Es muy posible que el holandés Piet Mondrian (1872-1944) sea uno de los pintores abstractos más conocidos. Su obra constituye el ejemplo más claro de la abstracción geométrica que dio sus primeros pasos en la Europa de Entreguerras, al amparo de la Bauhaus en Alemania y De Stijl en los Países Bajos. No cabe duda que durante el primer tercio del siglo XX, las artes plásticas experimentaron importantes cambios que no hacían sino presagiar el nacimiento del arte conceptual en detrimento del objetual. No cabe duda tampoco que la situación política era tan caótica que los artistas decidieron combatir sus efectos con una creatividad sin límites, gracias a la cual se pusieron las bases del Arte tal y como hoy lo conocemos. Estaba claro; no era posible repetir los modelos heredados del Renacimiento una y otra vez. No en ese momento. No en esas circunstancias, con esos actores, en ese lugar. Había que dar una respuesta. Y esa respuesta no fue acomodaticia, ni complaciente. De ahí que aún hoy, este tipo de manifestaciones artísticas no hayan sido completamente asimiladas por gran parte del público.
Quizás al referirnos a Mondrian, al menos, el público podrá asentir con cierta simpatía ante la sabia utilización de los colores, fundamentalmente primarios, que son propios de sus obras. Quizás el público se haya familiarizado tanto con su obra que hasta le resulten agradables esos gruesos trazos negros rellenos de azul, rojo o amarillo. Quizás a ello haya contribuido la popularización de su obra, como bien muestra el, ya conocido, vestido mondrianesco de Yves Sant Laurent. Lo cierto es que Mondrian gusta más que ayer, y esperemos que menos que mañana.
La obra de Mondrian debe tanto a la pintura como al diseño gráfico. Pero lógicamente, el pintor tuvo que sufrir una evolución hasta desembocar en la depuración formal que es característica de su obra. En este sentido, cabe destacar una de sus obras más conocidas y hermosas, Broadwway Boogie-Woogie, que abre esta entrada. Piet Mondrian, aunque estuvo en la ciudad de New York anteriormente, decidió instalarse allí nada más estallar en Europa la Segunda Guerra Mundial. En esta célebre pintura abandona los trazos negros de sus obras anteriores para apostar por una mayor presencia del color, fundamentalmente del amarillo, poniendo de manifiesto la importancia de la luz en una ciudad vibrante y cosmopolita. El homenaje a la ciudad se completa con un conjunto de pequeños cuadrados azules y rojos, que ayudan a crear una sensación de movimiento intenso y desenfrenado. Desde luego, al observar este cuadro, el espectador parece estar viendo Nueva York desde el cielo. Y en efecto, Mondrian no se equivocó, puesto que, desde entonces, pasó a ser la capital artística del mundo, tras la decadencia europea, como bien muestran los movimientos de vanguardia surgidos entre sus calles, desde el Expresionismo Abstracto de Jackson Pollock hasta el Pop Art de Andy Warhol.
Para terminar, a Mondrian debo dar las gracias por haberme inspirado el diseño de mi programación didáctica de estas últimas oposiciones, y porque para mí es siempre un referente imprescindible en la Historia del Arte Universal.
Mondrian no es moderno. Mondrian es eterno...
3 comentarios:
Ha sido, sin lugar a duda, uno de los mejores posts que he leído sobre mi querido Mondrian. Aunque todo homenaje es poco para este gran artista.
P.D: yo quiero un vestido asi...donde se puede conseguir?¿ jeje
Saludos
Me alegro que te haya gustado.
Sobre el vestido, no sé si hay versiones así más de andar por casa, pero te puedo decir que yo lo he visto alguna vez por la calle. Y si no, siempre te quedará comprar retales y ponerte manos a la obra, jajaja
Saludos!
Estupendo, Gonzalo. llevaba tiempo sin pasar por aquí y he comenzado por las vacaciones de agosto, para detenerme a comentarte aquí, en Mondrian
Es un lujo tener un profe como tú en la red. Lo explicas claro y sencillo, sin artificio. Y se agradece.
Un abrazo.
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