Algunos estudiosos no consideran que Edouard Manet (1832-1883) sea un pintor impresionista, sino que más bien sirve de enlace entre el Realismo representado ejemplarmente por Gustave Courbet y el Impresionismo que tan bien nos muestra Claude Monet. Dado que a veces las eiquetas no hacen sino entorpecer el verdadero análisis de la obra artística e incluso limitan el conocimiento y el acercamiento que como espectadores tenemos que tener a ellas, nos centraremos en hablar de este pintor como un fiel exponente del arte de su tiempo, a nivel técnico, compositivo y temático.
Manet es un pintor excepcional. Pese a aparecer vinculado al Impresionismo, que como tal constituye la primera de las vanguardias artísticas que desde finales del siglo XIX azoten el hasta entonces acomodaticio panorama artístico europeo, nos encontramos ante un artista profundamente enamorado de la pintura de los garndes maestros del Renacimiento y especialmente del Barroco. Esto no es nada nuevo, y habría que recordar que los grandes pintores del arte contemporáneo se han acercado a los maestros para aprender de ellos, y desde ahí, evolucionar hacia nuevas ideas. En este caso, tendríamos que hacer mención a las viajes realizados a Holanda, Italia o España para conocer a los clásicos en sus museos. Fruto de estas visitas son obras como El niño con la espada, El torero muerto , Lola de Valencia o El pífano, en las que denota una acusada influencia del barroco español.
Tanto las obras antes citadas como otras tan famosas como Olimpia o El almuerzo sobre la hierba son anteriores al nacimiento oficial del Impresionismo en el año 1872. Pero ya va dando muestras de un creciente interés por intentar captar lo esencial y lo espontáneo, claves en la consolidación de dicho estilo. Así, cuando Manet, Renoir, Degas o Sisley salgan a pintar a los alrededores de la ciudad de París para captar la impresión causada por la incidencia de los fenómenos atmosféricos en la naturaleza, Manet hará tmabién lo propio, y así podemos verlo en sus visiones sobre Argenteuil.
Sin embargo, un recorrido por su producción nos hará recapacitar sobre cuáles son los temas más queridos por el pintor, y nos daremos cuenta que se mueve más cómodo cuando retrata la sociedad de su tiempo. Esto es algo de lo que tampoco escapan algunos de sus contemporáneos. De hecho, Degas o Renoir tienen obras de temática social. Manet ya había apuntado maneras en la década de los '60 al atraverse a retratar a prostitutas bien conocidas del París más bohemio. En cierto modo, adelanta uno de los temas que más cautivará al gran Toulousse-Lautrec. He querido ilustrar esta entrada con una de las últimas obras realizadas por Manet. El bar de Folies-Bergére es quizás una de sus mejores obras, por la emoción que transmite, por la exquisita composición y por el sugerente tratamiento cromático. Terminado en 1882, este lienzo es toda una radiografía social del ambiente nocturno de la bohemia parisina. Ante el espectador se sitúa una joven camarera apoyada sobre una mesa. El espejo que se dispone tras ella sirve para dar profundidad a la escena y para dar las claves ambientales del momento que pretende captarse, pero además facilita que nos adentremos en la situación. A pesar de que la escena está espléndidamente reflejada, y en ella podemos apreciar incluso hasta el humo del tabaco, lo verdaderamente interesante de esta sensacional pintura es el contraste existente entre la relajación de los clientes del bar y la expresión ensimismada de la protagonista, que dirige su mirada hacia el infinito mientras un cliente tocado con sombrero (esto lo vemos a través del espejo) parece pedirle una bebida. Lo que Manet intenta sugerirnos es que nos centremos en la camarera, que tratemos de comprender el porqué de su soledad, la razón de su melancolía. Es tan grande, tan inolvidable esta pintura, que con tan sólo un poco de imaginación trataremos de responder la razón de esas preguntas.
Para terminar, os propongo este bonito vídeo en que se aprecian interesantes primeros planos de algunos de los personajes de Manet:
5 comentarios:
Pos yo..como no soy de arte...a mí...me da lo mismo que sea impresionista o no..pero ¡Se te caen unos lagrimones de emoción ante sus cuadros...que lo flipas...¡
Besotes
Manet es uno de mis pintores favoritos, estoy de acuerdo con las dudas sobre que su obra sea impresionista, pero coincidió temporalmente con esta corriente, y no se bien por qué pero a los especilaistas les encanta poner etiquetas.
Yo me quedo con El pífano, hace poco hice un post en mi blog sobre el paralelismo de esta obra y otra de Velázquez.
Saludos
Yo también considero, Gonzalo, que Manet es un pintor excepcional, aparte de ponerle etiquetas. Me queco, con Julia, con el Pífano, obra que rinde homenaje al Pablillos de Valladolid de Velázquez; es alucinante como pinta esa figura sobra la nada. Tambíen Folies-Bergere es muy buena, y la Olympia. Saludos
Mangeles, es que lo más importante es la sensibilidad! Y tú no sólo la tienes, sino que además muestras un interés por aprender que vale mucho más que cualquier estudio!
Julia y Paco Hidalgo, qué me gustan estos intercambios de ideas a través de los blogs. El Pífano es fantástico, ahí se hace verdad eso de "menos es más".
Saludos!
Buenas tardes Gonzalo,
Quisiera disculparme, pero no he encontrado otra manera de contactarte que a través de los comentarios.
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Un abrazo a Sevilla,
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