, abanicos o plumajes, muchas veces de inspiración oriental, son comunes en su pintura.
En este sentido, es justo que reparemos en una de sus últimas obras maestras, El baño turco, fechada hacia 1863, por ser un compendio perfecto de este conjunto de obras que antes hemos citado. Aunque lo primero que nos llame la atención sea su formato circular (lo que posibilita una composición centrípeta sumamente interesante), inmediatamente después nos fijamos en la figura femenina que aparece de espaldas, modelo que ya había repetido en La bañista de Valpinçon (1808) y La pequeña bañista (1828). Resulta también muy sugerente el grupo de mujeres que se sitúa a la derecha de este personaje, especialmente la figura que levanta sus brazos por encima de su cabeza en una actitud totalmente entregada al espectador. Le sirve de contrapunto otra figura que, algo más alejada, cruza sus brazos y dirige su mirada hacia un punto indeterminado, mientras otra chica le mesa los cabellos. Al fondo se sitúa otro grupo de figuras, más numeroso pero algo menos elaborado, conformando, finalmente, una obra técnicamente intachable y resuelta con una maestría fuera de toda duda, a lo que ayuda la ambientación que se da a la estancia, y que nos habla de las experiencias del pintor en la ciudad de Constantinopla.
3 comentarios:
Ingres es un pintor neoclásico, pero que anticipa el romanticismo (misterio, melancolia, sensualidad). Las bañistas son ejemplo de esa sensualidad misteriosa o delicada; me quedo con la Bañista de Valpinçon (hay que ver lo que dice ese desnudo de espalda, eh). Buen post, Gonzalo. Un abrazo
El INgres más sensual. Cuesta creerlo en un pintor del Neoclásico. Nunca había reparado en estos detalles tan libertinos que has apuntando con tanta claridad.
Estoy de acuerdo. Ingres me parece menos neoclásico que, por ejemplo, David. Además, esta es una de sus obras más tardías, y convive cronológicamente con el Romanticismo e incluso Realismo.
Saludos y gracias a los dos por comentar
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