¡QUÉ DE ARTE!
miércoles, 27 de septiembre de 2017
Ocaña, el pintor de Cantillana
sábado, 16 de septiembre de 2017
Luiso García. Pinturas contra la Tauromaquia
lunes, 28 de agosto de 2017
Matazo Kayama: Naturaleza e instrospección
martes, 29 de marzo de 2011
Las Setas de la Encarnación
lunes, 2 de agosto de 2010
Guðjón Samúelsson.
Cuando estudiamos la evolución de los estilos artísticos en arquitectura, resulta sintomático que, en lo que a la arquitectura contemporánea se refiere, encontremos pocos ejemplos notorios dentro de la tipología religiosa. Pero eso no significa que no haya habido aportaciones de interés.
El período de entreguerras asistió al desarrollo del Expresionismo, aplicado, básicamente, a las artes plásticas (pintura y escultura). Las características del movimiento hacían poco viable un desarrollo de esos mismos presupuestos en la construcción de edificios. Sin embargo, y pese a lo que pudiera parecer, sí tenemos algunos ejemplos de arquitectura expresionista. Ejemplos quizá aislados, curiosos, caprichosos si se quiere, pero, en cualquier caso, testimonios de una época y de una sensibilidad muy concreta.
El Expresionismo fue un movimiento especialmente relevante en los países del norte de Europa. No es casualidad, por tanto, que sea en Dinamarca donde encontremos el ejemplar más destacado de arquitectura religiosa expresionista. Se trata de la Iglesia de Grundtvig, en Copenhague, construida entre 1921 y 1926 por Peeder y Kaare Klint. La fachada reproduce la estructura de un gran órgano de ladrillo que alcanza los 49 metros de altura. La finalidad del edificio queda clara al provocar en el espectador una reacción inmediata en la que priman los sentimientos sobre la razón, y la arquitectura está plenamente sometida, según vemos, a la expresividad de todos y cada uno de los elementos constructivos. Incluso la ubicación de la iglesia, con una calle marcando la perspectiva de la fachada principal, es claramente intencionada y busca esa misma respuesta en el espectador, que se verá sorprendido por la presencia de aquella gran y extraña mole de ladrillo.
Siguiendo los pasos de esta singular obra nos encontramos con la figura de otro arquitecto nórdico, como es Guðjón Samúelsson (1887-1950), de origen islandés. Él es el áutor de la portentosa iglesia que encabeza esta entrada, la Hallgrímskirkja de Reykjavik (Islandia). Comenzó a levantarse en 1948, cuatro años después de conseguir Islandia la independencia de Dinamarca. No resulta extraño, por tanto, que para levantar este edificio sirviera de inspiración la obra de un arquitecto danés, de modo que, a pesar de que se comenzara a edificar 20 años después, las conexiones resultan más o menos claras. Hay que matizar, no obstante, que este ambicioso proyecto no sería terminado en su totalidad hasta 1986. Aún así, el aspecto es bastante unitario, y todo parace indicar que se siguieron con relativa fidelidad las trazas del proyecto original de su autor, fallecido tan sólo dos años después de comenzarse los trabajos en el centro de la capital islandesa. De planta de salón y una única nave, la iglesia viene a ser una adaptación contemporánea de los templos germánicos y nórdicos de la Baja Edad Media. Una interpretación de la hallenkirchen alemana en la que sobresale una fachada sumamente original de la que su torre es absoluta e indiscutible protagonista con sus 75 metros de altitud, siendo el edificio más alto del país y una seña de identidad de la ciudad, sobre la que planea orgullosa, destacándose sobre un caserío de poca altura, y siendo visible prácticamente desde cualquier punto de Reykjavik.
sábado, 24 de julio de 2010
Banksy, jugando con el entorno
sábado, 8 de mayo de 2010
Urbanismo Medieval en la ciudad de Sevilla
La actividad tuvo su punto de partida a las 17:00 en la Puerta de Jerez. Desde allí, nos encaminamos a la Torre del Oro, que formó parte del recinto amurallado, consituyendo un destacable elemento defensivo en la ribera del Guadalquivir durante la época almohade. Pudimos seguir después la trayectoria del muro que enlazaba con el recinto del Alcázar, pasando por la Torre de la Plata y la Torre de Abdelazis. Una vez en el Patio de Banderas, que podéis ver en imagen, tuvimos la oportunidad de realizar un laberíntico paseo por las calles de los barrios de Santa Cruz y la Judería. Ambos nos ofrecen testimonios certeros del urbanismo medieval, y más específicamente islámico, visible por el entramado irregular, las calles estrechas y la presencia de adarves o calles sin salida, que explican el carácter privado que para los musulmanes tenía la vivienda, normalmente con pocas aberturas al exterior. Volvimos a la zona monumental a través del también interesante barrio de la Alfalfa, para ver los restos que de la antigua mezquita almohade conserva la Catedral de Sevilla. Estos son visibles no sólo en el imponente alminar de finales del siglo XII que le sirve de campanario (añadido por Hernán Ruiz en 1568) sino también el llamado patio de los naranjos, primitivo sahn (patio para abluciones) de la mezquita. Desde allí nos fuimos a la Iglesia del Salvador, para poner en práctica la misma teoría, pero en este caso a través de lo que fue la más antigua Mezquita de Ibn Adabbas, que conserva igualmente restos en el patio, así como en el primer cuerpo del alminar. En uno y otro caso observamos cómo las distintas civilizaciones van superponiéndose en los recintos sagrados para dejar buena muestra de su poder, en este caso a través del elemento religioso.
