Ocurre a veces que determinadas obras de arte llegan a hacerse más famosas que su propio autor. Puede que esto suceda con el Descendimiento que compuso Roger Van der Weyden (1400-1464) hacia 1435. He elegido el verbo "componer" al referirme a esta pintura porque en su concepción parece haber un único hilo coductor, pese a la complejidad que en el fondo entraña. Todo cuadra y nada sobra en este poema pictórico, desde la expresividad de los colores hasta el tratamiento realista de los tejidos, pasando por el emocionante espectáculo de dolor de los personajes.
Cronológicamente, esta pintura se encuadra, como decimos, en la primera mitad del siglo XV. Aunque en Italia ya se estaban haciendo importantes avances en la renovación renacentista, en otras partes de Europa aún se estaba bajo la órbita del estilo gótico. Es el caso de Flandes, donde se desarrolló durante estos años una importante escuela pictórica al amparo del avance de la burguesía. Con una utilización decidida del óleo, que se generalizó desde entonces, la pintura de los primitivos flamencos apostó por una representación sumamente detallista de la realidad, algo especialmente apreciable en los tejidos. Maestros como los Hermanos Van Eyck, Hans Memling o el propio Roger Van der Weyden, son buenos ejemplos de la calidad alcanzada.
Este Descendimiento, conservado en el Museo del Prado de Madrid, nos muestra un episodio mil veces representado en la Historia del Arte: Tras morir en la cruz, Jesús es descendido por Nicodemo y José de Arimatea en presencia de la madre, acompañada en el duelo por San Juan Evangelista, María Magdalena, María Cleofás y María Salomé. Se trata de uno de los capítulos más dramáticos de la Pasión de Cristo, y sin duda uno de los que posibilitan un mayor impacto en el espectador. En este caso, Van der Weyden creó una escena inolvidable, que se graba en la retina de forma indeleble. Recurriendo a un formato de estructura cruciforme para una mejor desarrollo de toda la composición, los personajes aparecen abigarrados sobre un fondo dorado. Resulta especialmente llamativo el tratamiento que ha dado a los tejidos, entre los que resalta el intenso azul del manto de la Virgen. Todo ello da a la obra un carácter volumétrico que acentúa el realismo de la obra. Pero a pesar de todos estos logros, lo verdaderamente sublime de esta obra inmortal es el acercamiento psicológico al dolor de todos los personajes. El llanto no es uniforme. El dolor está interiorizado en cada uno de ellos. La expresión de la madre que se desmaya desconsoloda es inolvidable. Pero también lo es el rostro más sosegado, pero compungido, de San Juan, que intenta levantarla para animarla. Cada personaje vive así de una manera distinta el drama en el que están inmersos, pero entre todos ellos componen una escena que transpira paz aún a pesar de ese dolor, en la que la figura de Cristo, que cae diagonalmente, es un bálsamo suave para todo aquel que lo mira.
Para el que escribe, quizás la mejor pintura de todos los tiempos.
6 comentarios:
He buscado la imagen en grande y la verdad es que es impresionante. Me quito el sombrero de nuevo ante las obras que me descubres, pero para mi, la que mas se me grabó en la memoria, es la de cristo crucificado en un hipercubo de Dalí, que grande!!
En efecto, viendo los detalles de esta obra se disfruta mucho más. Y si es en directo en el Museo del Prado de Madrid, mejor aún.
Saludos!
Consigue unos colores de una categoría mística, para los cuales ni siquiera la iconografía del descendimiento está a la altura (sin doble sentido). La estructura de este cuadro a inspirado grandes obras de arte, como esas piezas del tetris que siempre te hacían dejar un hueco...
Un abrazo, Gonzalo ^^
Joaquín
me falta una h
Tengo intención de pasar mis vacaciones visitando el Museo del Prado, así que lo buscaré y lo miraré detenidamente... gracias por la clase..y la recomendación. Un beso
Para mi tambien es la preferida del Prado He ido a verla durante años y ahora cuando vuelvo a Madrid por cualquier asunto intento no faltar a esa visita
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