2017. Hace 70 años que nacía en Cantillana el artista José Pérez Ocaña. Hace tan sólo unos días se cumplieron 34 años de su muerte. Y en Sevilla se está organizando una exposición retrospectiva que finalizará muy pronto, el próximo 1 de octubre. Aún tenéis unos días para disfrutar de ella y de inundaros de luz y, sobretodo, de color.
Es complejo hablar de Ocaña porque complejo era el personaje, complejo era el artista. Nacido en 1947 en la localidad de Cantillana, desde pequeño se sintió atraido por las tradiciones de su pueblo, especialmente de las religiosas, de las que bebió incansablemente desde pequeño, abrumado por la explosión barroca que ellas representaban. Siendo muy joven, y en vista de que allí le era muy difícil desarrollar toda su personalidad sin ser señalado con el dedo, decide trasladarse a Barcelona en la década de los setenta. Es entonces cuando eclosiona su talento creador, y lo hace a nivel pictórico, pero no se queda ahí, sino que se convierte en un personaje muy activo en los círculos políticos de izquierda y en la reivindicación de los derechos de las personas homosexuales. Ocaña se convirtió en un activista, pero no lo hizo de cualquier manera. Ese espíritu combativo fue llevado a la calle con alegría, con irreverencia, a través de performances en las que, paradójicamente, mostraba las tradiciones más populares de su tierra natal, a las que nunca renunció, y en las que encontró un vehículo perfecto para llevar a cabo toda su creatividad: Paseos por Las Ramblas vestido con traje de gitana, procesiones con vírgenes realizadas con papel maché... Y todo.... con alegría
Paralelamente a estas acciones, sin las cuales es imposible entender su obra, fue desarrollando su faceta como pintor, en la que los temas y las influencias remiten igualmente a sus obsesiones infantiles, a pesar de que a nivel técnico haya influencias del Expresionismo, del Fauvismo o del Ate Naïf. Bautizos, bodas, velatorios, procesiones.... Nunca un artista fue tan moderno siendo tan barroco a la vez.
Y en 1983, cuando organizaba un carnaval de verano en su pueblo, al que siempre volvía periódicamente, encontró la muerte de la manera más teatral que uno pueda imaginarse. Disfrazado de sol y con cientos de bengalas, su traje comenzó a arder, causándole graves quemaduras y provocando su fallecimiento unos pocos días después. En cierto sentido, su muerte fue su última obra.
Hace falta seguir reivindicando su producción artística. En Cantillana, en Sevilla, en Barcelona. Que nunca se pierda el recuerdo de un artista libre, sin etiquetas. De un creador auténtico.
Os dejo una reseña de la exposición "Ocaña. La pintura travestida" que aún puede verse en Sevilla. Además, también podéis echarle un vistazo a este vídeo
Y añado algunas de las obras que pueden verse en dicha exposición:
"Todo eso es como una poesía, como tradición, como superstición... Y yo lo mezclo con mi pintura porque me recuerda las cosas de mi pueblo".
"Las fiestas, los casamientos, los bautizos, el entierro... todo eso es parte de mi pintura y parte de mi vida y por eso yo mezclo cementerio con alegría y con canto y con bautizos, con borracheras, con romerías y con folclore"