El día se comportó con nosotros y pasamos un rato ameno a la par que relajado. Como colofón a tan cultural tarde, nos tomamos un par de cervezas en la Plaza del Salvador, que tan bien recibe siempre a propios y extraños en sus dos fantásticas bodeguitas.
En la imagen, un momento de nuestro recorrido: La Giralda desde el Patio de Banderas. De izquierda a derecha: Emilio, Rafa, Marcos, José Manuel, Rocío, Gonzalo y Mercedes.
viernes, 30 de abril de 2010
Delvaux sueña en silencio
En efecto, los personajes de Delvaux no parecen hablar, sino deambular por un paisaje normalmente desolado y hostil en el que las estaciones de ferrocoarril, por un lado, y los edificios clásicos, por otros, parecen servir de marco a las silenciosas escenas. Es quizás en esta extraña capacidad para reproducir los silencios donde reside parte del encanto de este pintor, cualidad esta que comparte con el pintor italiano Giorgio de Chirico, en el que el recuerdo a la arquitectura grecolatina es también una constante.
Consideramos que la producción artística de Delvaux es sumamente interesante, y que el hecho de que quede eclipsado por otras figuras del Surrealismo como Dalí, Miró, Magritte o Ernst no debe ser un obstáculo para seguir profundizando en su mundo, en su fantástico e intangible mundo.
Galería de imágenes de Paul Delvaux
Web del Museo Paul Delvaux
martes, 13 de abril de 2010
El sueño de Marc
Franz Marc (1880-1916) es uno de los pintores más destacados del Expresionismo. Movimiento artístico y cultural de gran vigencia durante el llamado período de Entreguerras, tuvo especial importancia en los países del norte de Europa. El caso más significativo fue el de Alemania, donde se fraguaron dos de los movimientos más conocidos del Expresionismo, como son Die brück (El Puente) y Der blaue reiter (El Jinete Azul). Este último fue fundado en Múnich en el año 1911 por Wassily Kandinsky y Fran Marc, formando parte del mismo pintores como August Macke, Paul Klee o Gabriele Munter, entre otros. Las diferencias existentes entre los pintores de El Puente y los de El Jinete Azul estriba principalmente en un tratamiento más dramático de los personajes y las temáticas en el primer caso, lo que se traduce también en una pincelada más vigorosa, más gruesa, más matérica. Por contra, los pintores de El Jinete Azul nos muestran una cara algo más amable, en la que el color cobra más protagonismo, entre otras cosas porque muchos de sus integrantes sentían cierta atracción por movimientos artísticos coétaneos, más experimentales desde un punto de vista más formal que temático, como son el Cubismo y el Fauvismo.
Estas dos influencias, Fauvismo y Cubismo, se integran de forma magistral en uno de los pintores más amables del grupo expresionista, como es Franz Marc. En sus cuadros predominan los colores primarios, saturados, llenos de fuerza, que nos transmiten vitalidad y un sentimiento de admiración por la naturaleza. Así, la temática se centra especialmente en paisajes de bosques y selvas en los que habitan caballos, zorros, tigres o vacas. Resulta muy curioso, y también muy característico del autor, el hecho de que se haya utilizado el color de una forma totalmente arbitraria, algo que nos remite directamente al Fauvismo, ya avanzado, en cierto modo, por Paul Gauguin, del que estuvimos hablando en la anterior entrada.
La conjunción de todos estos elementos dan como resultado unas obras vitalistas, llenas de vida, que en cierto modo constituyen un soplo de optimismo, al menos si establecemos una comparación con otros pintores expresionistas de su misma época.
En la imagen: El sueño, 1912, Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid)
domingo, 28 de febrero de 2010
Un pintor en Tahití